Un codependiente hace todo para que lo quieran. No dice que no a nada, no pone límites. Se queda más horas en el trabajo, hace de todo por la pareja aunque la pareja no haga nada para él; sus vínculos son muy poco recíprocos, da demasiado y no recibe nada. Tiene miedo de reclamar y de enojarse porque siente tanto terror de que lo abandonen que empieza a callar su enojo y así se acostumbra a vivir en un estrés crónico que, ya se sabe, es mucho peor que el estrés agudo»

Así lo describe la licenciada Patricia Faur, autora del libro No soy nada sin tu amor, las dependencias afectivas en las relaciones humanas y una de las especialistas más reconocidas sobre este tema en Argentina.

Aunque sufran horrores en su cruzada por salvar a los otros, los codependientes no pueden cortar sus vínculos sin ayuda. Son adictos: no a una sustancia, sino a una relación. Puede sonar extraño, y de hecho a la psiquiatría le llevó años incluir en su canon a las adicciones de comportamiento, entre las que también se cuentan la ludopatía y la adicción al sexo.

En estos adultos-niños la dependencia emocional es tan fuerte que aun cuando ven que una relación los lleva al desastre, no la pueden terminar, y ahí está el componente adictivo. Como en otras adicciones, necesitan seguir ‘consumiendo’ ese vínculo para llenar el vacío». Pero también, aclara Faur, son «adictos a la ilusión»: toleran lo que sea con la esperanza irreal de que el otro cambiará, y de que todo volverá a ser como en la etapa de «las mariposas en el estómago».

En lo que a las mujeres respecta, la cultura occidental también hizo su aporte nefasto. Desde que Eva dejó el Edén marcada por la culpa, lo que la historia personal no nos da la sociedad nos lo presta.

La mujer tiene más mandato social sobre el cuidado; la mujer es más cuidadora que el hombre. El hombre está más habilitado, por ejemplo, a internar a su cónyuge en un geriátrico, la mujer no. Que ella no pueda cuidarlo está mal visto, pero si la decisión la toma él decimos ‘pobre, no podía más’.

La psicóloga, también docente de la Universidad Favaloro y magíster en Psiconeurofarmacología y Psicoinmunoendocrinología, aporta más diferencias en lo que respecta al comportamiento masculino y femenino frente a las relaciones. Por ejemplo, los estudios científicos relacionan mucho más el estrés conyugal con la mujer y el estrés laboral con los hombres. A nadie se le escapa que, llegados los 40 abriles, un varón pondrá en perspectiva el éxito profesional, mientras que para una mujer de la misma edad el parámetro más importante será la realización afectiva. Tener pareja o ser madre serán las variables con las que medirá su éxito personal.

También existen cuestiones neurobiológicas que nos vuelven más vulnerables a las mujres, que tenemos nuestra propia ‘danza hormonal’. En general, la mujer lleva su proceso de dolor, ‘aguantando’ y dando muchas oportunidades dentro de la pareja». Sin embargo, cuando la mujer toma la decisión de separarse difícilmente de marcha atrás. Es cierto, eso sí, que la decisión llega cuando está al límite de sus fuerzas. El hombre, en cambio, hace crisis recién cuando enfrenta el divorcio.

No por nada el concepto de dependencia afectiva surgió de la observación de los familiares de alcohólicos.

Las mujeres de estos hombres se deprimían cuando ellos comenzaban la recuperación. Los terapeutas no entendíamos por qué: ¿acaso lo que más querían en la vida no era que él dejara de tomar? Pero justamente ahí está la clave: el codependiente necesita ser necesario para alguien. Estas mujeres se deprimían porque pensaban que el marido ya no las elegiría, porque no las necesitaban más.

Habrá que aprender a reconocer mecanismos propios que tienden a buscar relaciones dolorosas, desparejas, donde toda la atención está puesta en el otro y no hay posibilidad de reciprocidad.

Se trata de modificar un patrón de relación, y eso no implica separarse de nadie ni arreglarse con nadie, sino recuperar la propia identidad que se perdió en el camino. A veces son mujeres atrapadas en relaciones que terminaron hace años, que añoran a alguien que ya no las ama.

Los varones también pueden desarrollar otros estilos de vinculación nocivos, con características muy particulares.

En su caso, suele darse el apego evitativo, que también habla de un trastorno infantil. Son hombres que ponen distancia, no porque no necesiten de nadie sino, por el contrario, porque necesitan de alguien desesperadamente, pero tienen tanto miedo al abandono que prefieren no relacionarse para no sufrir.

Sus eventuales parejas no les escucharán nunca decir una palabra de amor. Los acusarán de aislarse… Y cuando ellas se alejen, «la verán irse con lágrimas en los ojos y muriéndose por dentro, pero no dirán una palabra, porque es tan grande la presión de no poder responder que, aunque sea por un momento, este hombre sentirá alivio»..

Extraído de Dependencia afectiva, ¿por qué algunas mujeres soportan el sufrimiento y el abuso? Vía Parece Amor pero no lo es.

Vale. Llegados a este punto, lo voy a decir abiertamente: estoy cagada de miedo.

 

Autor: Corwin Prescott
Autor: Corwin Prescott