El pasado martes 6 de febrero reivindicamos el Día de la Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina (MGF). Quizá lo primero que nos venga a la cabeza sea la ablación del clítoris, aunque este es solo uno de los aspectos que contempla. En realidad, la mutilación genital femenina comprende todos los procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos. Se trata de procedimientos que no aportan ningún beneficio a la salud de las mujeres y niñas, que pueden producir hemorragias graves y problemas urinarios, y más tarde pueden causar quistes, infecciones, complicaciones del parto y aumento del riesgo de muerte del recién nacido.

Se trata de una violación de los derechos humanos de las mujeres y las niñas. Se calcula que cada año más de tres millones de niñas corren el riesgo de ser sometidas a mutilación genital. Más de 200 millones de mujeres y niñas vivas actualmente han sido objeto de la mutilación genital femenina en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia donde se concentra esta práctica. En la mayoría de los casos se practican en la infancia, en algún momento entre la lactancia y los 15 años.

Pese a que en la mayoría de los países donde se practica existe un marcado rechazo social, según ha documentado Unicef, es una práctica que todavía prevalece, asentándose en opresiones ancestrales relacionadas con el género femenino, como son la virginidad impuesta, la fidelidad obligatoria, el control de la sexualidad y del cuerpo de las mujeres, la autonomía del placer femenino y la libertad de decidir sobre nuestros propios cuerpos. La mutilación genital femenina está reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas, refleja una desigualdad entre los sexos muy arraigada, y constituye una forma extrema de discriminación de la mujer. Viola los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho a no ser sometido a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte.

Voy a ahorrarme descripciones morbosas, pero si queréis ampliar información sobre el tema podéis recurrir a la web de la Organización Mundial de la Salud.

Los motivos por los que se practica la mutilación genital femenina difieren de una región a otra y de una época a otra, aunque siempre responden a una mezcla de factores socioculturales vehiculados por las familias o comunidades. A continuación se resumen los motivos citados con más frecuencia.

  • Allí donde esta práctica es una convención (norma) social, la presión de la sociedad para que el individuo obre como lo hacen y lo han venido haciendo los demás, así como la necesidad de aceptación social y el temor al rechazo de la comunidad, constituyen poderosas motivaciones para perpetuar esta práctica. En ciertas comunidades la mutilación genital femenina es una práctica casi universal y muy rara vez cuestionada.
  • La MGF se considera a menudo parte necesaria de la crianza de la niña y una forma de prepararla para la vida adulta y el matrimonio.
  • A menudo la mutilación genital femenina responde a la concepción de lo que se considera una conducta sexual aceptable y tiene por objetivo asegurar la virginidad antes del matrimonio y la fidelidad después de él. En muchas comunidades existe la convicción de que reduce la libido de la mujer y la ayuda así a resistir la tentación de relaciones extraconyugales. Además, en el caso de las mujeres cuya abertura vaginal ha sido sellada o estrechada, se supone que el miedo al dolor que causaría su apertura y a la posibilidad de que ello sea descubierto disuaden aún más a la mujer de mantener relaciones sexuales extraconyugales.
  • Es más probable que se lleve a cabo esta práctica en los contextos en los que se considera que la mutilación genital femenina aumenta las posibilidades de encontrar marido.
  • La mutilación genital femenina viene asociada a modelos culturales de feminidad y recato, portadores de la idea de que las niñas son puras y hermosas una vez que se eliminan de su cuerpo aquellas partes que se consideran impuras o no femeninas, esto es, masculinas.
  • Aunque no hay escritos religiosos que prescriban la práctica, quienes la llevan a cabo suelen creer que tiene un respaldo religioso.
  • Las estructuras locales de poder y autoridad, como los líderes comunitarios y religiosos, los circuncidadores e incluso parte del personal médico, pueden contribuir en algunos casos al mantenimiento de la práctica.
  • En la mayoría de las sociedades la MGF se considera una tradición cultural, argumento que se utiliza a menudo para mantener su práctica.
  • En algunas sociedades, la adopción reciente de esta práctica está relacionada con la imitación de las tradiciones de grupos vecinos. A veces ha comenzado como parte de un movimiento más amplio de resurgimiento religioso o tradicional.
Parece evidente que todos los motivos expuestos se relacionan de una manera muy fuerte con una concepción muy concreta de los roles de género asociados a la feminidad.

