Me tiene absolutamente fascinada el poder que me atribuyen mis haters. Mientras yo me siento un pingajito insignificante con un blog regulero, ellos me tratan como si fuese presidenta de un organismo con poder de influir en el gobierno para cambiar leyes o una columnista que llega a varios cientos de miles de lectores. La última ya es que me atribuyan un poder de manipulación telepático capaz incluso de lograr que personas a las que no conozco de nada hagan lo que yo quiero, mientras no soy capaz de llegar a tiempo al tren por las mañanas. Creo que elegí el súperpoder equivocado.

 

 

Cuando me dicen que soy una gran manipuladora, pretenden insultarme pero lo cierto es que no me insultan a mí, de hecho sería casi un halago si no fuera porque quienes dicen esto son personitas insignificantes, gente tan pequeña que necesitan humillar a mujeres (o creer que lo están haciendo) para sentirse poderosos.

Cuando dicen que yo manipulo, no están reconociendo mis grandes habilidades dialécticas: lo que están diciendo es que quienes me leéis sois todos gilipollas.

 

Autora: Beatriz Martin Vidal
Autora: Beatriz Martin Vidal