Autora: Martha Micali
Autora: Martha Micali

Tomar la decisión

Si estás en una relación tóxica y eres consciente de ello, o si sospechas que estás viviendo una situación de maltrato, seguramente habrás intentado terminar con esa relación al menos media docena de veces, con escaso éxito. Siempre acabas volviendo una y otra vez, te sientes atrapada y no sabes cómo salir de ahí. Crees que nadie entiende por lo que estás pasando, te sientes muy sola y aislada, ya no te queda nadie a quien poder contarle lo que te ocurre. Durante los últimos años, poco a poco te has ido encerrando en un mundo cada vez más pequeño que solo os incluye a vosotros dos, probablemente hayas renunciado a ver a tus amigos durante mucho tiempo, quizá incluso a tu familia, has estado mintiendo para protegerle, ocultando lo que te pasaba. Y ahora te sientes sola y no sabes a quien recurrir.

Por suerte o por desgracia, no es así: hay muchas mujeres ahí fuera que han pasado por lo mismo que tú y que pueden ayudarte. Pero tomar la decisión de terminar definitivamente con una relación que te está dañando no la puede tomar nadie más que tú. Hay un momento determinado, un punto concreto, en que algo en tu cabeza hace «click» y a partir de ese instante ya no hay marcha atrás. No sé qué será, no sé qué es lo que hará en tu caso concreto que prenda la mecha, solo sé que si estás leyendo esto es porque ya hay algo en tu interior que se remueve. Mientras tu cabeza no haga ese «click», no importa lo que te digan porque nadie te va a convencer, hay demasiadas cosas que te atan a él todavía y solo tú sabes cuales son y la prioridad que tienen.

La imagen de aquí abajo es un ejercicio que hice en terapia: se trata de algo como una lista de pros y contras para la siguiente vez que él me pidiera volver a intentarlo y yo me planteara darle una nueva «última oportunidad»: a la izquierda, «motivos para aceptar» y a la derecha, «motivos para no aceptar». Ya no estábamos viviendo juntos, yo había vuelto a casa de mis padres y me sentía como si hubiera retrocedido 15 años en el tiempo, aún tenía mis cosas en el piso común y plantearme una nueva mudanza se me hacía muy cuesta arriba, teníamos dos perritas y las echaba de menos, y el tema del divorcio me parecía una complicación increíble. Ahora mira la lista de la derecha. Fui escribiendo motivos y llegó un momento en que me faltó folio y añadí más por arriba, por eso los primeros están tan apegotonados.

pros_y_contrasEstá claro que los motivos de la izquierda no eran auténticos «motivos para volver». Yo misma me dí cuenta de que podían resumirse en uno: entonces lo llamé «pereza», ahora veo que lo que me pasaba era que me faltaban fuerzas para separarme. Eran excusas, trampas que mi mente me tendía para no separarme de él. La lista de motivos para alejarme era abrumadora, y de hecho lo primero que le dije a mi psicóloga en cuanto entré por la puerta en la primera sesión fue:

Quiero terminar la relación con mi marido pero yo sola no puedo. Lo intento, pero cada vez que él me pide que volvamos acabo cediendo. No quiero volver con él, esta relación me está destrozando, pero no soy capaz de mantenerme firme.

Si estás leyendo esto y estás una relación conflictiva, tóxica o sospechas que puedes ser víctima de maltrato, estoy segura de que te sentirás identificada con esa frase. Y tendrás tu lista particular de motivos para volver cada vez que te lo pide. En mi caso, me tenía absolutamente atormentada el «Y si«: ¿y si esta vez es la buena? ¿y si esta vez es verdad que está arrepentido? ¿y si esta vez está decidido a cambiar? ¿y si esta vez de verdad lo consigue? ¿y si esta vez logramos hacer que funcione? ¿y si mi matrimonio se va a la mierda por mi culpa, por no darle una última oportunidad de demostrar que ha cambiado?

Lidiar con el fracaso de una relación nunca es fácil, saber cuándo ha llegado el momento de ponerle punto y final o aguantar un día más a ver qué pasa. Tomar la decisión y pronunciar las palabras malditas: tenemos que hablar. Si en cualquier relación esto es muy difícil, en una relación de maltrato que sea la propia víctima quien la tome, mientras está sometida a una dependencia emocional brutal y se culpa a sí misma de todo lo que funciona mal en su relación… es aún más difícil.

Tal vez te sorprenda pero un mes después de haber hecho esta lista en el despacho de mi psicóloga, él me propuso volver, y una vez más acepté. Aún no estaba preparada para tomar la decisión. Mi mente aún no había hecho ese «click». Lo hizo poco después. Mi cuerpo dijo ¡BASTA! y mi cerebro le siguió. No sé qué es lo que provocará en tu caso que salte el fusible, pero sí sé que a partir de ese momento vas a necesitar toda la ayuda que puedas conseguir. No te voy a engañar: el camino que te espera a partir de ahí no va a ser fácil.

