Autora: Laura Makabresku
Autora: Laura Makabresku

 

A raíz del post sobre el autosabotaje al intentar ponerle fin a una relación de maltrato, me han contactado vía email varias mujeres que estaban atravesando una situación parecida, que ya han decidido dar el paso de alejarse de la persona que tanto daño les hace y me pedían consejos para evitar volver a caer, para resistir a la tentación de volver a llamarle, de enviarle un mensaje, de volver a quedar…

Dar una respuesta en estos casos es casi como recomendar un tratamiento homeopático: «pues a mí me funciona«. No tengo otra respuesta. No pretendo tener la receta universal para salir de una relación tóxica o de maltrato, ojalá la tuviera. Y la vacuna contra el cáncer. Pero no tengo la respuesta, por desgracia no tengo la solución que te ayude a salir de ese estado de enganche que te está destrozando. Solo sé lo que me ayudó a mí, pero no tiene ni por qué ser una receta universal. Mis estrategias para salir del infierno no tienen por qué ser válidas para todo el mundo, y desde luego cuando estás inmersa en una relación así es normal que estés machacada a nivel tanto físico como psicológico, salir sin ayuda es dificilísimo.

¿Cómo desenamorarte de una persona tóxica o de un maltratador? Aunque hayas tomado la decisión de alejarte de él, aún persiste el apego hacia esa persona, el amor que crees sentir por él no desaparece de un día para otro. De entrada yo niego la mayor: ni siquiera creo que se trate de amor o de enamoramiento propiamente dicho. Tiene mucho más de apego y dependencia emocional que de amor. Nuria GB definició la dependencia emocional así:

La dependencia emocional se puede definir como la necesidad afectiva extrema que una persona siente hacia otra a lo largo de sus diferentes relaciones. Cuando decimos “extrema”, nos referimos a “desproporcionada”, ya que genera malestar en el sujeto y consecuencias autodestructivas. Es una exageración de aquello que es propio de las relaciones de pareja. Y cuando decimos “necesitar” no decimos “querer”. “Necesitar”, implica que algo es absolutamente imprescindible.

La diferencia entre “amor normal” y “amor patológico” es meramente cuantitativa. Esa necesidad afectiva extrema es lo que subyace a otra serie de comportamientos, como la sumisión, los pensamientos obsesivos en torno a la pareja o sentimientos intensos de miedo y abandono. Los dependientes describen en ocasiones algo así como tener “hambre” de la pareja.

Es frecuente que una relación tóxica esté caracterizada por la codependencia, pues ya se ha encargado él de lograr minar todo atisbo de tu independencia y convencerte de que dependes de él. No creo que se pueda salir de ahí mientras aún estás con el apego en todo lo alto y la autoestima machacada, es un proceso lento en el que poco a poco te vas dando cuenta de cosas que no encajan, y de repente un día tu cabeza hace «click» y las conexiones que estaban perdidas reconectan. En una conversación con La Chica Morena, me dijo una frase que me pareció una definición brutal de lo que es este tipo de relaciones: cuando estás en la burbuja no te das cuenta; y de repente es como si abrieran una puerta y la luz te ciega.

 

Autora: Charlotte Grimm, aka Esprit Confus
Autora: Charlotte Grimm, aka Esprit Confus

 

Se ha pasado mucho tiempo erosionando tu autoestima hasta dejarla hecha una piltrafa. Empiezan con un «¡ay, princesa, mira que eres tontita eh, cariño! ¿qué harías tú sin mí? Menos mal que te quiero que si no…» Y acaban con un «PERO MIRA QUE ERES INÚTIL, ES QUE NO HACES NADA BIEN. MENOS MAL QUE TE AGUANTO, QUE SI NO TE QUEDABAS SOLA«. Entre uno y otro extremo, hay una gama de grises inmensa, pero todo son mensajes que van en la misma dirección, y que te ha lanzado durante todo este tiempo por cosas tan estúpidas y que le pueden pasar a cualquiera como que te olvides las llaves dentro en casa, o que se te rompa un vaso fregando, o que te olvides de algo al hacer la compra. Cosas completamente humanas que ha utilizado para ir minando tu autoestima, y que ahora está bajo mínimos. Recomponerte y reunir la fuerza suficiente para salir de ahí no es fácil.

