La última vez que lo consulté, yo no representaba a nadie más que a mí misma y mis opiniones me pertenecen solo a mí. Leerme no es obligatorio, ni tenéis que estudiaros lo que yo escribo para aprobar ningún examen ni nada parecido. Me leéis por gusto o por vicio, allá cada cual con sus motivos. Así que no me podáis responsabilidades si lo que digo de vez en cuando no os gusta. No soy portavoz ni representante de nada ni de nadie, tan solo soy un ser humano con mis incoherencias, mis contradicciones, mis miedos y mis fobias. Como tú, probablemente. Si en su día me pusiste en un pedestal y ahora me he caído de él, cabe la posibilidad de que ni en su día mereciera tanta admiración ni ahora tanto odio.

Entre ayer y hoy, me han quitado el carnet de feminista unas dos docenas de veces a cuenta de los modelos de crianza, porque no comparto un determinado modelo que promueve implicar en la crianza colectiva a mujeres que hemos decidido no ser madres. Un grupo muy concreto de personas con un modelo de crianza que no comparto están enardecidas por mi insolidaridad: no quiero criar hijos propios, menos aún los de otras. Creo que la línea a seguir es la de la corresponsabilidad en la crianza y en los cuidados, deben ser los padres quienes se impliquen más hasta lograr una crianza igualitaria que hoy por hoy estamos muy lejos de alcanzar, y cuando los padres de las criaturas estén implicados al 50%-50%, entonces igual es el momento de implicar al resto de la sociedad. Perdón: quise decir de la tribu. O de la manada. A mí me da igual. Pero mientras los padres no se impliquen de manera equitativa, todo está teoría de «los cuidados en el centro» me parece una trampa para implicar en la crianza a mujeres que no han querido o no han podido tener hijos por el motivo que sea. Una forma de trasladar la responsabilidad a otras mujeres, ya que con sus parejas han dado la batalla por perdida.

¿Qué quieren criar en manada? Me parece bárbaro. ¿Qué ser madre es agotador y necesitan tiempo para ellas? Fabuloso. Cero críticas a eso, todo mi apoyo. ¿Que pretenden que todos los espacios sean aptos para niños porque hay que poner los cuidados en el centro y la sociedad en conjunto debe volcarse con la infancia? Ahí ya tengo mis reticencias. Considero que no todos los espacios son aptos para niños, y está bien que no lo sean. Creo que está bien que existan espacios libres de niños donde las madres (¿y los padres?) puedan descansar de la maternidad y tener tiempo para ellas porque comprendo que no quieran ser madres 24/7… Y también para mí, que no quiero serlo y gracias a esos espacios no tengo que aguantar a los niños de otras mientras el padre está a sus cosas. Y ahí es donde se me echan encima. Tal es su grado de beligerancia contra quienes no compartimos ese modelo de crianza en concreto que yo las llamo «la secta del pañal».

Se me han echado encima con navajazos por la espalda incluidos. Y cuando digo navajazos me refiero a cosas tan feas como la mujer de un amigo diciendo que cuando mi novio me vuelva a maltratar ya las necesitaré de nuevo y entonces se darán el gusto de darme la espalda. No sé qué parte de esa idea la convierte en buena persona, o al menos en una persona mejor que yo. O en qué la diferencia del machista recalcitrante que te amenaza con la soledad eterna tan solo aliviada por la compañía de media docena de gatos. La misma que me exige sororidad con su forma de vida porque ser madre es muy duro. OLRAIT.

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Para empezar, María, ¿cuándo te he pedido yo ayuda a ti? Nunca. Sí le pedí ayuda a Pablo y pasó de mí cuando le necesitaba, así que para el caso… Tú no te acordarás, Pablo, pero yo sí me acuerdo que te estuve llamando durante semanas. Fuiste el único con quien no pude contar, mientras el resto me dijeron que para lo que necesitara, tú ni siquiera devolvías las llamadas ni los mensajes. Estabas muy ocupado. Y lo entendí, aunque me doliera, nunca te lo he echado en cara. Menos mal que tú sí te considerabas amigo mío de antaño. Con amigos como vosotros dos, ¿quien necesita enemigos?