Déjame darte algunas pistas que espero que te ayuden, ahora que el tiempo y la distancia me lo permiten. Y si no es tu caso sino el de alguien cercano que crees que puede estar sufriendo violencia de género o violencia doméstica, tal vez esta otra entrada te ayude: Cómo ayudar a una víctima de violencia de género o violencia doméstica.

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El principio del fin

Cuando una víctima de violencia de género logra escapar de una situación de maltrato y terminar la relación, es fácil pensar que ha esquivado una bala. Has salido viva de un tipo de relación que acaba con la vida de casi un centenar de mujeres al año, y que a otras miles las destroza para siempre y las condena a soportar torturas y humillaciones constantes.

Sin embargo ese no es el punto y final: por desgracia, terminar la relación no implica el fin de la violencia (ya sea esta física, psicológica, económica o sexual) porque que el maltratador intentará seguir haciendo daño por todos los medios que tenga a su alcance. Además, mantenerte firme para no ceder a sus promesas y conjurar el peligro de volver con quien te ha hundido psicológicamente será muy duro: él combinará sus promesas de cambiar con chantaje del tipo «te vas a quedar sola, nadie te va a querer como yo» y amenazas de hacerte la vida imposible. Además del miedo y la vergüenza, el 30% de las mujeres que retiran la denuncia afirman que lo hacen porque creen que él cambiará, imagínate las que ni siquiera llegan a denunciar. En la web No Te Mueras Por Mí han hecho una terrorífica selección de cartas con promesas de amor y de cambio que los maltradores enviaron a sus víctimas antes de la última paliza, pone los pelos de punta. Hoy mismo acabo de leer la noticia de la condena a un maltratador que se saltó la orden de alejamiento y disparó a su ex-mujer. Por desgracia, demasiadas veces el final de la relación no implica el final de la violencia. Es importante tener esto muy presente y no bajar la guardia.

Y además, incluso una vez superadas estas etapas críticas, conviene no bajar la guardia porque reincidir en una nueva relación tóxica es muy fácil.

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Tú sola no puedes: pide ayuda

En mi caso particular, una vez que tomé la decisión de romper el vínculo hubo un momento que creo que para mí fue clave para poder salir del infierno: el momento de pedir ayuda, de ser consciente de que yo sola no iba a poder mantenerme firme. Había vuelto a caer una y otra vez, llevaba dos años atrapada en la misma dinámica, como un hamster atrapado en una rueda, intentando correr cada vez más rápido pero sin posibilidad de escapar por mucho que se esfuerce: cada vez que él me pedía volver a intentarlo yo le decía que sí aunque continuar en esa relación tóxica me estaba destruyendo.

Busqué una terapeuta y la primera frase que le dije cuando entré en su consulta la he contado más arriba:

Quiero terminar la relación pero yo sola no puedo. Lo intento, pero cada vez que él me pide que volvamos acabo cediendo. No quiero volver con él, esta relación me está destrozando, pero no soy capaz de mantenerme firme.

En aquel momento todavía no era consciente de que lo que yo había estado viviendo los últimos años podría englobarse bajo el paraguas de lo que se conoce como violencia de género. A día de hoy está bajo instrucción judicial y un juez determinará, llegado el caso, si lo fue o no. En aquel momento lo único que yo que tenía claro era que me encontraba atrapada en una relación tóxica de la que no era capaz de salir por mí misma y necesitaba ayuda para escapar de la rueda.

Con esa voluntad y siendo consciente de que iba a ser durísimo, empecé una terapia psicológica que me ayudó a detectar los patrones de conducta que me impedían avanzar, y que sacaron a la luz episodios que mi cerebro había reprimido o bloqueado por pura supervivencia, de forma similar a lo que ocurre con el trastorno de estrés postraumático. A su vez, mi terapeuta me recomendó acudir a una especialista en violencia de género, y poco a poco fuimos desentrañando la madeja, descubriendo cómo acabé atrapada en una relación destructiva. Junto a la especialista, fui descubriendo cada paso en el camino por el que me adentré cada vez más en una relación que ha estado a punto de acabar conmigo.

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Además de buscar una terapeuta y acudir a una especialista en violencia de género, otra de las cosas que me ayudó a salir de esa situación fue hablarlo abiertamente con mi círculo más íntimo. La sorpresa que me llevé cuando muchos de ellos ya sabían lo que ocurría aunque no fueran conscientes de hasta qué punto era grave, fue mayúscula. Y es lógico: las agresiones más graves tienen lugar en la intimidad del hogar lejos de los ojos de testigos incómodos, pero aunque el maltratador quiera aislarte del mundo, no le resultará tan fácil. La víctima de violencia de género tiende a identificarse con el maltratador, a culparse a sí misma, a justificar los arrebatos violentos de él, a intentar ocultarlo, a poner mil excusas… Las personas que te rodean, sin embargo, no tienen ningún motivo para sublimar lo que ven y explicaciones como «es que a veces se pone nervioso pero él no es así en realidad», «está muy arrepentido», «hace eso porque me quiere y el pobre sufre mucho», «está muy agobiado del trabajo y a veces se enfada más de la cuenta pero es solo una mala racha, cuando no esté tan estresado volverá todo a la normalidad», «es que yo a veces también grito y claro, él se enfada», «fue culpa mía que le provoqué» y otras muchas, muchísimas variantes de justificación de su comportamiento, en tu cabeza pueden tener sentido, pero créeme que para quien te escucha no lo tienen, hay que estar ciego para no darse cuenta.

