Ayer tuvo lugar la conferencia Puteros World Congress: la Barcelona del turismo sexual, en el Auditori de la Calle Calabria 66, organizada por la Plataforma por el Derecho a no ser Prostituídas y Somos La Mitad, con Cruz Leal, Judith Bosch y Alika Kinan. El leit-motiv de la charla no deja lugar a dudas:

El mayor congreso de tecnología del mundo es también estos días la mayor feria de mujeres prostituidas del mundo.

Exposición de perspectivas y charla-debate sobre la prostitución como institución patriarcal y forma de violencia extrema hacia las mujeres, el mercado y los modelos de ciudad del S.XXI.

La marca Barcelona se vincula con la oferta de «turismo sexual de negocio» y se convierte en un atractivo más de la ciudad.

Ocurre en todos los eventos masivos con presencia mayoritariamente masculina, lo mismo da el Mobile World Congress que el mundial de fútbol: allí donde se producen en momentos muy concretos grandes concentraciones de hombres, la demanda de prostitución se dispara durante los días que dura el evento.

Pensar que todas esas mujeres ejercen de manera libre y autónoma, y que son felices ejerciendo la prostitución, es de una ingenuidad apabullante. De hecho, resulta muy curioso que precisamente Paula VIP, una de las más activas representantes del lobby defensor de los derechos del putero y del proxeneta como es Aprosex, comentó para un artículo de El Confidencial en 2015 que la costumbre durante estos eventos es que los hombres vayan en grupo a «tomar una copa, alternar» y lo que surja; como las prostitutas «independientes» no reciben en grupo, añado yo por el peligro que entraña para su seguridad recibir solas a un grupo de hombre (-cof,cof- un trabajo como otro cualquiera -cof, cof-), no son ellas, las prostitutas independientes, quienes se benefician económicamente de estos eventos. ¿Entonces quienes se benefician económicamente de que la facturación del negocio de la prostitución se multiplique por 5 durante la semana que dura el Mobile World Congress? Sumar 2 + 2 sabéis, ¿verdad?

“Mueve a los congresistas a consumir prostitución de noche. Los sitios que lo trabajan son clubs y agencias”, añade Montse Neira, investigadora social y trabajadora sexual. “Entre hombres, hay costumbre de ir en grupo a tomar una copa y alternar. A las prostitutas independientes no nos llega, porque no recibimos en grupo. Hacemos más dinero en otras épocas”, continúa Vip.

Pero a ella no le interesa. “¿Para qué quiero un cliente que me colapsa toda una noche si no lo voy a ver más? Las proveedoras de sexo en el Mobile son las mujeres que trabajan en clubs, pisos, locales y salones de masaje. Lo que tienes que ver es quién se lleva el dinero: los empresarios de esos sitios, que cobran el 50% de cada servicio que realiza una mujer sin pagar un solo impuesto”.

Cruz Leal explicó durante la charla las estrategias de marketing que utilizan los proxenetas para captar clientes, y cómo no esperan a que acaben las largas jornadas de conferencias porque entonces el cansancio hace mella en los participantes.

Pero es que te digo más, como dijo Alika durante la conferencia: a nadie le importa si las mujeres se prostituyen «porque quieren» o no. Los puteros no les preguntan si son libres, si ejercen porque quieren, si les hace felices ese trabajo; ninguno de sus clientes se preocupa por la mujer a la que ha contratado está allí obligada, coaccionada, amenazada, si le da asco, o si tiene miedo. Ninguno pregunta porque a nadie le importa. Basta con sostener la ficción de que hay algunas mujeres que ejercen porque quieren y así se sienten felices y empoderadas, para que el presunto cargo de conciencia de los puterios, si es que alguna vez lo tuvieron, desaparezca.

Hablando con un conocido del tema del consentimiento y de las putas libres y autónomas después de que desmantelaran el Club Riviera, del que era cliente habitual, me contestó ofendido:

¿Y qué quieres que haga? ¿Que les diga «mírame a los ojos y dime que me quieres»?

No hace falta llegar a eso, tampoco se lo pedirías a una chica con la que has ligado en una discoteca. Pero con la segunda, salvo que esté borracha o drogada, sabes que se ha ido contigo porque quiere, sin que nadie la obligue. Y es que en estas charlas-debate, el tema de la libre elección y la capacidad de agencia de las mujeres es siempre EL TEMA.

El consenso general de las tres ponentes es que la libertad de las mujeres no se cuestiona: lo que se cuestiona es el derecho de los hombres de acceder a los cuerpos de las mujeres, billetera en mano. Las mujeres tenemos derecho a hacer con nuestros cuerpos lo que a nosotras nos de la gana, no lo que a los señores que han pagado les de la gana. Las mujeres tenemos derecho a establecer relaciones igualitarias y mutuamente placenteras, y no relaciones de subordinación. Tenemos derecho a tener sexo con quien nos de la gana sin que nadie nos obligue a hacer lo que no queramos y sin cagarnos de miedo.

