Hace una semana nos horrorizábamos al conocer que un hombre había asesinado a su mujer a cuchilladas (hay que volver a repetirlo: no «morimos«, «nos matan«) estando ella todavía ingresada hospital, recién salida del coma al que la había llevado una brutal agresión anterior. Pese a que la Guardia Civil tenía fundadas sospechas de que podía deberse a un caso de violencia de género y que la versión que dio el marido, «unos desconocidos entraron en su casa y habían agredido a su mujer mientras él dormía» (estrictamente, esto sería una denuncia falsa, ¿no?) no se sostenía, no solicitaron medidas de protección para la víctima (o sí las solicitaron pero la jueza no las concedió, he leído las dos versiones), de tal manera que cuando la mujer abandonó la unidad de cuidados intensivos y la subieron a planta, su agresor completó el asesinato que había dejado a medias. Ella no pudo ni gritar pues había sido sometida a una traqueotomía. Horror en estado puro.
De este caso me quedo con varios puntos:
- Que pese a que la versión de él no tenía ni pies ni cabeza, resultó más creíble que la de cualquier otra mujer que acude a denunciar, sistemáticamente puesta en duda con la cantinela de las denuncias falsas. Mientras que la versión de ellos no se cuestiona aunque no se sostenga, la de ellas se pone en duda por defecto aunque haya evidencia aplastante. Todo correcto.
- La escasa implicación de policía, jueces y fiscales, que pese a tener sospechas de violencia de género en el caso nadie tomó medidas para proteger a la víctima. Esto tampoco es nuevo: cada vez se deniegan más órdenes de protección, cada vez hay menos medios para combatir la violencia de género, cada vez hay más conciencia pero más vergüenza y miedo a denunciar.
Todavía no nos habíamos repuesto del horror de este caso cuando hoy nos enteramos de que un hombre ha asesinado a su pareja en Denia cortándole en cuello. Lo primero que nos cuentan los medios de comunicación en este caso es que el hombre tenía una orden de alejamiento y a pesar de ello «convivía con su pareja», que es otra forma de cargar la responsabilidad en la víctima. El mensaje implícito es «hacemos todo lo que podemos para protegerte, hasta le hemos puesto una orden de alejamiento y todo, pero si eres tan tonta de volver con él no podemos hacer nada«. Bien, pues yo ahí niego la mayor: no están haciendo todo lo que pueden por protegerla, porque no estamos hablando de una relación libre, adulta y consentida: estamos hablando de maltrato. Si hicieran todo lo que pueden por protegerla, empezando por acompañamiento psicológico, una víctima de maltrato con un agresor con una orden de alejamiento no estaría viviendo con él.
Sé que es muy difícil de entender cómo funciona el proceso mental de una víctima de violencia de género porque en ningún otro tipo de delito se da una vinculación emocional y afectiva tan fuerte y duradera como en estos casos. La víctima no vivía «con su pareja»: vivía con su maltratador, que es muy distinto. Una orden de alejamiento sin medidas de protección es, como solía decir mi primer novio, como quien tiene tos y se rasca los huevos. No sirve de nada. Carga la responsabilidad de autoprotegerse sobre una víctima maltratada, deshecha, sin recursos emocionales con los que resistir, muerta de miedo, de auto-culpa, de dudas y de vergüenza, con una dependencia emocional y probablemente económica fortísima de su maltratador. Y sin nadie que la proteja.
Una orden de alejamiento sin medidas de protección asociadas, es un papel con el que un maltratador tipo se limpia el culo.
Aproximadamente un tercio de las denuncias presentadas por violencia de género se retiran o no se ratifican. Los colectivos neomachistas presentan este dato, junto a otros muchos con la misma falta de rigor, como una prueba de los miles de cientos de denuncias falsas que #HESISTEN. Lo que es en realidad es una prueba de lo difícil que es salir del círculo de la violencia machista sin acompañamiento psicológico y sin protección que ayude en el proceso. Es frecuente que los maltratadores se quejen de que los jueces y los policías «impiden la reconciliación» de la pareja con el mantenimiento de órdenes de alejamiento y medidas de protección. Hablan de reconciliación cuando de lo que hablamos es de la continuación del maltrato.
