Ayer fue una jornada histórica. Un paro internacional de mujeres seguido masivamente en todo el mundo reivindicando igualdad y una vida libre de violencias machistas. Cientos de miles de mujeres paramos, cada una en la medida que pudo, trabajo, cuidados, estudios y consumo y nos lanzamos a las calles, a tomar el espacio público que también nos pertenece, a reclamar ser tratadas como personas libres en pie de igualdad, sin discriminación, sin violencia. Quisimos visibilizar que si nosotras paramos, se para el mundo; si las mujeres paramos, se para todo. Y creo que logramos algo muy importante para el movimiento feminista internacional. La de ayer fue una jornada histórica que creo que marcará un punto de inflexión. Desde ayer no creo que nadie tenga el valor de seguir diciendo que «feministas de verdad eran las de antes, las de ahora son cuatro locas con los sobacos con los pelos de colores a las que nadie toma en serio» o que «las feministas de ahora se están volviendo violentas feminazis odiahombres«. Marchas pacíficas y multitudinarias en todo el mundo, sin un solo incidente salvo los provocados por los propios policías al cargar contra las manifestantes demuestran que el movimiento feminista es pacífico, es diverso, es reivindicativo, y no odia a los hombres: aspiramos a vivir en un mundo en el que no seamos tratadas por los hombres como personas de tercera que están para servirles y hacerles a ellos la vida más fácil.

Tras la euforia del hermanamiento entre mujeres de ayer, un día con las emociones a flor de piel, creo que hoy toca la calma, el reposo, la reflexión, el análisis y la autocrítica para seguir avanzando.

Creo que el primer error que debemos evitar es hacer del medio un fin, caer en la autocomplacencia y el triunfalismo. La movilización de ayer fue brutal, pero no fue una movilización vacía de contenido, una performance por el simple gusto de contarnos y vernos las caras, una demostración del músculo del movimiento… Lo de ayer fue una forma de reivindicarnos y de reivindicar que somos muchas las mujeres comprometidas con una agenda feminista encaminada a lograr la plena igualdad, la autonomía de las mujeres, la libertad de vivir sin violencias, sin techos de cristal, sin constricciones derivadas de unos estereotipos de género que nos ahogan. Y para eso reclamamos igualdad y libertad para todas en todos los ámbitos, y los actos de ayer tienen que servir como cuña para empujar en esa línea: para que quienes tienen responsabilidades de implantar políticas públicas que garanticen la salud, la libertad y la no discriminación hacia las mujeres ya no puedan seguir cerrando los ojos a estas demandas colectivas; pero también es un vivo toque de atención a quienes nos acompañan en nuestro día a día, en nuestro entorno de trabajo, de estudios, en nuestros círculos sociales, incluso en nuestras vidas familiares y de pareja. Somos muchas, estamos hartas y no vamos a seguir aguantando más tiempo calladas y sumisas. Estamos juntas y hemos perdido el miedo.

Las asambleas feministas nunca son fáciles. Pese al amor, el hermanamiento, la sororidad, los llamamientos a hacer de la ternura un instrumento del cambio político, a la solidaridad entre mujeres… las asambleas feministas nunca son un campo de rosas. Debatimos temas que nos atraviesan en lo personal, no solo en lo ideológico, y es muy difícil que en ese contexto las emociones no estén a flor de piel. De ahí las fricciones y el enorme trabajo hasta lograr un manifiesto unitario que lograra el mayor número de adhesiones.

Aún así, y sabiendo que las asambleas feministas no son fáciles y que el trabajo realizado en todas las comisiones ha sido largo e intenso hasta llegar a donde estamos, creo que conviene pensar con calma sobre los motivos que han expresado por ejemplo Afroféminas para no sumarse a la huelga feminista. No podemos considerar los feminismos gitanos, negros, latinos o musulmanes como disidentes o en los márgenes. Que estos colectivos manifiesten que sus reivindicaciones no se han atendido, que no se han sentido integradas en el movimiento, es más que se han sentido excluidas, si nos señalan el racismo… debería movernos a la reflexión interna y a ser más cuidadosas en lo sucesivo con todas las sensibilidades. No comparto su postura, pero creo que lo mínimo que les debemos es reflexionar y ver en qué hemos fallado para que no solo no se sientan representadas sino que nos echen en cara que las invisibilizamos, porque en eso sí creo que tienen mucha razón.