Si crees estar sufriendo violencia de género o estás atrapada en una relación conflictiva: pide ayuda a tu círculo más íntimo, ya sean amigos o familiares. Ellos pueden protegerte y te ayudarán, sobre todo durante las primeras semanas (o quizá incluso meses) en las que él intentará ponerse en contacto contigo para forzar una reconciliación y tú aún no estés lo suficientemente fuerte como para resistir.

Un dato que conviene tener en cuenta es que dependiendo de a quien pidas ayuda, las respuestas (estadísticamente hablando) irán en una dirección o en otra: si pides ayuda a tu familia y amigos, incluso a las vecinas, tenderán a recomendarte que le dejes; si pides ayuda a *su* familia o amigos, es más probable que te recomienden que aguantes.

La reacción más común que recibieron estas mujeres al hablar fue el consejo de abandonar la relación, al menos así fue en el 80,7% de los casos en que habían consultado a su familia, en el 84,6% en que pidieron consejo a sus amigas y en el 88,5% de las conversaciones con vecinas, compañeras o profesoras. Cuando consultaron a la familia del maltratador, sólo el 44% de las veces les aconsejaron que le dejara.

(Fuente: Europa Press)

Un maltratador no nace: se hace. Lo que haya visto en su casa y en su entorno de amigos ha condicionado su comportamiento, él no es consciente de que te está maltratando, y su familia y amigos tampoco, además de que el cariño que le tienen actuará como un freno mental y tenderán a decirte que exageras cuando no incluso que te lo inventas para llamar la atención. Lo último que necesitas ahora que por fin te has decidido a lanzar un grito de auxilio es que nieguen tu dolor y te digan que aguantes. Así que ten eso también muy presente a la hora de pedir ayuda: acude a los tuyos, a tu gente, aunque sientas que les has dejado de lado durante mucho tiempo y te de vergüenza, aunque desde hace tiempo solo te relaciones con su familia y amigos, que la vergüenza no te paralice: los tuyos te quieren y te echan de menos, pide ayuda a tu familia y amigos.

Otra cosa que tal vez te paralice es la reacción que creas que van a tener cuando se lo cuentes. «Si le cuento a mi padre que me ha hecho xxxx, lo va a buscar y lo mata«, o «si le cuento a mi madre que me ha hecho xxxx la mato a ella de un disgusto«. Que te preocupes por la reacción de tu familia es algo lógico. Si te sientes más tranquila, dosifica la información: no es necesario que lo cuentes todo de golpe si aún no estás preparada o si temes la reacción de tu familia, puedes ir contándolo poco a poco cuando te sientas preparada.

¿Y por qué no le dejaste a la primera?

Una de las cosas que más me encabronizaban cuando conté lo que había vivido por primera vez era la insidiosa pregunta: «¿Pero por qué no le dejaste A LA PRIMERA? ¿Es que no te dabas cuenta?«. Sé que lo preguntaban con la sana intención de entenderme, pero aún ni yo misma tenía respuesta. ¡Claro que me daba cuenta de que las cosas iban mal! ¡Claro que me daba cuenta de lo que estaba sufriendo! Pero para entonces estaba ya tan machacada que era incapaz de salir de ahí, la estrategia que yo había seguido desde el primer momento es la misma que has seguido tú: ir renunciando poco a poco a pequeñas parcelitas de libertad hasta acabar reducida a ser un mero un satélite de él.

Sí, las cosas más graves a todo el mundo le horrorizaban. Sí, había otras cosas que, sin llegar a ser tan dolorosas, generaban consenso. Pero era incapaz de encontrar una «PRIMERA» vez, un punto a partir del cual las cosas empezaran a descarrilar. Fue todo poco a poco, al principio de forma sutil y después cada vez más exigente. ¿Sabes por qué no era capaz de encontrar una PRIMERA señal? Porque están completamente integradas y normalizadas en una sociedad que minimiza las señales que conducen a la violencia, y que cuando esa violencia se desborda y ocurre una desgracia, se lleva las manos a la cabeza. Es una pregunta tan difícil de responder porque «LA PRIMERA» es una señal tan sutil que te pasa casi inadvertida: la primera vez que te coge el móvil y revisa tus mensajes puede ser algo sin importancia pero no lo es, ya es una invasión de tu intimidad, que quizá en ese momento pueda incluso estar justificada (yo qué sé, te suena un mensaje o una llamada y estás en la ducha), y da pie a que esa actitud de revisar tus mensajes se convierta en algo cotidiano. Has abierto la puerta. La primera vez que tuerce el morro porque has estado con los compañeros de trabajo tomando unas birras al salir de la oficina y te dice «es que me preocupo por ti«, y la siguiente vez que te proponen un plan de afterwork ya no vas para que él no se preocupe. La primera vez que te saltas una clase por él. La primera vez que él te dice «llama al trabajo, di que estás enferma y quédate en casa conmigo» y lo haces. Y así infinidad de pequeños actos que son las primeras señales que a él le indican que es tu prioridad, que por encima de ti y de tus necesidades está él. Que es lo primero y renunciarías a cualquier cosa por él. Y para cuando te dice «con falda no sales de casa que pareces una puta» llevas ya tantas pequeñas renuncias que gota a gota esta ya no es «la primera», es solo una más, una que ya es visible, que ya casi cualquiera podría identificar, pero para entonces estás ya tan machacada que no tienes capacidad de resistencia para oponerte y sabes lo que ocurre si lo haces. Lo que ha ocurrido las otras veces que no has pasado por el aro y él te ha «castigado» con su indiferencia, con reproches, con acusaciones más o menos veladas. Es el síndrome de la rana hervida. Es indefensión aprendida. Ya no luchas por tus espacios, esa guerra la perdiste hace tiempo. El documental «No suele duelen los golpes» de Pamela Valenciano es muy ilustrativo