Yo he pasado por ello y conozco perfectamente lo largo y difícil que es el proceso para desvincularse de una relación tóxica (todavía está por determinar por un juez si existió maltrato, abuso sexual y agresiones sexuales). Son muchos los condicionantes tanto externos como internos que actúan de freno, y sin ayuda es imposible salir de ese infierno. No me sorprende que un tercio de las mujeres que denuncian vuelvan con sus maltratadores: lo que me sorprende es que haya nada menos que un 70% de valientes que siguen adelante pese a todas las dificultades.
A lo primero que tiene que hacer frente una víctima de violencia de género es a ser consciente de su propia condición de víctima. Hasta que se reconozca como superviviente hay un proceso muy largo por delante. Reconocerse como víctima es el primer paso. Una víctima de violencia de género tiene que enfrentarse a dos situaciones en el proceso de salir del entorno de violencia en el que se encuentra: la indefensión aprendida y el Síndrome de Estocolmo.
Pese a las repetidas agresiones y la duración a lo largo del tiempo, son frecuentes las disculpas de las víctimas hacia sus agresores:
Él me quiere pero a veces se le va la mano. No me pega siempre, solo cuando está muy agobiado por el trabajo. En todo lo demás es un amor. Él es así, no quiere hacerme daño pero hay veces que no controla su fuerza. Quieren separarnos, nadie entiende nuestra relación. Es que a veces yo también me enfado y grito, y él se pone nervioso.
Si no has leído aún esta selección de cartas de «amor» que los maltratadores enviaron a sus víctimas antes de la última brutal paliza, te recomiendo que lo hagas para intentar entender de lo que estoy hablando. Pone los pelos de punta. Sé que es muy difícil de entender qué lleva a una mujer a permanecer al lado de un hombre que la agrede con frecuencia, a creer en las promesas de que él cambiará cuando probablemente sea la trillonésima vez que escucha de su boca las mismas palabras. Y, sin embargo, en una tercera parte de las denuncias que se retiran, ellas argumentan que creen que él cambiará. Hablo con frecuencia del síndrome de la rana hervida para explicar esta situación:
Si metes una rana en un cazo de agua hirviendo, la rana reacciona automáticamente dando un salto, escapa del agua y se salva. En cambio, si metes una rana en el mismo cazo, con agua fresquita y lo pones a fuego muy lento, la rana al principio chapotea y no nota nada. Si vas subiendo la temperatura poco a poco, la rana empieza a sentir incomodidad pero no sabe por qué. Si sigues subiendo la temperatura, para cuando esta alcance el grado de ebullición la rana está ya tan atontada que no puede escapar y muere hervida.
Un maltratador no empieza dándote una hostia a las primeras de cambio*, va minando poco a poco tu autoestima, va destruyendo tus recursos para hacerle frente y te culpa a ti de las agresiones, hasta el punto que aprendes a comportarte de forma pasiva para no provocarle y te convence de que la culpa la tienes tú que le provocas y le humillas, y él no tiene más remedio que reaccionar de la forma en que lo hace, pero en realidad no quiere hacerte daño. Él también sufre mucho. En el fondo le duele más a él que a ti. Quien bien te quiere te hará llorar.
Dejar de disculpar las agresiones, dejar de auto-culparse, reconocerse como víctima, ser consciente de todo lo vivido pese a lo traumático que resulta cuando de repente te das cuenta y todo se te viene encima, es la primera barrera que tiene que saltar una víctima de violencia de género. Y no es fácil. Por añadidura, si nunca te ha roto varias costillas, si nunca te ha puesto un ojo morado, cuesta verse reconocida en las campañas del Ministerio de Sanidad. Si el maltrato que has sufrido ha sido de tipo psicológico, económico y/o sexual, cuesta identificar la persuasión coercitiva y llegas a pensar que en el fondo, pues bueno, al fin y al cabo dijiste que vale, tú lo consentiste, o no te opusiste con la suficiente resistencia, o… Por eso es importante el acompañamiento psicológico por parte de expertos en la materia.
