Seguro que te lo has planteado alguna vez: ¿Por qué los hombres no pueden sufrir violencia de género? ¿Por qué a la violencia contra las mujeres se la llama violencia de género y la violencia contra los hombres no lo es? ¿Es que acaso las víctimas de género masculino no existen o no le importan a nadie? 

¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia de género?

feminazi

¿En qué piensas cuando piensas en violencia?

Agresiones físicas. Quizá también gritos, empujones, puede que incluso insultos. Sin embargo, la violencia no se limita a agresiones físicas. Y en concreto la violencia de género comprende otras muchas manifestaciones de violencia que sufrimos las mujeres por el mero hecho de ser mujeres en una relación afectiva.

Seguramente te preguntarás «¿por el mero hecho de ser mujeres? ¿Qué significa eso? Nadie agrede a su pareja solo porque ser mujer, eso no tiene sentido, seguro que hay muchos otros factores«. Pero sí lo tiene si te paras a pensarlo mínimamente y no te quedas en la superficie. Y esos otros factores confluyen en uno: por ser mujer. «Por el mero hecho de ser mujer» implica tener que comportarte de acuerdo a tu rol de mujer, a lo que tu pareja espera de ti en tanto que mujer, y a lo que tiene derecho él en tanto que hombre. Roles de género que son una construcción social, que responde a lo que la sociedad espera de cada uno de los miembros de la pareja y que por eso son tN difíciles de desarraigar y que no se dan en otro tipo de relaciones de forma sistémica.

Lo que diferencia a este tipo de violencia de otras formas de agresión y coerción es que el factor de riesgo o de vulnerabilidad es el sólo hecho de ser mujer.

Violencia económica

El hecho de que él, por norma general, sea quien mayores ingresos tenga; el hecho de que, de los dos miembros de la pareja heterosexual, sea ella quien esté en situación de mayor vulnerabilidad económica al tener mayores dificultad de inserción laboral. No me lo invento yo: 

 

reparto horas tareas domesticas
Horas diarias de trabajo doméstico. Diferencias por género y modelo laboral de pareja

 

Así que sí, el hecho de que ellos tengan mayores ingresos y ellas tengan que dedicar una jornada laboral extra al trabajo doméstico pone a las mujeres en situación de mayor vulnerabilidad ante una situación de violencia económica. Y esto no es una situación puntual de una pareja en concreto: es una situación sistémica. ¿Que tal vez tú conoces un caso en que ella gana más que él, y él se encarga de todas las tareas del hogar mientras que ella no hace nada? Maravilloso. Es un caso puntual. El plural de anécdota no es datos. Por lo general en parejas heterosexuales son las mujeres quienes están en situación de mayor debilidad económica frente al varón, y eso las sitúa en una situación de vulnerabilidad sistémica, por el mero hecho de ser mujer, ante situaciones de violencia económica.

 

Mónica de Oriol prefiere no contratar mujeres de entre 25 y 35 para evitar embarazos

 

Dada esta situación sistémica y generalizada, también es frecuente que sean las mujeres quienes asuman como responsabilidad propia las tareas domésticas, el cuidado de los hijos y de la familia en general. Es por ello que son las mujeres mayoritariamente quienes tienen trabajos a media jornada y quienes dejan sus carreras laborales para atender a hijos y a familiares en situación de dependencia. Todo esto nos coloca como mujeres en una situación de mayor vulnerabilidad.

De ahí que en casos de violencia machista con componente económico, si el agresor obliga a la víctima a dejar de trabajar o le controla todo el dinero que entra en casa, la víctima tenga mayores dificultades a nivel económico que si fuera al revés. Por eso decimos que se trata de violencia de género por el mero hecho de ser mujer, y por eso los hombres no pueden sufrir violencia de género.

