Sí, existe una violencia de género estructural que muy probablemente acabará en aborto. Piensa, seguro que te suenan muchas de estas situaciones:

  • A mi hija no le enseñen en el cole a usar condones, que luego les meten ideas raras en la cabeza
  • Es que si me pongo condón, se me baja
  • Es que con el condón no siento nada, no es lo mismo
  • Tranqui, churri, que yo controlo
  • ¿Es que no te fías de mí?
  • Si me quisieras, lo harías
  • ¿Vas a salir de casa con esa falda tan corta? Luego te violan, ¿y qué hacemos? ¡Si es que vas provocando!
  • Si te hacen un bombo te echo de casa, que eres muy puta
  • ¡No hay ni un solo centro de planificación familiar abierto el fin de semana en 200 km!
  • Sin receta no hay píldora del día después
  • En esta farmacia no vendemos la píldora del día después. Ejercemos nuestro derecho a la objeción de conciencia.
  • ¿Embarazada? ¿Y seguro que es mío?
  • ¿Cómo me voy a fiar, con lo puta que eres?
  • Tú lo que quieres es pillarme, zorra
  • Tú sabrás lo que haces. Búscate la vida, que yo no quiero saber nada.
  • Si estás embarazada nos vemos obligados a expulsarte del instituto
  • ¿Embarazada? La empresa en este momento no se lo puede permitir
  • ¿Embarazada? Tú sabrás lo que haces, pero el contrato se te acaba dentro de tres meses…
  • El propietario solo alquila si tienes contrato indefinido, 2 meses de fianza y 6 meses de aval bancario
  • El Gobierno de la Comunidad Autónoma ha tenido que cerrar las casas de acogida para mujeres por falta de fondos
  • ¿Guarderías públicas? jajajajaja, qué chiste más bueno.
  • ¿Reducción de jornada y agrupar las horas de lactancia materna? Es que con la nueva reforma laboral ya no tenemos obligación, pero si ves que no puedes compaginar trabajo y familia, ahí está la puerta

Va a tener razón Gallardón: existe una violencia de género estructural que induce al aborto. Pero metiendo la interrupción del embarazo en el código penal no se va a solucionar el problema.

Por suerte, las mujeres tienen otros muchos derechos en pie de igualdad al de la maternidad, aunque Gallardón pretenda que ese es el derecho «por excelencia» de las mujeres. Aunque les cueste creerlo, hay mujeres que no quieren ser madres, o que no quieren ser madres en ese momento en concreto. Pero, a pesar de la emancipación de la mujer y del gran avance que han supuesto los métodos de control de la natalidad, aún perviven numerosos clichés sociales que nos convierten en un objeto sexual sin voz ni voto primero, y en un útero con patas después.

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