La segunda barrera que tiene que superar una víctima de violencia de género es la de la desconfianza. Nadie te cree. Te preguntan constantemente que por qué has aguantado tanto tiempo y no sabes qué contestar a eso. Te dan a entender que si no has escapado antes de esa situación, en realidad no sería para tanto, tal vez estás exagerando, o te lo estás inventando por despecho, por venganza, porque ya se sabe que las mujeres somos malvadas, crueles y manipuladoras. A lo mejor lo que quieres es joderle la vida. A él. Al pobre.
Desde el momento en que te atreves a contar por primera vez a tu entorno lo que has vivido, la primera reacción tiende a ser de desconfianza. Ellos lo han tenido delante y no lo han visto, ¿cómo es posible? Parecía tan majo, tan educado, te quería tanto, siempre tan preocupado por ti y por con quien estás, que no te pase nada, daba siempre los buenos días en el portal… ¿No te lo estarás inventando? Igual lo que quieres es llamar la atención. Mira que te gusta hacerte la víctima. Y no pasan ni 5 minutos hasta que en la conversación alguien saca el maldito tema de las denuncias falsas. Pobres hombres, cuánto sufren por las denuncias falsas. 48 horas en la vida de un hombre pueden destrozarle para siempre, pero sufrir maltrato durante años ES UNA PUTA JUERGA, NO TE JODE.
Es como un resorte, hay ciertos temas que activan mecanismos de defensa automáticos:
- Violencia de género (o feminismo en general) -> denuncias falsas, hombres maltratados
- Nazismo -> comunismo
- Liberalismo (o capitalismo en general) -> Vete a tu amada Cubazuela del Norte
- Franquismo -> Y Paracuellos qué?
Sin embargo, solo uno de estos resortes se toma en serio, mientras que el resto se han convertido en una autoparodia. ¿Adivinas cual? Haz la prueba: observa cualquier noticia de cualquier medio de comunicación sobre violencia de género. En menos de 24 horas, los comentarios de todas sin excepción se llenan de feroces críticas al drama que suponen las denuncias falsas que nadie investiga porque los funcionarios de la administración de justicia (en español sencillo: jueces, fiscales y hasta policías) tienen miedo a perder su puesto de trabajo (?) si persiguen los millones y millones de denuncias falsas que se ponen todos los días porque el lobby hembrista feminazi tiene acojonados a los jueces hasta el punto que prevarican todos los días. Por eso los hombres víctimas de denuncias falsas no lo denuncian a su vez, porque ¿para qué? La dictadura hembrista tiene tan acojonados a los jueces que no serviría de nada. Por lo visto los jueces deben ser los únicos funcionarios del Estado que tienen miedo a perder su empleo si hacen bien su trabajo. Sí, sí, como te lo cuento. No se conoce el caso de ningún neomachista al que le haya explotado la cabeza al colapsar ante el peso de estos abrumadores argumentos.
Entender lo que te ha ocurrido y por qué te ha costado tanto romper el vínculo, comprender las dificultades para huir del ciclo de la violencia y que es NORMAL que te lleve tiempo alejarte, superar la desconfianza es la segunda barrera que tiene que superar una víctima de violencia de género.
Muchas no superan estas dos barreras y vuelven una y otra vez con su maltratador. Cada vez más aisladas, cada vez más débiles, cada vez más destruidas.
Yo he tenido la inmensa suerte de que ya estaba en terapia psicológica para superar una depresión de larga duración cuando empezaron a aflorar hechos que había ocultado o justificado, y el acompañamiento de la psicóloga me hizo darme cuenta de lo equivocado de mi enfoque. Y, por otro lado, que prácticamente nadie me ha cuestionado: he encontrado apoyo incondicional por parte de familia y amigos, muchos de ellos incluso se dieron cuenta antes que yo de lo que estaba ocurriendo, y eso me ayudó muchísimo. También han habido imbéciles que me han preguntado que por qué aguanté tanto tiempo (porque soy gilipollas, ¿bien?), o gente que sin tener ni zorra idea del tema me ha dicho cosas como «a ti te ha pasado eso porque [ERES GILIPOLLAS], en cambio a mí nunca me pasaría porque [SOY MÁS LISTA QUE TÚ]«. Por suerte, no han sido persnas lo bastante cercanas como para que me afectara. No todas tienen tanta suerte.
