Cuando necesitas destruir a una mujer para sentirte poderoso

Internet y BlogosferaMachismo Vs. Feminismo

Me tengo a mí misma por una persona bastante insignificante, y no entiendo a santo de qué hay tanta gente con una fijación enfermiza conmigo. Soy una empleada mileurista sin repercusión mediática, sin responsabilidad política, no soy representante de ninguna asociación, ni pertenezco a ningún colectivo, no dirijo ni soy portavoz de ningún observatorio, no tengo columna en ningún medio de comunicación con cientos de miles de lectores, no he sido elegida representante de nada por ningún partido político… Y sin embargo recibo un nivel de odio que me resulta extravagante.

 

Autora: Loish
Autora: Loish

 

No lo personalizo en mí, es un fenómeno bastante frecuente. Criticar una serie de actitudes despreciables te hace acreedora del odio fanático de quienes creen que tener esas actitudes es SU DERECHO y tú se lo estás quitando, maldita hembrista que quiere oprimir a los hombres y quitarles su derecho a opinar sobre el cuerpo de cualquier mujer que se les cruce y a insultarla si no recibe esos piropos de la manera adecuada, ¿qué te has creído, feminazi de mierda, que tienes derecho a ir por ahí como te de la gana y que te respeten? ¡Eso es querer a los hombres castrados y sumisos y va contra su naturaleza!

 

img_2956

 

Me fascina esa afición por un lado a echar mano del «Not All Men» a la primera de cambio pero luego a esconderse detrás del «todos los hombres son así» cuando críticas una ACTITUD y te dicen que si odias ese comportamiento entonces significa que odias a TODOS los hombres. ¿En qué quedamos?

Otras antes que yo acabaron cerrando sus perfiles en redes sociales porque no pudieron soportar el acoso sistemático, la cantidad de odio que tuvieron que soportar por parte de cientos de hombres escondidos tras el PC y creyéndose seguros y amparados en el anonimato, compañeras que tuvieron que tragar muchísima mierda hasta que decidieron dar un paso atrás porque no aguantaban más. ¿Su pecado? El mero hecho de que preguntes qué hicieron ellas para MERECER tales niveles de acoso ya es sintomático, pero te lo diré: haber hablado de temas que molestan a quienes consideran que están en su derecho a ejercer una masculinidad avasalladora.

Esta respuesta por ejemplo no me la han dado a mí, sino a una compañera tras hacerle saber al energúmeno de turno que no estaba interesada en su opinión sobre su físico. ¿Adivinas? Necesitó menos de 5 palabras para meter el «malfollada» de canto. «Tu opinión sobre mi físico no me interesa» es una afrenta intolerable que requiere varias líneas se insultos, a ver que te has creído, feminazi.

 

 

Cualquier feminista con un perfil activo en internet sabe lo que es tener constantemente a un grupo más o menos numeroso con tiempo libre y ganas de tocarle las narices. No hablo de gente con ganas de «debatir», que os voy a preguntar una cosa: ¿debatir, qué? ¿Acaso creéis que tenemos ganas de ver cuestionada nuestra experiencia diaria y de tener que andar dando explicaciones sobre nuestras decisiones vitales a todo desconocido que se nos cruce tan solo porque está aburrido y quiere practicar un mero entretenimiento dialéctico?

 


 

No me refiero a gente con ganas de «debatir» que no es consciente delo que eso implica, sino de gente que tiene ganas de molestar, de llevarte hasta el agotamiento para conseguir que te retires, que dejes de defender (al menos públicamente) aquello en lo que crees. Gente para quien cada cuenta feminista cerrada o inactiva es un galón en su pechera. Gente que puede pasarse meses mencionándote todas las semanas con la misma matraca, en grupo. Gente que se mete en tus conversaciones con terceras personas, ya sea para reconfortar a quien te critica o para darles la vara si te apoyan. La típica estrategia del maltratador consistente en aislar a la víctima, dejarla sola, crear un cordón a su alrededor que impida a nadie que se acerque por la vía de molestar a quien lo haga.

 

 

O gente que utiliza situaciones humillantes para hacerse los graciosos y obtener así la aprobación del grupo. ¿A qué mujer no le parece sumamente divertido que el idiota de su vecino le robe las bragas del tendedero para masturbarse con ellas, mientras las fotografía y lo cuelga en un foro donde otros cientos de tíos aplauden como focas amaestradas? Pues este aprendiz de troll se lo inventa para sentir que tiene la aprobación del grupo, esos amigos que necesita con desesperación y que fuera de internet tanto le faltan. Es bastante triste. Si no fuese tan repugnante, me daría hasta pena lo necesitado de un abrazo que está.