Ayer me encontré con esta viñeta de Moderna de Pueblo en la revista Cuore y me puso los pelos de punta. Fíjate cómo normaliza el control: tu novio no te deja quedar a solas con tus amigas y se acopla a los planes aunque a todas les incomode, solo puedes salir con ellas cuando él tiene otros planes pero vives agobiada y pendiente del teléfono para largarte pitando en cuanto te suene el whatsapp, dejas de tener opiniones propias para pasar a ser un clon de él… Y ENCIMA LA CULPA ES TUYA. ¿Cómo pueden exigirte ahora que le abandonases A LA PRIMERA, si las primeras señales además de considerarse algo habitual, encima te culpaban a ti de ello?

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Poco a poco fui perdiendo los pocos recursos con los que partía para defenderme ante esas situaciones, mis alarmas mentales fueron quedando completamente desactivadas hasta el punto de llegar a sentirme culpable, a dejar de reclamar mi espacio personal, a hacerme cada vez más pequeña, a que mi vida quedara reducida al pequeño espacio que él me permitía tener. Hoy sé que a eso se le llama síndrome de indefensión aprendida, pero entonces no lo sabía. Reconocerme a mí misma como víctima no fue algo inmediato: encajar todas las piezas del puzzle, observar la última década de mi vida en su conjunto en lugar de centrarme en situaciones puntuales y concretas, comprobar de dónde partía y cómo poco a poco mi vida y mi relación se habían ido degradando de forma paralela… fue un proceso complejo que llevó su tiempo y muchas horas de terapia.

A mí personalmente acudir a terapia me ha ayudado muchísimo, especialmente a no volver a caer en los mismos patrones de conducta, porque consentí muchas cosas en una fase temprana de mi relación que no tendría que haber consentido, y que a él le enviaron la señal de que podía aumentar la presión, podía pedir más, podía exigir cada vez más, podía premiarme cuando cedía y castigarme cuando no lo hacía, como una rata en un laboratorio presionando una palanca de forma adecuada para obtener el queso.

El feminismo me ha empoderado como mujer y me ha dado muchas de las respuestas que buscaba, pero la terapia me ha hecho comprender lo que es la persuasión coercitiva, cómo funciona la espiral del abuso, cómo se retroalimenta el ciclo de la violencia, cómo nos condiciona el refuerzo aleatorio, cómo el estrés postraumático nos hace bloquear recuerdos horribles, cómo funciona la codependencia… Y a entender que los maltratadores no son locos a los que un día se les va la cabeza: un maltratador te mata cada día un poquito, y si un día se le va de las manos, te remata definitivamente. Le debo mucho a la terapia, necesitaba comprender por qué me había pasado lo que me pasó, me negaba a conformarme con una respuesta del tipo «tuviste mala suerte, fuiste a dar con una mala persona», eso no me bastaba.

Para salvarnos un aspecto importantísimo es salir de la relación de maltrato, pero otro al menos igual de importante es no volver a caer en una relación así.

Ahora creo que tengo el radar de tíos tóxicos calibrado a la máxima potencia y a la mínima señal huyo. Un mensaje del tipo «oye, ha salido el tick azul en el whatsapp hace xx minutos y no has contestado, si has visto mis mensajes por lo menos podrías contestar que no te cuesta nada» para mí es una señal suficiente para que bloquee sin dar explicaciones, solo eso ya es motivo para sacar a alguien de mi vida. En otra ocasión estaba tomando un café en un bar con un tío al que estaba conociendo y mi movil estaba encima de la mesa, él lo cogió y le dio la vuelta para mirarlo. Le fulminé con la mirada, me acabé el café, nos despedimos y nunca más nos hemos vuelto a ver aunque él ha intentado que volviéramos a quedar.

Quien no haya pasado por esta experiencia dirá que exagero, que no es para tanto, que esto tampoco son señales de nada. Y yo responderé que esa actitud de minimizar las señales de alerta, de permitir una invasión de nuestra privacidad como si no tuviera importancia, de tolerar que exijan atención constante, es lo que desactiva nuestros mecanismos de defensa y nos deja completamente vulnerables a merced de maltratadores. Quizá estos chicos no llegaran a maltratar en la vida, pero esas actitudes no son sanas y disculparlos lo es aún menos. A las relaciones se viene con el respeto aprendido de casa.