Lo que sientes no es amor: es apego. El apego es cuando quieres a una persona para que te haga feliz y te dé lo que tú deseas. Es un sentimiento de dependencia, de enganche: «no puedo vivir sin ti«, «sin ti mi vida no tiene sentido«, «sólo tú me haces feliz«… No hay libertad, sino dependencia, esclavitud. En una relación de apego, la pareja necesita al otro para que él la complete, para que llene su vacío interior, para que la haga feliz. Y si él no te da lo que necesita, sientes un gran vacío interior y mucho sufrimiento pues ya se encarga de modular los afectos a su antojo como un grifo que abre y cierra para conseguir lo que quiere en cada momento y de alentar el miedo a que te abandone. Te ha convencido de que no puedes vivir sin él, y te escatima el afecto cuando le conviene como forma de castigarte. Si estás en el camino de romper con eso, vas a necesitar toda la fuerza que puedas reunir. Si tú sola no puedes, pide ayuda. Porque no es amor, es apego, es dependencia emocional con la autoestima machacada, y se puede salir de ese círculo vicioso. No es fácil, pero se sale.

A mí me funcionaron algunas «técnicas» (y lo pongo entre comillas) para resistir durante la primera fase, cuando está todo muy reciente, acabas de decir BASTA pero él no se da por vencido, cuando aún estás muy frágil y la tentación de volver a caer en la misma dinámica es fortísima.

De entrada, no pensar. Sí, parece un consejo absurdo, me explico. Durante los primeros días, quizá incluso semanas, a mí me vino muy bien hacer cosas que mantengan la mente ocupada para no pensar en el caos emocional. Evitar tener espacios mentales, huecos a lo largo del día para darle vueltas a lo que ha pasado. «Si le doy tregua al coco, me vengo abajo«, solía decir. Mantenerme entretenida, buscar actividades que me mantuvieran la mente ocupada y alejada de pensamientos repetitivos, de esos momentos en que te pones a darle vueltas una y otra vez, a recordar cada detalle, a intentar comprender cada palabra, cada gesto… Y no sacas nada en claro, te subes por las paredes, estás confusa, dudas— y te asalta la tentación de llamarle para que te aclare algo que él no tiene la menor intención de aclarar. Salir de una relación tóxica es como montar en bici: si dejas de pedalear, te caes. Ya habrá tiempo, con calma, más adelante, para pensar en todo lo que ha ocurrido, cuando tu autoestima esté más o menos recompuesta y cuando te sientas más fuerte, pero no ahora que estás como una adicta con un fortísimo síndrome de abstinencia.

 

Foto de Claus Tom Christensen
Foto de Claus Tom Christensen

 

Algo más adelante, cuando empezaba a recuperar un poquito de autoestima porque me había mantenido firme ante sus intentonas de volver a quedar, fue el orgullo. A mí una de las cosas que mejor me funcionó fue el orgullo de resistir. Un revulsivo para la autoestima, una fuerza que cada día es un poquito más grande. Cada día que pasaba sin llamarle, sin mandarle un mensaje, me sentía un poquito más fuerte y me sentía más orgullosa de mí misma, me ayudó a recuperar poquito a poco la autoestima. Los primeros días son los más duros, pero después el peligro está en confiarte demasiado y pensar que puedes manejarlo, y empiezas a hacerte trampas al solitario: «le llamo para saber cómo está, podemos quedar como amigos, es una pena por el tiempo que ha pasado, quiero que sepa el daño que me ha hecho…» Trampas, todo trampas mentales. Mantente fuerte. Es como cuando llevas meses sin fumar y un día piensas «por un cigarro seguro que no pasa nada«. ¡GRAVE ERROR!

Luego también está el tema de la gratificación… No deja de ser una adicción, y como tal volver a verle te produce un cierto «placer», o al menos te calma la ansiedad temporalmente aunque a largo plazo sabes que te destroza. Buscar cosas que te hagan sentir bien y te calmen la ansiedad, los autocuidados, mimarte, darte un baño, una buena comida en un sitio que te guste… yo qué sé, lo que sea que te funcione y que te haga sentir bien. Yo lo llamo «hedonismo low cost», pequeños caprichitos que puedes conseguir de forma rápida y que te ayuden a sentirte bien y así distraer a tu cerebro de las trampas que te va a enviar.

Y en cuarto lugar, súper importante: pedir ayuda cuando veas que te viene grande. Tener varios contactos de emergencia a quienes acudir y que no te dejen caer. ¿Tienes amigas donde vives que puedan acudir a la llamada? ¿O con quien tengas confianza y puedas pasarte dos horas al teléfono?  ¿Alguien que pueda acudir y sacarte de casa para evitar que entres en una espiral autodestructiva de pensamientos tóxicos? Avisa a esas personas de confianza de que es posible que las necesites y que es importante, ponlas sobre aviso, en la medida que puedas sincérate y cuéntales lo ocurrido. Seguro que te van a ayudar. Estarás pensando «ya, pero es que ellos tienen su vida hecha y sus cosas, no voy a ir yo a molestarles con mis problemas«. Tú misma estás siendo reticente a pedir ayuda, a dejarte ayudar. La gente que te quiere estará encantada de echarte una mano a salir del agujero, estoy convencida, solo tienes que pedirlo.