 

 

O peor aún: gente con ganas de hacer daño. Gente que no puede petarte fiscicamente porque no te tiene delante, y porque en caso de estarlo probablemente carecerían del valor necesario para levantarte la mano y exponerse a que te defiendas, pero escondidos como ratas detrás de un ordenador y de un perfil anónimo tienen la protección que necesitan para intentar hacer daño a las personas que les molestan. Proyectan el daño que mujeres libres les hicieron al rechazarles (¡malditas feminazis! ¿Qué se habrán crecido?), y ejecutan esa venganza tratando de infringir daño a mujeres desconocidas que les transmiten fortaleza y opiniones firmes y eso les trastoca sus cimientos.

Tengo a unos 20 o 30 trolls cuyo mayor mérito en la vida es haber hecho 5 amigos en Twitter gracias a sus cuentas anónimas especialmente dedicadas a molestar a feministas, que no se pierden uno solo de mis posts, ni uno solo de mis tuits, que guardan capturas de cosas que dije hace meses, por más insignificantes que sean, para poder utilizarlas en mi contra sacadas de contexto. Gente que está como loca por «destronarme de mi altar» (?) y «remacharme aún más» (?).

 

 

Gente que se toma la molestia de decir que han hablado con mi ex (no sé si lo habrán hecho ni me importa) y erigirse en su abogado defensor en las redes sociales, en juez y jurado. Gente que no nos conoce de nada a ninguno de los dos pero que tiene ganas de remover mierda que está JUDICIALIZADA y que ni les va ni les viene, pero como son HOMBRES se sienten directamente interpelados: una denuncia a UN HOMBRE afecta a TODOS LOS HOMBRES. Uno para todos y todos para uno. A un hombre denunciado le salen defensores hasta de debajo de las piedras, y una mujer que denuncia es acusada de poner una denuncia falsa desde un minuto antes de que se le haya pasado siquiera esa idea por la cabeza.

 

 


Gente que se crea cuentas diciendo ser mi ex con el único objeto de seguirme y llenarme las menciones con su mierda pretendiendo hacer creer a alguien que se trata de mi ex. Gente tan absolutamente llena de odio que invierte su tiempo intentar incordiar a alguien a quien ni siquiera conocen por el mero hecho de que no les gusta lo que opino, no les gusta que opine, no les gusta que me crea con derecho a tener un blog y escribir aquí lo que me de la gana, no les gusta que cuestione las bases de un sistema en el que viven tan a gusto, aunque yo no tenga el más mínimo poder para cambiarlo. Si ven alguno de mis posts compartido en el muro de alguna de las mujeres que conocen les entran ardores de estómago porque ese detalle insignificante significa que hay una mujer menos en su vida sobre la que tienen algún tipo de poder, y eso no lo soportan y me hacen a mí directamente culpable.

Mi libertad de expresión les molesta y reaccionan usando la suya para intentar hundirme. Porque libertad de expresión es el derecho inalienable de cada machirulo a decirte QUE TE CALLES. Y solo por eso no me da la gana de callarme.

 


 

Pobres y patéticos animalillos haciendo acrobacias para llamar mi atención, cuantísima tiempo invierten estos pobres seres en intentar destruirme, no se dan cuenta de que sus pobres balbuceos dicen más de ellos y sus tristes vidas que de la mía. Si yo, que no soy nadie, les parezco que estoy «entronizada en un altar» y tienen que esforzarse para bajarme de ahí… ¿Desde qué profundidades me mirarán ellos? Hace falta saberse muy piojo para que alguien tan insignificante como yo les parezca «entronizada en un altar». Algo que tampoco es nuevo: es una técnica propia de maltratadores, tratan de destruir el amor propio y la autoestima de su pareja para sentirse poderosos. O ni siquiera poderosos: tan solo un poquito menos piojo insignificante.

 

 

Y, sin embrago, son menos peligrosos si trollean a feministas desde sus casas, porque si tuvieran acceso a armas de fuego…

  

8 comentarios

  1. Muy penoso todo, como siempre, me dan una rabia que para qué.
    Mucho ánimo con los trolls machirulos, Jess; que no te quiten de tu «trono» que no es más que la autoestima que a ellos les falta. Y lo saben. Y les jode infinito.

Los comentarios están cerrados.