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Poco a poco he ido aprendiendo no solo a detectar estas actitudes sino también a reaccionar ante ellas. Hace unos meses mi reacción era la de intentar dialogar, explicar mis emociones, tratar de que la otra persona cambiara su comportamiento… Y por eso he estado otra vez en el filo de la navaja: me saltaron las alarmas pero aún no estaba preparada para reaccionar adecuadamente. ¿Qué ocurrió? Conocí a un chico que me mandaba mensajes a todas horas para preguntar qué hacía. De una manera aparentemente intrascendente, tenía controlado cada movimiento de mi rutina diaria:

7:00 ¡Hola princesa, buenos días! ¿Ya te has levantado?
9:00 ¡Hola, guapa! ¿A punto de entrar ya en la oficina?
11:30 ¿Qué tal la mañana? ¿Sales a desayunar? Espero que no esté siendo un día muy duro
14:00 Hoy me he hecho para comer macarrones, ¿tú qué tal? ¿sales ya a comer?
17:00 ¿Qué tal la tarde preciosa? ¡Venga, que ya no te queda nada!
19:00 ¿Vas ya para casa? ¡Libre por fin!
21:00 ¿Qué vas a cenar? Yo hoy una ensalada, algo ligerito jejejeje
23:00 ¿A la cama ya preciosa? Que tengas dulces sueños

True story. Así un día tras otro. Al tercer día me cansé y le dije que estaba muy agobiada, que me sentía controlada y que quería que dejara de hacerlo. ¿Su reacción?

1. Negarlo. ¡No te controlo, solo me preocupo!
2. Victimizarse. ¡Parece que no hago nada bien!
3. Pasivo-agresiva. ¡Buenos días no controladores! (¿en serio? #facepalm)
4. Cargar la responsabilidad sobre mí. No todos los tíos somos como tu ex.
5. Intentar desactivar mis señales de alarma. Me estás catalogando antes de conocerme.
6. El comodín de la ex. Es que mi ex me puso los cuernos…
7. Castigarme. Bueno, pues no te mando más mensajes y cuando tú quieras ya me dirás algo.

¿Qué es lo único que NO HIZO? Pedir perdón por si su comportamiento me había hecho sentir incómoda, y preguntar cómo podría corregirlo en el futuro. ¿Te parece que exagero? Vale, ahora pregúntate a quien ayudas disculpando el comportamiento de este chico y llamándome a mí exagerada por manifestar que me hacía sentir incómoda. Y ahora vuelve a preguntarme eso de por qué no le dejé A LA PRIMERA.

– ¿Por qué aguantaste tanto tiempo? ¿Por qué no le dejaste a la primera?

+ Porque cuando te conté la primera, me dijiste que estaba exagerando. Y para cuando consideraste que ya no estaba exagerando, era demasiado tarde.

Lo que me salvó de recaer en una relación tóxica fue precisamente que este nuevo chico decidió ÉL apartarse de mí cuando le hice saber que sus mecanismos de manipulación no estaban dando resultado y me hacían sentir incómoda. Yo aun no estaba preparada para alejarme pero gracias a que lo identifiqué se alejó él. Las señales que envié le hicieron saber que su intento de control no iba a ser tolerado. Han pasado varios meses, muchas sesiones de terapia después y ahora ya no solo identifico las primeras señales sino que también estoy preparada para alejarme de quien las emite sin esperar a que sea él quien se aparte. Y eso se lo debo a la terapia, a la reflexión interna, a la ayuda de expertas en violencia de género y al feminismo a partes iguales. Hace 10 años no tenía ninguna de estas herramientas de defensa y envié las señales apropiadas para que una persona celosa y controladora se hiciera con todo el poder sobre mi vida, poco a poco fui cediendo cada vez más espacio hasta encontrarme atrapada en la tela de araña.

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Reincidencia

No solo los maltratadores son reincidentes, especialmente porque ni siquiera son conscientes de que lo son y repiten en sus relaciones un patrón de conducta que ellos consideran válido. Las mujeres que hemos vivido en una relación tóxica también solemos repetir con frecuencia los mismos patrones, y caer de nuevo en los mismos modelos de relación si no somos capaces de identificarlos y desactivarlos. Es muy fácil que nos convirtamos en víctimas reincidentes. La importancia de dar el paso de víctima a superviviente radica, precisamente, en saber cómo manejarte para no volver a caer en la misma dinámica.

Él no va a cambiar. Él cree estar actuando bien y no va a cambiar por mucho que se lo pidas. Como mucho, en algunos momentos puede ser consciente de que su comportamiento «se le ha ido de las manos«, pero el problema es de fondo: cree tener derecho a controlar y a someter, cree tener derecho a limitar la libertad de su pareja y cuando su pareja le desobedece cree tener derecho también a castigarla para reconducirla. No es un problema de gestión de la ira: es un problema de educación, de patrones de conducta aprendidos, de cómo entiende que deben funcionar las relaciones de pareja en un contexto hetero-romático. Él no va a cambiar. Es así y más vale que lo asumas cuanto antes por tu propia seguridad. No se negocia con terroristas.