Es horroroso intentar explicar la tortura en la que se ha convertido tu día a día a tu entorno más cercano, con la vergüenza que conlleva contar ciertos episodios concretos… y que duden de tu palabra, cuestionen que si has aguantado tanto tiempo, o te lo estás inventando todo por joder, o en realidad no sería para tanto, o es que te va la marcha y en el fondo te gusta que te calienten, o algo ganabas tú con eso, una determinada posición económica quizá.
Llegados a este punto seguramente pensarás: «si te están maltratando y quieres salir de ahí, ¿qué importa que no te crean?» Importa. Importa y mucho. Para empezar, porque como he dicho más arriba, ni tú misma tienes respuestas para lo que ha ocurrido, ni tú misma te explicas cómo has aguantado tanto, has estado durante años justificándole y autoculpándote y eso no se cambia de la noche a la mañana. Por eso es importante el acompañamiento psicológico a las víctimas de violencia de género, insisto. Y para continuar, porque si no te creen, no pueden protegerte. Si no te creen, ¿para qué vas a denunciar? ¿Para volver a sentir la vergüenza de contarle a unos extraños todas las vejaciones a las que te ha sometido tu pareja, vejaciones a las que no hiciste frente, por las que todavía te culpas a ti misma? ¿Para ponerte aún más en peligro, para que él se entere de que le has denunciado y se cabree aún más, y a saber cómo reacciona? ¿Para que no te crean, para que no sirva para nada, para eso vas a denunciar? Si no te creen, no denuncias. Si no te creen, no te protegen. Si no te creen, te sigues culpando. Si no te creen, te insultan y de ser la víctima pasas a ser la mala de la historia: de ser quien ha aguantado malos tratos y vejaciones durante años, pasas a ser la bruja cruel y vengativa que quiere joderle la vida a un pobre inocente. Sabes bien lo difícil que es demostrar hechos que han ocurrido en la intimidad del hogar, sin más testigos que las cuatro paredes del domicilio o como mucho los oídos sordos de los vecinos que no quieren líos. Cuántas veces te habrá repetido él esas frases que tienes clavadas en tu cerebro: «Ahora vas y me denuncias, zorra. Es que me provocas, la culpa es tuya. Diré que te has resbalado en la bañera, que eres muy patosa, y a ver cómo lo demuestras. ¿Quien te va a creer a ti, puta? Es tu palabra contra la mía«. Si no te creen, en lugar de apoyo encuentras rechazo social. Y espérate si encima no acabas tú en la cárcel o teniendo que pagarle una indemnización a él por «denunciar en falso«.
Y la tercera barrera que hay que superar es la de los propios procedimientos de la administración de justicia. No es fácil, no es rápido, y si quieres hacer las cosas bien tampoco es barato. Las víctimas de violencia de género, por el mero hecho de serlo, tienen derecho a asistencia jurídica de oficio desde el momento en que denuncian. La realidad es que el funcionamiento del turno de oficio dista mucho de ser el óptimo en una situación así, como denuncian en este video del colectivo Las Tejedoras llamado «la última gota».
Desde los colectivos mandefender pretenden hacernos creer que denunciar por violencia de género es una juerga: quieres divorciarte, y para conseguir un proceso fácil y rápido, vas y pones una denuncia diciendo que tu marido te maltrata y en dos semanas tienes casa, coche, la custodia de los niños, una paguita, vacaciones en Cancún y todos los meses manipedi gratis a costa del Estado, están todos como locos porque denunciemos, ellos consiguen subvención y nosotras una paguita. Todo guay.
¿Dónde dices que se pide esa paga? ¿Es que soy yo LA ÚNICA GILIPOLLAS que no está cobrando una paguita del lobby feminazi por poner una denuncia falsa? Coñas aparte, esto ya lo expliqué: cobran la ayuda de 400 euros quienes están en una situación económica precaria, es una ayuda temporal y limitada en el tiempo para poder tener los recursos necesarios para poder huir del maltratador, y al menos en mi caso (que ni siquiera la cobro) a duras penas cubriría los gastos de psicólogo. Así que no, no es una paguita simplemente por denunciar, vale ya de mentir con temas serios.