Los organismos internacionales y los colectivos feministas llevamos trabajando más de dos décadas, luchando conjuntamente por la erradicación de esta práctica. En 1997, prosiguiendo la labor realizada en los decenios anteriores, la OMS, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) hicieron pública una declaración conjunta contra la práctica de la mutilación genital femenina. En 2007, el UNFPA y el UNICEF pusieron en marcha el Programa conjunto sobre la mutilación/ablación genital femenina con el objetivo de lograr que esta práctica sea abandonada cuanto antes. En 2008 la OMS, junto con otros nueve organismos de las Naciones Unidas, hizo pública una declaración sobre el tema en la que se abogaba por intensificar las labores de sensibilización para lograr que la mutilación genital femenina fuera abandonada. En esa declaración, titulada: “La eliminación de la mutilación genital femenina: declaración interinstitucional”, se presentaban datos científicos, reunidos en los diez años anteriores, sobre la práctica de la mutilación genital femenina. En 2010 la OMS, en colaboración con una serie de grandes organismos de las Naciones Unidas y organizaciones internacionales, hizo pública una estrategia mundial destinada a impedir que el personal de salud practicase la mutilación genital femenina. Y el trabajo continúa hasta el día de hoy.

Pues bien, me muero de la pena al comprobar cómo todo este trabajo de décadas se va por el fregadero, cómo el transactivismo tira a la basura décadas de trabajo de concienciación y, una vez más, las pollas acaparan el discurso. Esta vez desde el feminismo transactivista, que tiene el mismo falocentrismo incrustado hasta el tuétano.

Que hay mujeres con pene, lo sabemos. Que hay hombres con vagina, lo sabemos. Que tenéis un eurocentrismo que no podéis con él, quizá aún no lo sepáis pero alguien tiene que decíroslo.

No, no voy a poner capturas de pantalla, no me las pidáis. No quiero señalar a nadie y esto no va de una persona o de un grupo de personas en concreto. Es un discurso generalizado dentro del feminismo transactivista eurocéntrico que ha decidido negar que una parte fundamental de las opresiones que vivimos las mujeres tienen su origen en la biología. Cuando en China se abortan fetos porque en la ecografía aparece una vagina y nadie espera a que el bebé nazca, se haga mayor y pueda expresar con qué género se identifica, y decimos que se las aborta o se las abandona en orfanatos por ser niñas, señalar ese hecho no es transfobia. Cuando decimos que en África se somete a las personas con vagina a mutilaciones genitales, y que esas mutilaciones están relacionadas con una idea muy concreta de la feminidad (virginidad, fidelidad, recato, sexualidad, etc.) y decimos que se las mutila por ser niñas y que para que cuando crezcan y sean mujeres se comporten como se espera de ellas según unos roles de género estereotipados, no es transfobia.

Cuando decís que también es mutilación genital femenina el que una mujer trans ADULTA se someta VOLUNTARIAMENTE a un tratamiento MÉDICO, con toda la INFORMACIÓN en su poder, con las máximas GARANTÍAS SANITARIAS, y con la intención de completar una transición, un proceso de reasignación de género, como complemento a un tratamiento hormonal para que su expresión de género se acomode a sus expectativas y reducir su disforia de género, o bien para obtener un reconocimiento administrativo de su identidad en un determinado país, por muy injustos que sean los requisitos para acceder a los cambios administrativos o por muy duros que sean los efectos secundarios… estáis demostrando un eurocentrismo escandaloso, además de un egocentrismo vomitivo. Competir en las Olimpiadas de la Opresión con niñas pequeñas a las que se somete a una tortura en contra de su voluntad, sin garantías sanitarias, sin control médico, sin ningún beneficio para su salud, tan solo para encajar en un concepto de feminidad opresiva, debería daros vergüenza.

Y ya que haya quien compare la mutilación genital con la depilación, no sé si le da vergüenza, me imagino que no porque ni la tiene ni la ha conocido, pero yo estoy abochornada de leer tanta tontería en tan pocas horas.