Violencia sexual

Cuando se denuncia violencia de género, se tienden a denunciar agresiones físicas y fuertes discusiones con insultos de grueso calibre. Así lo demuestra el hecho de que la mayor parte de las denuncias se realicen o bien mediante parte de lesiones que envía el hospital al juzgado, por intervención directa de la policía, o por atestado policial con denuncia de la víctima. Las denuncias presentadas directamente por la víctima en el juzgado son una porción ínfima del total.

 

Quien denuncia la violencia de género

 

No obstante, la violencia sexual dentro de la relación es un tipo de delito que se considera infradenunciado. Las víctimas de violencia de género denuncian agresiones físicas, denuncian gritos e insultos, pero no denuncian las agresiones y abusos sexuales asociados, en muchos casos porque lo consideran NORMAL. Porque aún no tenemos asumido el modelo de la persuasión coercitiva, y porque a ellos se les educa en la idea de que un «NO» es la primera parte de una negociación.

Si un hombre es violentado sexualmente, salvo que el episodio de abuso sexual tenga lugar en la infancia, tiene muy claro que ha sido forzado. No así la mujer. Recomiendo vivamente la lectura del artículo «Yo quería sexo pero no así» que explica muy bien esa sensación de confusión y culpa que sienten mujeres que mantuvieron relaciones sexuales en contra de su voluntad y que no son capaces de trazar muy bien la línea que separa el consentimiento del abuso sexual.

 

Blancanieves si fuera consciente de lo que estar sufriendo un episodio de abuso sexual

De hecho, hay varios países de la Unión Europea que ni siquiera tipifican la violación matrimonial como delito. Según datos de la OMS, Un 25% de las mujeres con pareja ha sufrido alguna vez abusos sexuales por parte de su compañero. Cito del artículo de El País enlazado:

En España, el Código Penal no menciona explícitamente la violación conyugal, aunque la ley contra la violencia de género sí incluye los atentados contra la libertad sexual. Pese a esto, denunciarlo no es fácil para las mujeres. “Hablar de relaciones sexuales forzadas es un gran tabú. Dar el paso e ir a la policía a hablar sobre los golpes y los insultos es enormemente complicado, pero es aún peor hablar sobre los abusos”, cuenta Antonia A. Esta historiadora de 49 años sufrió malos tratos por parte de su esposo durante 17 años. Ahora, cuando hace ya cinco que le dejó y se divorció, recuerda que, al principio, era mucho más consciente de la gravedad de los golpes que de las agresiones sexuales. “Era mi marido, ¿cómo iba a ser eso abuso?”, dice.

Cito de este otro artículo de Diana Soto:

Diversos estudios demuestran que una de cada siete mujeres casadas ha sido violada o agredidas sexualmente por sus maridos. El abuso sexual dentro de la pareja es cualquier contacto realizado contra la voluntad de la mujer desde una posición de poder. Sin embargo, las mujeres tienden a minimizar este problema porque creen que los hombres tienen unas necesidades que deben satisfacer a su manera. Por ello la mayor parte de las denuncias se refieren a los golpes recibidos pero no denuncian la violencia sexual. Para las víctimas, la violación es un acto que se produce entre dos personas desconocidas.

Violencia psicológica

Cuando hablamos de violencia y agresiones se tiende a pensar exclusivamente en violencia física, sin tener en cuenta muchos otros pequeños actos que están completamente normalizados dentro de nuestro rol de género como mujer y dentro de la pareja y que, sin embargo, restringen nuestra libertad sometiéndonos a la voluntad del macho de turno, y que al revés nunca se producen. Hablo de situaciones tan cotidianas en muchas relaciones como:
  • No me gusta que te pongas falda corta, vas vestida como una puta.
  • No me gusta que hagas topless en la playa, no quiero que otros miren lo que es solo mío.
  • No me gusta que quedes con tus amigos, yo soy un tío y sé cómo piensan.