¿Qué dices, que simplemente por denunciar, el hombre ya pasa 48 horas detenido? ¿Es que soy yo LA ÚNICA GILIPOLLAS que pone una denuncia y su ex no pasa por el calabozo ni de visita, o qué? No, lo que ocurre es que solo pasan 48 horas detenidos aquellos que los policías consideran que son un riesgo extremo para la vida o la integridad física de la víctima, los que trincan con las manos en la masa o los que van por la vía rápida directamente del hospital a la comisaría sin pasar por la casilla de salida. Es rotundamente falso que te metan en la cárcel tan solo con una denuncia. Ahí está mi ex tan campante para demostrarlo.
¿Cómo, que únicamente con el testimonio de la víctima ya es suficiente para condenar? ¿Es que soy yo LA ÚNICA GILIPOLLAS que se ha metido en un procedimiento penal con una instrucción va a durar años, o qué? ¿Para qué me he preocupado de recopilar pruebas, de buscar testigos, de pagar a una abogada… si con solo mi testimonio ya es suficiente para condenar? ¿Estoy haciendo el idiota, o cómo? La realidad es que la violencia de género es de los delitos con un ratio más bajo de condenas por número de denuncia. Es un tipo de delito muy difícil de demostrar por las barreras que he comentado antes, principalmente las que afectan a la propia víctima y a su grado de conciencia sobre lo que ha vivido, cómo lo ha justificado durante todo ese tiempo, y el paso necesario a enfrentarse a ello, comprenderlo y asumirlo, y en segundo término porque los delitos más graves se cometen en la intimidad del hogar y sin testigos, por lo que demostrarlo en sede judicial muy difícil. In dubio, pro reo. También es falso que en casos de violencia de género se destruya la presunción de inocencia del varón, ya explicamos aquí también cómo funciona.
Sin un adecuado acompañamiento psicológico, dar ese paso por una misma es muy difícil. Y si difícil es de demostrar, ya ni te cuento que las condenas lleven aparejadas un castigo acorde al daño causado. Hace solo unos días nos enterábamos de que tan solo el 14% de los CONDENADOS por violencia machista pisaban la cárcel. Menos mal que solo hacía falta una denuncia aunque sea falsa y el testimonio de la víctima para mandar a los pobres hombres inocentes a la cárcel, que si nos lo pusieran un poco más difícil, yo ya no sé.
La realidad es que poner una denuncia por violencia de género no tiene absolutamente nada que ver con lo que te han contado, y no es precisamente una juerga. Te encuentras trabas en todos lados. Me cuentan en los comentarios que todos los hombres que leen este blog conocen el caso de algún abogado que recomienda denunciar en falso. Qué curioso. A mí los abogados que me llevaron el divorcio me recomendaron todo lo contrario: que para sacar a mi ex de mi vida lo antes posible primero fuera por la vía civil, la de un divorcio «de mutuo acuerdo» en el que yo decía que sí a todo lo que él pidiera para firmar el convenio cuanto antes, y una vez con la sentencia de divorcio en mi poder hiciera lo que considerara conveniente. No fueron ni una, ni dos, ni tres, ni cinco, ni diez personas, fueron muchas más las que cuestionaron mi decisión de denunciar. Por mi bien. Me recomendaron que me olvidara de todo, que no denunciara y siguiera adelante con mi vida, que no me metiera en un procedimiento penal que probablemente me lleve años. Que rehaga mi vida, deje atrás el pasado y mire hacia adelante. Les reconozco la buena intención, sé que me aconsejan así porque me quieren y desean lo mejor para mí, pero no soy capaz de seguir con mi vida sabiendo que lo que me hizo a mí se lo puede volver a hacer a otras mujeres, y por cobardía o por mi comodidad no hice nada por evitarlo cuando estaba en mi mano. No me hago a la idea de que lo mejor para mí sea que él se vaya de rositas como si no hubiera pasado nada.