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Esto no es algo nuevo ni tampoco algo que sólo me ocurra a mí. El feminismo es diverso, de hecho no podemos hablar de «el feminismo» sino que lo correcto sería hablar de «los feminismos», pues son numerosas las corrientes con análisis y propuestas contradictorias y a menudo enfrentadas entre sí. Y estos debates con demasiada frecuencia trascienden lo ideológico para caer en lo personal.

El nivel de violencia verbal entre nosotras cuando se abren determinados debates muchas veces no tiene nada que envidiar a la violencia que recibimos de fuera por «hembristas feminazis».

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No hay debate sobre prostitución que no acabe igual, con insultos de calibre bastante grueso entre regulacionistas y abolicionistas, y quitándose el carnet de feminista las unas a las otras.

La pornografía también genera debates encendidos, hace unos días asistimos a un espectáculo a mi juicio bastante lamentable entre Beatriz Talegon y sus seguidores contra Amarna Miller y sus seguidores, a cuenta de una charla sobre feminismo y porno organizada por Podemos. Según un sector nada desdeñable del feminismo, es incompatible ser actriz porno y autocalificarte de feminista pues la industria de la pornografía ampara abusos y violaciones y fomenta la cosificación de la mujer como objeto de consumo para el hombre heterosexual; mientras que para otro sector del feminismo la pornografía puede ser una vía de empoderamiento, cada una tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que le de la gana y estigmatizar a una mujer por ser trabajadora sexual es sucio y rastrero. Y diría que poco feminista también, pero sería caer en lo mismo que estoy criticando en esta entrada.

¿Qué decir cuando se debate sobre transfeminismo y feminismo radical? Insultos de TERF/transfóbique/asesine por un lado, acusaciones de misoginia por otro.

Existe una especie de ley de Godwin según la cual en cualquier debate sobre bisexualidad y pansexualidad, a medida que la discusión se alarga la probabilidad de que el sector pansexual acuse de transfobia al resto tiende a uno.

Y la cosa ya se vuelve realmente problemática cuando hablamos de BDSM. Ahí aquellos que se identifican con un rol dominante en juegos sexuales CONSENSUADOS y SEGUROS entre ADULTOS son tildados de maltratadores sin matices, mientras que aquellas que se identifican con un rol sumiso son alienadas como mínimo; mientras que del otro lado de responde a estos ataques de la forma previsible: si no tienes claro el tema del consentimiento a estas alturas es que tienes un problema, y quienes critican al BDSM son poco menos que meapilas reprimidos que cuyo discurso parte de posturas que criminalizar las fantasías y conllevan que cuando mujeres que practican BDSM denuncian un traspaso del consentimiento y agresiones sexuales, ni los jueces ni la sociedad las tome en serio. Ese kink-shaming que facilita la impunidad de los abusos por un lado, mientras que por otro califica todo el BDSM de abusos encubiertos.

Esto no es nuevo. Lo he visto otras veces antes. Lo que sí es nuevo es utilizar este tipo de argumentos sucios, rastreros y personales contra una mujer que no comparte tu modelo de vida. Se os llena la boca exigiéndome sororidad para cinco minutos después darme la espalda porque no comparto vuestro modelo de crianza y me niego a que me lo impongáis en contra de mi voluntad.

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Me entristece pero no me sorprende. Lo que debería ser un debate enriquecedor, un sano intercambio de ideas… acaba con demasiada frecuencia convirtiéndose en una batalla campal sobre quién tiene la legitimidad única y exclusiva de la lucha feminista.

A ver cuándo este club establece unos criterios de admisión claros, que estoy hecha un lío: yo ya no sé si soy de las nuestras.

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Autora: anntheginger

Actualizo: un ejemplo del nivel de odio y violencia del que hablaba más arriba. ¿En qué se diferencian un machirulo y una «feminista» cuando califican a otra feminista se «medió desequilibrada» por no compartir sus opiniones, o de hacer un Flaco Favor al feminismo? No se diferencian en nada. Lo del debate «cuando no hay ni media falta de respeto» en un hilo en el que me han llamado gilipollas y «muy lista no es» es bastante curioso. Y lo de la denuncia por difamación ya es para mear y no echar gota.

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Pero oye, «mira lo sororísima que soy que después de ponerla verde durante dos días, voy y suelto que a lo mejor tiene un mal día». Que alguien le de el premio a la sororidad, que lo está pidiendo al gritos, hacedme el favor.

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