¿Con qué cara os atrevéis a defender un feminismo post-colonial mientras invisibilizáis opresiones propias de mujeres y niñas de los continentes africano y asiático? Estáis ejerciendo el mismo feminismo blanco, burgués y eurocéntrico que en otros aspectos tanto cuestionáis (probablemente muchas veces con razón). Una de las cosas más valiosas que nos ha enseñado el análisis interseccional es que la opresión de género se cruza con otras opresiones, como la la raza, la clase social, el estatus de migrante o la diversidad funcional. No se trata de una competición por saber quien está más oprimida, si Ana Patrícia Botín o Condoleezza Rice, Carolina Bescansa o Pablo Echenique, Obama o la panadera de mi barrio que es bollera, divorciada, con dos niños y cobra el salario mínimo. Se trata de entender que no somos el ombligo del mundo, que ahí fuera hay otras realidades diferentes a la nuestra, y que no todas las opresiones tienen que pasar necesariamente por un qué hay de lo mío.

Se las mutila y se las aborta, porque son niñas y porque serán mujeres. Para que encajen en el molde que la sociedad nos ha preparado a las mujeres. Y si hace falta hacerlas entrar en el molde a martillazos, se hace. Cuando se las aborta o se las mutila por tener vagina, nadie se plantea si cuando puedan hablar expresarán una identidad de género distinta.

Que el colectivo trans tiene unas opresiones propias es indudable. No voy a ser yo, entre otras cosas porque no me corresponde, quien se ponga a enumerarlas. Los colectivos trans, de la mano de los colectivos feministas, están trabajando para que en el reconocimiento de la identidad de género y en el acceso a terapias de sustitución y/o bloqueo hormonal no sea necesario un diagnóstico de disforia de género, de hecho han luchado a brazo partido para que fuese erradicado del DSM y lo han logrado. Que en algunos países sea necesaria la cirugía de reasignación para el reconocimiento administrativo de su identidad es una aberración; que las terapias, los tratamientos hormonales y las cirugías tienen unos efectos sobre el organismo brutales y muchas veces irreversibles es algo que merece toda nuestra atención.

Pero pretender eliminar la palabra «femenina» de las campañas contra la mutilación genital que sufren personas con vagina para hacerlas encajar en el rol de género femenino me parece que no va a solucionar las opresiones del colectivo trans, y solo va a contribuir a invisibilizar el sesgo de género de una violación de los derechos humanos que solo sufren personas con vagina porque se espera de ellas que encajen en un rol femenino. Las personas trans no nacieron en un cuerpo equivocado: nacieron en una sociedad equivocada que no acepta la diversidad. Las personas con vagina mutiladas no solo nacieron en la sociedad equivocada, también nacieron con los órganos sexuales equivocados, y en función de eso se espera de ellas un determinado comportamiento tradicionalmente asociado al rol de género femenino. Borrar la palabra «femenino» no elimina su opresión: invisibiliza el origen sistémico de la misma.

El 31 de marzo es el día mundial de la visibilidad trans. En lugar de parasitar otras reivindicaciones, de intentar silenciar el análisis de género que entronca con una mutilación que afecta a la salud sexual y reproductiva y en último término a la vida de millones de mujeres y niñas al año, en lugar de intentar silenciar y esconder todas las opresiones en el mundo que interseccionan con el hecho de nacer con vagina y lo que se espera de nosotras por ese hecho… podéis utilizar vuestro propio día para visibilizar todas las opresiones que os afectan por vuestras circunstancias propias. Pretender visibilizarlas todas bajo el mismo paraguas y a costa de esconder la palabra MUJER se parece mucho al «toda violencia es violencia» que quiere eliminar el análisis de género, cargarse la ley integral contra la violencia de género, emborronarlo todo, invisibilizar las características propias de la violencia que se ejerce contra la mujer para intentar someterla y dominarla. Porque esto es algo que defendemos ya desde hace décadas: mezclar violencias es ocultarlas todas. Si las diferentes violencias tienen origen distinto, tratemos a cada una en función de sus características particulares.

Calificar de tránsfobo el trabajo para erradicar la mutilación genital femenina porque «hay mujeres con pene» es una muestra más de vuestro falocentrismo, vuestro eurocentrismo, y de un egocentrismo tan exacerbado que ya he perdido la esperanza de que llegue el día en que saquéis la cabeza del culo.

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