¿Odiarle a él ayuda? No lo creo. Es una de las etapas del duelo, la ira, y supongo que es inevitable pasar por ese estado de rabia y frustración cuando te das cuenta de todo lo que te ha hecho, pero no conviene que ese estado se alargue más de lo necesario para sanar y poder seguir adelante, porque la rabia, la ira y el odio consumen mucha energía y espacio mental. Llega un momento en que ese odio se transforma en indiferencia y enfocas todo el esfuerzo necesario en cuidarte, en protegerte, en evitar volver a caer.

Pese a todo lo anterior, tengo que decir que no soy psicóloga y todo esto está basado en mi propia experiencia, que no tiene por qué ser universal. Para este tipo de situaciones soy una firme defensora de la terapia. De verdad, creo que es la mejor decisión que he tomado en toda mi vida, porque el machaque durante tantos años había dejado secuelas muy profundas y había que resolverlo desde la raíz. No obstante, entiendo que el estigma relacionado con la salud mental es un freno muy poderoso, y que además no es algo que esté al alcance de todas las mujeres en una situación crítica: cuando no requieren intervención psiquiátrica de urgencia, la seguridad social es muy deficiente en temas de atención a la salud mental en general, y puede pasar tranquilamente que pidas cita y te la den para varios meses después.

 

terapia

 

En mi caso, por ejemplo, pedí cita el 13 de julio, para psiquiatría por el tema de la medicación (los psicólogos no pueden recetar, por lo que si necesitas ansiolíticos o antidepresivos, aunque sea de forma temporal para salir del paso, tendrás que acudir a los servicios de psiquiatría) y fue relativamente rápido, me dieron cita para 10 días después, pero para psicoterapia me dieron cita para el 4 de diciembre. Casi 5 meses de espera, para una primera consulta de 20 minutos, y dos meses de espera más para la siguiente sesión, y eso para una persona que ya había sido diagnosticada de depresión de larga duración y de ideación autolítica. Mientras tanto, el tratamiento de siempre: antidepresivos, ansiolíticos, y ¡sal a que te de un poco el aire, mujer, anímate, sonríe un poquito! Lo cual está muy bien, no te creas, porque lo que era en origen un planteamiento suicida se transforma en ideas homicidas y quieres estrangular a quien te dice esas chorradas, así que todo bien, supongo que eso significa el tratamiento funciona. Genios.

 

Tratamiento contra la depresión. Advertencia: puede inducir al suicidio. YOU GUYS ARE DOING A GREAT JOB ?
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Advertencia: puede inducir al suicidio.
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Si en tu comunidad la psicoterapia por la sanidad pública está saturada y al límite por los recortes, y acudir a terapia psicológica en una consulta privada no es una opción por su elevado coste, puedes optar por acudir a asociaciones que trabajan con víctimas de violencia de género. Allí donde los recursos públicos no llegan, las asociaciones y fundaciones llenan el hueco. En Barcelona por ejemplo tienes la fundación Tamaia que ayuda a mujeres maltratadas y desarrollan modelos de atención integral y de larga duración.

Si te estás planteando denunciar la violencia sufrida, el acompañamiento psicológico durante todo el proceso es imprescindible para tu estabilidad emocional, porque lo que viene a continuación de tomar la decisión de denunciar es una carrera de obstáculos. Desgraciadamente aún hay fiscales que hacen una total dejadez de funciones y ni se presentan a la declaración que hagas en el juzgado, se limitan a leer el resumen que hace el secretario judicial y con eso valoran si tu testimonio es coherente y si la denuncia sigue adelante o se archiva. Hay jueces con muy poca sensibilidad y cero tacto a la hora de hacer preguntas, que confunden ser objetivos con ser brutales. Su abogado defensor va a utilizar todo lo que pueda para desacreditar tu testimonio y tienes que estar psicológicamente preparada para eso. La frustración de darte cuenta que hay episodios dentro de toda la relación de maltrato que son moralmente reprobables pero que no son legalmente punibles también será un mazazo importante, y sentirte desprotegida por la justicia no ayuda precisamente en el proceso de recuperación. Es un proceso largo y muy desgastante, tendrás que revivir lo que has pasado, aguantar que te cuestionen constantemente, y necesitas estar fuerte para no hundirte por el camino. Esto tiene que servir para ponerle punto y final a la historia de maltrato y para empoderarte, no para hundirte otra vez.

 

Autora: Brooke Shaden
Autora: Brooke Shaden