De las 126.742 denuncias presentadas el año pasado (hay que tener en cuenta que muchas de ellas son múltiples denuncias a una misma persona), ¿cuántas habrían podido evitarse de haber mediado atención psicológica especializada, tanto a la víctima como al agresor? Desconozco si existen estadísticas públicas al respecto o alguna fuente fiable, al menos yo no las he encontrado, pero estoy razonablemente segura de que un porcentaje significativo de las relaciones de maltrato que acaban en denuncia, antes de llegar a ese extremo la víctima ha intentado todo lo que está a su alcance para reconducir la situación, incluido pedirle que acudan a terapia. Desde el momento en que él, que aún no es consciente de ser un maltratador, se niega a acudir a terapia cuando es evidente que la relación naufraga, quedan muy pocas alternativas.

Para que exista un maltratador, es necesario que exista una víctima. Igual que ellos se comportan conforme a patrones de conducta que han aprendido, nosotras también lo hacemos. No hay un «perfil de víctima» que cuadre con unas características sociodemográficas concretas, ese estereotipo que identifica las relaciones de maltrato como aquellas formadas por parejas con pocos recursos económicos, bajo nivel educativo y abuso de sustancias que anulan el juicio como alcohol o drogas es solo eso: un estereotipo. Y además es falso. Lo que sí hay son una serie de características, si no comunes, sí lo bastante frecuentes en las víctimas de violencia de género como para tenerlas en cuenta: baja autoestima, antecedentes de episodios depresivos previos al abuso, tendencia a establecer relaciones asimétricas con el otro sexo debido a la educación recibida y alta tolerancia a la violencia física y/o verbal. Se trata, como comentaba en una entrada anterior, de modelos de conducta aprendidos. Ellos aprenden a dominar y nosotras aprendremos a comportarnos de manera sumisa.

Citando de este artículo de Diana Soto:

Diversos estudios demuestran que una de cada siete mujeres casadas ha sido violada o agredidas sexualmente por sus maridos. El abuso sexual dentro de la pareja es cualquier contacto realizado contra la voluntad de la mujer desde una posición de poder. Sin embargo, las mujeres tienden a minimizar este problema porque creen que los hombres tienen unas necesidades que deben satisfacer a su manera. Por ello la mayor parte de las denuncias se refieren a los golpes recibidos pero no denuncian la violencia sexual. Para las víctimas, la violación es un acto que se produce entre dos personas desconocidas.

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Mi psicóloga me recomendó un libro que me hizo replantearme muchas cosas de mi propia vida antes de conocer al que ahora es mi exmarido, «Mujeres que aman demasiado» de Robin Norwood. Habla de la codependencia y de cómo algunas mujeres, por nuestra experiencia personal y lo que hemos vivido y aprendido, nos hace especialmente proclives a engancharnos a estos perfiles de hombres abusivos.

Soy muy pesada, pero estoy firmemente convencida. No se trata de culparnos, sino de aprender qué flancos hemos dejado al descubierto para protegernos. Por eso es muy importante, de cara a evitar la reincidencia en relaciones tóxicas, que la víctima de maltrato siga una terapia con especialistas en violencia de género orientada a erradicar esos patrones de conducta, a reactivar las señales de alerta, aprender cómo reaccionar para ponernos a salvo cuando nos suenan las alarmas y evitar volver a caer. El empoderamiento, esa palabra que los machistas odian con todas sus fuerzas, es un proceso importantísimo para escapar de relaciones tóxicas y no volver a caer en ellas.

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Fuentes:

37 comentarios

      1. Pues el esfuerzo ha merecido la pena. Y esto, para enmarcar:

        «– ¿Por qué aguantaste tanto tiempo? ¿Por qué no le dejaste a la primera?

        + Porque cuando te conté la primera, me dijiste que estaba exagerando. Y para cuando consideraste que ya no estaba exagerando, era demasiado tarde».

        Lo cuelgo enterito del facebook.

      2. Es que es un tema importante, identificar las primeras señales… La primera señal no es la primera vez que te pega, o la primera vez que te insulta, o la primera vez que te dice que así no sales de casa… Para cuando llega eso, ya has pasado por mil «primeras» que te han ido machacando poco a poco y a las que nadie ha prestado atención porque están normalizadas en una sociedad que tolera el control hacia las mujeres, que aún considera los celos una demostración de amor y no como lo que son: inseguridad y desconfianza.

        Tenemos un problema muy serio con la libertad individual en el ámbito de la pareja y con el control obsesivo.

  1. Muy buen artículo para que las víctimas hoy se reconozcan como tales y mañana pasen a ser supervivientes (como se comentaba en otra entrada, o, mejor dicho, no lleguen a serlo).

    También genial entrada para que el entorno actual aprenda a actuar de la forma más positiva para, de verdad, ayudar a esa víctima a evitar esa relación tóxica, y posibles venideras. Hacen falta herramientas empáticas a ambos lados para que esa persona se recupere y no se convierta en la gacela coja, si no que recupere la fuerza arrebatada. Interesante también para las futuras relaciones, especialmente en el caso de parejas. Insisto ni es una gacela coja, ni un muro de hielo, simplemente una persona que ha recuperado la confianza (que hay alguno que lo confunde…).