Puteros World Congress. Foto de Alex Miranda Fotografía y Arte
Puteros World Congress. Foto de Alex Miranda Fotografía y Arte

Durante el turno de preguntas alguien comentó que si se lograra erradicar la pobreza, la prostitución dejaría de ser una salida para muchas mujeres en situación de vulnerabilidad. Y Judith respondió algo que en principio descoloca pero que cuanto más lo pienso, más sentido tiene. La prostitución no es (únicamente) producto de la desigualdad económica y de la precariedad: también hay hombres en situación de vulnerabilidad, y pocos (muy muy pocos) consideran salir de esa situación poniendo el culo o lamiendo coños de mujeres que no les atraen. Es una alternativa que para ellos ni se plantea salvo en contadas situaciones, son estadísticamente irrelevantes; mientras que para nosotras es una opción que está siempre ahí para un caso de apuro, para salir de una mala racha, para escapar de una relación marcada por la violencia de género, etc. Para nosotras, la prostitución es una opción más dentro de un (limitado) abanico de posibilidades, para ellos no. Así que la pobreza no puede ser el factor determinante.

Además, también hay prostitutas «de alto standing» que se dedican a ello durante los años que puedan. Ya me dirás qué tiene de feminista una actividad que discrimina por edad (ninguna prostituta de lujo se va a jubilar a los 65 aunque cotice como autónoma, desengáñate) o por la apariencia física. Yo no lo veo. Puede ser individualmente muy empoderante, no te digo que no, pero la actividad en sí no puede serlo para las mujeres como colectivo. Sí, a muchas mujeres a lo largo de la historia la prostitución les ha permitido escapar de la pobreza y de matrimonios abusivos, pero eso solo pone de manifiesto la profunda desigualdad de la que partimos, no la iguala.

También hablamos del estigma, claro. En palabras de Judith Bosch:

El estigma nos perjudica a todas. En una sociedad patriarcal, todas las mujeres sufrimos el estigma.

Y tiene razón. El estigma nos afecta a todas de un modo u otro. Sí creo que el estigma de haber ofrecido sexo a cambio de dinero te sitúa en el escalón más bajo de la respetabilidad que la sociedad patriarcal considera que mereces (de ahí que hijo de puta siga siendo el insulto más duro que se le puede dedicar a un hombre, seguido de cerca por maricón), también es cierto que no hay una sola mujer que pueda decir que nunca jamás la han llamado puta alguna vez.

Machacada me dejó Cruz Leal al explicar las dificultades que encuentran en la academia los equipos investigadores que pretenden investigar el mundo de la prostitución desde una perspectiva abolicionista, o el análisis del putero. Estudios desde una perspectiva regulacionista, los que quieras, todo son medios; desde una perspectiva abolicionista, cero recursos. Es desolador.

También desengranó Cruz Leal el entramado económico del negocio de la prostitución. Un macroburdel de 80 camas como el que quieren construir en El Maresme no lo monta cualquiera, fue una de las frases que más me impactó. Y ahora que estoy terminando de leer Fariña, el libro de Nacho Carretero secuestrado por orden judicial, no pude evitar plantearme que si la forma de pillar a los capos de la droga ha sido mediante las acusaciones de blanqueo de capitales, a los grandes capos de la prostitución forzada no los cogen porque no quieren, porque ahí tiene que haber blanqueo de dinero por un tubo también.

También me pareció muy interesante cuando Alika, tras explicar la situación que la llevó a caer en las garras de la trata de personas con fines de explotación sexual (pobreza extrema, 18 años, sin haber podido acabar los estudios, teniendo que hacerse cargo de su hermana de 12, con su madre, su tía y su abuela que también habían sido prostituidas), relata el calvario que vivió el tiempo que pasó en aquel boliche hasta que la policía la rescató en una redada. Y explicó que cuando cuenta su historia, siempre hay alguien que le pregunta: «¿Pero tú sabías a lo que te ibas a dedicar?» Una pregunta a la que ella responde con otra pregunta: ¿Eso cambiaría algo, acaso? ¿Convertiría la explotación que sufrió en algo más tolerable? ¿Podrías así culparla a ella por los horrores de los que fue víctima? ¿Te tranquilizaría saber que a ti no te puede pasar algo así, que a ella le pasó porque de alguna manera se lo buscó, porque no fue lo bastante inteligente como para buscarse la vida de otra manera pero a ti no te pasará nunca?

La parte de ruegos y preguntas al final de la charla admito que me generó un cierto desasosiego. Me dio la sensación de que asistió un grupo de personas con la intención, no de escuchar y de aprender, sino más bien no sé si de dar una charla alternativa o de convencer a las ponentes. ¿En serio? ¿Volver a repetir, una vez más, los mismos argumentos que ya se han rebatido durante la hora y media de charla? ¿Qué aporta? Mención especial para el mansplaineo final.

Aquí abajo el vídeo de la charla completa (son casi 2 horas entre las intervenciones de las ponentes y el turno de preguntas).

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