Otro aspecto que ha producido importantes roces, por no decir que directamente parte el movimiento en canal, es la aportación de los colectivos en defensa del lobby putero y proxeneta. Aquí tengo que confesar que tengo sentimientos encontrados. A nivel micro, creo que como feministas no podemos permitirnos el lujo de dar la espalda a las mujeres en situación de prostitución sea por elección propia (independientemente de las circunstancias que les hayan llevado a elegir esa opción). Creo que es un colectivo especialmente estigmatizado y vulnerable expuesto a multitud de violencias, incluso pese a las públicas manifestaciones de las putas empoderadas que afirman vivir una vida de lujo y glamour con hombres que las tratan divinamente porque ellas saben elegir bien a sus clientes (no como tú, que si tu novio te maltrata es porque no sabes elegir bien). A nivel macro, en cambio, darle cobertura y legitimidad al lobby putero y proxeneta dentro del movimiento feminista creo que es un error estratégico que no podemos permitirnos. Como dijo Alika Kinan en la conferencia Puteros World Congress:

A nadie le importa si las mujeres se prostituyen “porque quieren” o no. Los puteros no les preguntan si son libres, si ejercen porque quieren, si les hace felices ese trabajo; ninguno de sus clientes se preocupa por la mujer a la que ha contratado está allí obligada, coaccionada, amenazada, si le da asco, o si tiene miedo. Ninguno pregunta porque a nadie le importa. Basta con sostener la ficción de que hay algunas mujeres que ejercen porque quieren y así se sienten felices y empoderadas, para que el presunto cargo de conciencia de los puteros, si es que alguna vez lo tuvieron, desaparezca.

El papelón de los sindicatos también es para echarles de comer a parte. Un vergonzoso paro de dos horas promovido por UGT y Comisiones Obreras en un día en que sindicatos minoritarios como CGT estaban convocando a la huelga general en un papel (creo yo) más que digno comparado con las dos grandes centrales sindicales. Algo parecido le ha pasado a Ciudadanos, que ha pasado de decir que no apoyaban la huelga porque que les parece extremista, que eso es cosa de comunistas anticapitalistas venezolanos y de Podemos, a no solo sumarse alegremente sino a ¡pretender liderar! el movimiento feminista ¿transversal? Encantado de la vida, oye. Cuadraos. Hace falta tenerlos cuadraos.

Delantales, símbolos que no nos representan, el papel de las mujeres trans… Desde los años 90, si no antes, el movimiento feminista abandonó toda pretensión de universalidad incorporando al análisis de género otras perspectivas interseccionales. El discurso feminista lo tiene integrado, sabemos que podemos hablar de feminismos, de malas feministas, de análisis de realidades distintas, de puntos de vista alternativos, en la academia las voces son diversas y plurales (más o menos). Sin embargo, a pie de calle, en las asambleas, aún nos queda mucho trabajo por hacer para incorporar al activismo feminista voces plurales y realidades diversas, mientras nos acuchillamos unas a otras a la búsqueda de la feminista perfecta. La movilización de ayer fue un éxito porque, por primera vez en mucho tiempo, logramos elevarnos por encima de nuestras diferencias y caminar unidas.

Espero que de esta experiencia aprendamos de los aciertos, integremos las críticas, reflexionemos sobre la dirección que queremos seguir a partir de ahora tanto por lo que respecta a los contenidos como a las estrategias, y sigamos caminando unidas. Porque es la unión lo que nos hace fuertes. Si nosotras paramos, se para el mundo.

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