Sin recursos, sin dinero, sin apoyo, sin autoestima, sin nadie que te crea, sin tener muy claro lo que ha ocurrido, culpándote todavía de todo, sin protección, sin saber a dónde ir, con toda tu vida que se viene abajo, con una depresión monumental, después de años de machaque psicológico brutal… ¿En serio crees que poner una denuncia por violencia de género es algo fácil y divertido? Hace falta tener el corazón de granito y la empatía que siente una araña hacia una mosca atrapada en su tela, para siquiera plantear la situación en esos términos. Cuando dáis la matraca con las denuncias falsas, no lo hacéis en defensa de las víctimas auténticas, no sigáis mintiendo que no cuela: alentáis el fantasma de las denuncias falsas para que las víctimas auténticas tengan miedo a denunciar, para echar sobre ellas el manto de la desconfianza, para desalentarlas a que reclamen justicia. Cuando magnificáis el número real de denuncias falsas, no lo hacéis para defender a las auténticas víctimas: buscáis la impunidad de los agresores. Si realmente os importaran las víctimas, pediríais más protección, y no menos. «Yo estoy en contra de la violencia de género PERO hay muchas denuncias falsas«. No. Es absolutamente incompatible. Darle pábulo a la mentira de las denuncias falsas es incompatible con la defensa de las víctimas. No hay matices, no hay puntos medios, no hay equidistancia posible. Cada vez que magnificáis el drama de las denuncias falsas, hay cientos de mujeres aterrorizadas que no se atreven a denunciar por miedo a que no las crean, las acusen de denunciar en falso y las culpen a ellas. El hombre que sea víctima de una denuncia falsa, que denuncie a su vez, que es delito, y que lo demuestre en vez de lloriquear en internet su inocencia (inocencia que niega a quien acusa de cometer otro delito pero sin denunciarlo donde debe) o ir a calentarles la oreja a políticos necesitados de votos y de neuronas. Sí, Toni Cantó: cuando le das bola al fantasma de las denuncias falsas, no te importan las muertes de mujeres y te pones del lado de los maltratadores que persiguen que se denuncie menos para seguir gozando de impunidad. Ese es el nivel en nuestro país.
Hacen falta altas dosis de cabezonería, o unos ovarios como melones, para llevar adelante el proceso de denunciar el maltrato sufrido. Hace falta superar muchas barreras, estar anímicamente lo bastante fuerte como para no desfallecer en el camino, y para salir de la depresión en la que el maltrato te hunde la terapia es la mejor manera. Salir de esto sola y sin ayuda profesional es muy muy muy difícil.
Yo he tenido mucha suerte de poder llegar hasta aquí acompañada por gente que me quiere, que ha sufrido conmigo viendo cómo aquella relación me estaba destruyendo, incluso sin saber hasta qué punto mi situación era delicada; amigos a los que les he ocultado todas las veces que nos hemos «reconciliado» por pura vergüenza (y han sido cientos de «reconciliaciones»), que no me han juzgado nunca y que han comprendido que el proceso es largo y difícil, que se han preocupado por mí y han estado en todo momento cuando les he necesitado pero han respetado mi ritmo hasta que aquel día, a 600 kilómetros de distancia de mi casa, en un bar del Paseo del Prado, algo en mi cabeza por fin hizo «click» y decidí que ya le había dado la penúltima oportunidad a mi matrimonio, y que la última oportunidad me la iba a dar a mí misma. El apoyo de mis amigos, de mi familia, de mi abogada y de mi psicóloga han sido fundamentales en todo el proceso.
Han pasado 9 meses exactos desde aquel día en que tomé una decisión que probablemente me haya salvado la vida en muchos sentidos. Me fui unos días, en mitad del último intento de «reconciliación», porque necesitaba distancia, tranquilidad, desconexión… y logré reconectar conmigo misma, con la mujer que un día fui y la que quiero volver a ser. Lejos del ambiente tóxico y de la presión constante que tenía en Barcelona, con él aquí al lado, mandándome mensajes y pidiéndome volver a vernos cada vez que notaba que me alejaba, suplicando que había cambiado y queriendo reconciliarnos cada vez que se aburría y quería entretenerse haciendo sufrir a su juguete favorito… esos días lejos, con él atormentándome con sus celos, sus insultos y sus amenazas cuando solo dos días antes me estaba prometiendo que había cambiado… ese choque, los contrastes de esos días me sirvieron para darme cuenta de la situación tan horrible (insisto: un juez dirá si delictiva) en la que estaba metida y tomar la decisión de la que más orgullosa estoy de todas las que he tomado a lo largo de 34 años: divorciarme, no volver a verle, recopilar todas las pruebas que me fuera posible y denunciar lo que me ha hecho a lo largo de los peores 8 años de mi vida.