    Bravo por el ejercicio que estás llevando a cabo para extraer este tema del silencio social que lo envuelve y sacar a debate temas tan básicos como cuándo es esa primera vez que todos vemos tan clara. No cabe duda de la ayuda que le puede aportar a quién se encuentre en esta situación, ánimo!

    1. «Gacela coja», «muro de hielo… Esas metáforas me han hecho reflexionar.

      Gracias a vosotros por leerlo y ayudar, cada uno en su parcelita.

  2. Las mujeres controladoras, obsesivas y celosas no existen. Son los padres. Yo hablo, CADA DÍA, CADA HORA, CADA MINUTO Y SEGUNDO del día con mi pareja (que vive en la otra punta del país, literalmente) y nos preguntamos mutuamente qué hemos hecho o que vamos a hacer, qué comimos, cuándo salimos, etc.

    Cierto que a la mayoría esto puede ser agobiante, pero, al igual que otros lo llevamos sin ningún problema también existe este problema contra el género opuesto.

    Antes de que me soltéis el clásico «machista» deciros que soy mujer y «feminista». ¿Por qué entre comillas? Porque no me gusta usar la palabra feminismo cuando se está luchando por la igualdad de género y la palabra no lo proclama realmente.

    1. No voy a debatir contigo sobre feminismo hasta que, como mínimo, te hayas leído la definición en la wikipedia.

      Que hay mujeres celosas y controladoras, sí. ¿Y qué? ¿Qué inputs reciben los hombres en relaciones así? «Ponla en su sitio, NO SEAS CALZONAZOS. Mándala a la mierda que estás con los colegas«. Si no eres capaz de ver la diferencia y la implicación que tiene eso en nuestra socialización de género, yo aquí no he venido a enseñar a nadie lo que es básico.

      Que tú tengas una relación determinada con unas reglas que habéis pactado libremente y con las que los dos os sentís cómodos: genial, estupendo, enhorabuena, me alegro. Pero lee bien la historia que he contado: al tercer día le dije que ese comportamiento me hacía sentir incómoda. ¿Cual fue su actitud? Intentar manipularme para seguir comportándose igual ignorando mi malestar. Si su comportamiento te parece correcto, entonces enhorabuena otra vez: estás justificando los mecanismos que conducen al maltrato.

      A hacer de abogado del diablo a otra parte, en este tema no hay debate posible.

  3. Genial artículo. Muy necesario el empoderamiento de las mujeres… y de las personas. Puedo decir siendo varón, que me he sentido identificado en algunos puntos, perdiendo mis espacios de autonomía, teniendo que cambiar mis ideas hasta que coincidieran completamente y teniendo discusiones fuertes cuando oponía resistencia. Control cuasiabsoluto por lo que hacía o no cuando no estábamos juntas… En fin, un sin vivir. Y lo peor de todo son esas ganas de volver (de pereza) porque había ilusiones y cosas buenas que se querían construir en común y no se quieren perder. Y cómo jode que te digan que «te lo vas a perder»… uno siempre tiende a pensar en lo bueno, pero no en lo malo que se va a perder 😉
    Una amiga me dijo, nunca aceptes el dinero ni el amor de quien quiera condicionar tu vida. Y así pienso hacer.
    Un saludo y gracias

  4. ¿Usó fuerza física contra ti alguna vez? He leido un poco en diagonal, pero no veo mención concreta a agresiones o amenazas de él contra ti. Ambas son delito e indefendibles, por supuesto. Pero tu caso parece más una contienda sicológica muy desigual, en la que él tenía mejor armamento y más energía. Tu reacción (loable) antes de derrumbarte, ha sido buscar aliados. Primero en documentales y lecturas (desde Cuore a tratados sicológicos), luego entre terapeutas de pago, abogados y ahora en algo parecido a la «opinión pública» en la mente de un bloguero. Entiendo y aplaudo que te fortalezcas, que te prepares para la lucha, pero igual estás llevando tu caso particular demasiado lejos. Lo que podría ser un duelo se convierte en una guerra mundial. Y por el tono de tu respuesta al único comentario no seguidista es agresiva, insultante, intolerante… ¿Quizás te ha contagiado tu ex pareja o es que viertes sobre tu percepción de él todo lo que no admites de ti misma?

    1. Inés, dado que mi caso particular está en fase de instrucción judicial, obviamente no puedo dar detalles acerca de lo que preguntas y no puedo relatar aquí las agresiones que sufrí hasta que un juez dictamine si fueron o no constitutivas de delito. Mi abogada pide 6 años de prisión, no sé si eso te aclara algo.

      Me hace mucha gracia donde se sitúan los «peros». Yo no soy racista pero. Yo no soy machista pero. Yo no soy homófobo pero. Las agresiones y las amenazas son indefendibles pero. Todo correcto.