Son cosas que están tan normalizadas que casi ni escandalizan, y cuando expresas que esto coarta tu libertad te dicen que eres una exagerada mientras que cuando la situación se agrava el mensaje es que por qué no le dejaste «a la priemra». Pero lo cierto es que mediante estas expresiones te están diciendo que no puedes vestirte como te dé la gana, que tu cuerpo es una propiedad privada y que tus amigos hombres son un peligro porque tú no tienes ninguna capacidad para decir «no», que tu voluntad no importa. Tu cuerpo, tu ropa y tus amigos tienen que ser controlados de cerca, tu voluntad tiene que ser supervisada y aprobada por el macho de turno. Careces de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión. Y se considera NORMAL. Pero no lo son, responden a una superioridad del hombre sobre la mujer, una relación de poder asumida y normalizada, y es contra todo esto contra lo que la Ley Integral Contra la Violencia de Género pretende luchar. Por eso el primer párrafo de la LIVG dice literalmente:

La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión.

Por supuesto, que también hay mujeres celosas, posesivas y controladoras. ¿Alguien ha dicho lo contrario? Lo dudo. Sin embargo, ni sus causas ni sus consecuencias responden a algo sistémico. Basta hacerse algunas preguntas como:

– ¿Dejarías que tu novia hiciera top-less en la playa?

– ¿Te molestaría que tu mujer diera de mamar en público?

Para observar que el cuerpo de la mujer y su libertad forman parte del debate. Sin embargo, al revés ni se cuestiona. ¿Alguna mujer ha dicho alguna vez a lo largo de la historia a algún hombre «no quiero que vayas a la playa en bañador porque tu cuerpo es solo mío y no quiero que otras disfruten con la mirada algo que me pertenece«? Permíteme que lo dude, y el hecho de que las frases anteriores suenen a una posición si más no al menos entendible mientras que la segunda nos parezca propia de una loca desquiciada, nos da una idea de lo que es sistémico o generalizado, y lo que es anecdótico o puntual.

celos playa
Quino y el cuerpo de la mujer

 

Por otro lado, las respuestas que este tipo de comportamientos propios de celosos patológicos generan en el entorno de la víctima, de quien ve limitada su libertad individual por imposición de su pareja, son diametralmente opuestos si se trata de una mujer o un hombre. No hay más que ver los mensajes que recibe un hombre con una mujer que responde al arquetipo de celosa y controladora:

– Eres un calzonazos, hazte respetar, ponla en su sitio, ¿quién lleva los pantalones en tu casa?

En cambio a las mujeres se nos dice

– Respeta a tu hombre, no le provoques, no zorrees por ahí, cásate y sé sumisa.

Es obvio que esto responde a una relación de poder, se admite como normal que un género domine y el otro se comporte de manera sumisa, y está tan normalizado que luchar contra esta concepción de las relaciones despierta iras salvajes. Las mujeres deben comportarse de manera sumisa para no provocar los celos de novio/posesivo y a asumir ese rol pasivo como normal por el mero hecho de ser mujer, mientras que a los hombres se les invita a revelarse contra una mujer posesiva. Por eso los hombres también pueden sufrir maltrato psicológico, pero no violencia de género.

Violencia física

Por supuesto que pueden existir parejas en las que la mujer sea más fuerte que el hombre y le agreda físicamente, le maltrate y le tenga sometido psicológica y económicamente. Nadie dice lo contrario. No obstante, lo frecuente es que sea el hombre quien tenga mayor fuerza física.

Estadísticamente, los hombres tienen mayor fuerza física que las mujeres y es por eso que las pruebas de acceso a diferentes cuerpos como los bomberos o la policía están diferenciadas y adaptadas por sexos (que no por géneros), y por eso aunque existan determinados casos puntuales en que la mujer es más fuerte que el hombre, lo estadísticamente frecuente es a la inversa. Y por eso los hombres pueden sufrir agresiones físicas, pero no pueden sufrir violencia de género.

 

justicia e igualdad
Diferencia entre igualdad y justicia

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