Han pasado 9 meses desde que tomé esta decisión, y no creo que pueda nadie imaginarse lo que me ha costado mantenerme firme. Por su parte intentos para reconciliarnos de nuevo, acusaciones de ser «fría como el hielo», amenazas de «hacer las cosas por las malas», por supuesto la sempiterna apelación a las denuncias falsas, porque él es inocente y yo estoy denunciando un maltrato inexistente porque puedo, solo por ser mujer… De manual, punto por punto. Ahora que he comprendido muchas cosas puedo identificarlo como lo que es, pero hace un año no habría sido capaz. Por mi parte tampoco ha sido fácil, he tenido que luchar contra mis propios demonios, contra una dependencia emocional terrible, contra el apego cuando aún no sabía diferenciarlo del amor, contra la culpa que me comía por dentro, contra una autoestima machacada que gritaba dentro de mi cabeza que no me merecía nada, que soy una mierda, que no valgo para nada, que él hacía bien en tratarme como lo hacía, contra mis propias dudas e incoherencias, contra la vergüenza y el miedo.
Aún sigo luchando a brazo partido conmigo misma para no volver a caer, para mantenerme alerta. Casi he desarrollado una especie de sentido arácnido que me pone en guardia simplemente al oír algunas frases que a otras personas que no han vivido lo que yo les pasarían inadvertidas. Bascular entre la sana precaución y la paranoia es un ejercicio de funambulismo digno de los mejores equilibristas. Pensar en volver a pasar por lo mismo otra vez me aterroriza. No me cuentes que todos los hombres no son como mi ex, no me sueltes el rollo #NotAllMen que eso ya me lo sé. Tal vez cuando TODOS los hombres dejen de considerar aceptable controlar qué pueden hacer sus parejas, cuando TODOS los hombres consideren que el lugar de la mujer es ocupar el espacio público en igualdad con los hombres, cuando TODOS los hombres dejen de considerar que si una mujer es agredida por su pareja es que se lo merece porque «algo habrá hecho», cuando dejen de decirnos que los celos de los hombres son culpa de las actitudes de las mujeres, cuando contemplar la posibilidad violar a una mujer no sea un mero cálculo sobre las probabilidades de que te pillen sino una cuestión de respeto a la libertad de otro ser humano, cuando en cualquier noticia sobre el asesinato de una mujer a manos de su pareja no se llenen los comentarios de críticas hacia las denuncias falsas… Tal vez entonces te acepte el discursito #NotAllMen. Mientras te indigne más mi crítica hacia los violadores y maltratadores que el simple hecho de que existan violadores y maltratadores… mientras tanto, #YesAllWomen.
* Este es un mensaje para tu yo del futuro de mi yo del presente, dirigido a la próxima pareja de mi ex y para las segundas esposas en general: a mí también me enamoró, conmigo también fue un encanto, y mira cómo hemos acabado. Considerar que la ex es una zorra, una bruja malvada que solo quiere destruiros, no te va a hacer ningún bien. De las segundas esposas, ya si eso, hablamos otro día.
Me veo en una de las fotos de ese viaje a Madrid, y es un honor enorme.
Y si supieras la falta que me haces, si fuera capaz de transmitir en palabras el apoyo que representas y todo lo que cambió aquel daikiri de fresa en Chueca…
Esto no es normal denuncias despues que te meten en el agujero de la depresion pues te hacen culpable de todo.todo lo haces mal el jues encima aunque vallas con la cara como un cristo le da la razon porque como tienes depresion encima la culpable heres tu o sea no da un poco de ojo tantas mujeres muertas ami me a undido la vida el juez ademas del miedo que tienes te tratan comi loca la victimass son ellos yo de verdad yo quiero que me trage la tierra pues yo digo estare loca