      Lamento si te parece que mi respuesta anterior fue intolerante: ciertamente hay cosas que considero que no se deben tolerar.

      1. Puedes publicar tranquilar que has puesto una denuncia que incluye maltratos físicos, no te pasará nada. Acusar en un blog, sin respaldo judicial, de que él te pegaba sí que podría traerte consecuencias.

        De haberlos, todas habríamos escrito en primer lugar de la lista «golpes», «gritos», «amenazas», «forcejeos» o «humillaciones». Pero (¡pero!) ¿habría hecho falta una lista?

        Sí, no me avergüenza mucho usar la conjunción adversativa. Es síntoma de contradicción, de no-perfección, de estar viva, de saber perdonar y olvidar, a ti misma y a los demás, de no analizar en exceso, hasta las conjunciones adversativas.

        Lo de la intolerancia me suena a la «tolerancia cero» de los políticos, que les permite hacer lo que les viene en gana. Me vale a mi también para no tolerar el tono pero (!) sobre todo el contenido de tu respuesta a GeneralizaciónHoy.

      2. Probablemente porque has hecho una lectura en diagonal y porque careces de formación en violencia de género. ¿Puedes añadir a la lista de motivos para no volver con alguien, motivos que consideras que son culpa tuya? Sería absurdo. Por otro lado, también he enlazado cómo funciona el estrés postraumático para bloquear recuerdos en víctimas de violencia de género. Pero claro, para quien tiene el tono y la actitud de «es todo muy fácil, esto lo arreglo yo EN DOS PATÁS», entiendo que esos matices se le escapen.

        La referencia a los políticos suena a respuesta pasivo-agresiva por tu parte, algo muy poco propio de quien pretende sentar cátedra habiendo hecho una lectura en diagonal y sin tener todos los datos… Bueno, no: en realidad sí es la redacción esperable.

        Sigo sin ver que hay de malo ni en el tono no en el contenido de la respuesta a la que te refieres, y para no tolerarlo la solución es bien sencilla. ¿Venir a mi casa a decirme cómo me tengo que comportar, qué tengo que tolerar o cómo tengo que responder? Hasta ahí podía llegar la broma.

      3. 1. Entras a cuestionar la calidad/cantidad de las agresiones que sufre y le sugieres una forma de relato que te entre mejor, porque tú lo habrías contado así. Empezamos bien.
        2. Admites que no te has leído bien la entrada.
        3. La acusas de «generalizar» cuando ya en el título aclara «relación tóxica’.
        4. Menosprecias la violencia psicológica y socio-económica que puede sufrir una persona.
        5. Entiendes que advertir y concienciar es «prepararse para la guerra». No sé, quizás eres tú la que ve esto de manera conflictiva y no nadie más. Aquí sólo se expone una serie de medidas y recordatorios para las relaciones abusivas y tóxicas mónogamas y heterosexuales.
        6. Estar viva no es ser incoherente. Es un proceso biológico contrario a la entropía. Si pretendes ensalzar tus disonancias cognitivas como algo constitutivo de orgullo, bueno. Es tu problema. No pretendas que los demás sean tan laxos con su propio esquema moral.
        7. Ella publicará lo que crea oportuno sobre su proceso judicial y seguro que su abogado le ha dado una información mucho más certera de lo que podrás darle tú en un comentario de blog. Es SU privacidad y no tienes ningún derecho a pedirle cuentas de nada.
        8. Metes con calzador el tema político. De verdad, qué cansinidad.

  5. Jessica …. escribo dsd Africa, y con una conexion fatal … media hora xa q se cargara esta pagina ,….. pero tenñia que decirte que el articulo es ESPECTACULAR ,….. no le falta nada.
    Ya quien no lo entienda es xq directamente no quiere o no puede .

    Gracias.

    Un abrazo

  6. Gracias, Jessica, por explicarlo tan bien. Y sí, los libros de Robin Norwood son fundamentales, y te diré que en España funcionan grupos de autoayuda de mujeres anónimas formados a partir de ellos y otra literatura. Además de la terapia y otras herramientas, ayudas y apoyos, a mi me salvaron la vida. Hay terapeutas que los recomiendan encarecidamente Tienen ya 30 años de experiencia y tratan todo tipo de adicciones (dependencias). Tú lo has escrito, en el principio y en el fondo están nuestras carencias y dependencias emocionales que hemos aprendido por la educación, el ambiente, la familia disfuncional, etc. Creo que hay que insistir mucho en ese aspecto entre las mujeres desde antes de la adolescencia. Y no me olvido de los hombres: los maltratadores tampoco nacen, se hacen, y hay que actuar ahí para desactivar todos los flancos de la cultura patriarcal que da lugar a machismo.

  7. Gracias por un estupendo,claro y sincero artículo. Iniciando un viaje para descubrir porque estoy tan indefensa y cuales fueron las «primeras». De nuevo gracias en especial por la afirmación de que sales.

  8. Muy buen artículo. Si necesitáis ampliar información, leed por favor los libros de Marie-France Hirigoyen, sobre todo «El acoso moral». Es increíble cómo te abre los ojos y te además te ayuda a retomar el control de la situación y superar todo.

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