Ayer estuve en un acto en el centro de cultura de mujeres «La Bonne», el Espai Francesca Bonnemaison, escuchando una charla de varias expertas sobre trata de mujeres con fines de explotación sexual. El mes pasado organizaron un acto sobre feminismo puta que tengo pendiente escuchar ya que por suerte se grabó en vídeo, con Paula Ezkerra, Cristina Garaizabal i Maria Jesús Izquierdo, pero al que no me fue posible asistir. Y ayer organizaron otra charla moderada por Carme Freixa, con Helen Mukoro, Montserrat Fernandez y Sylvianne Doham, sobre prostitución y trata. Desconozco si el acto de ayer se grabó en vídeo y si lo colgarán también, aunque sería genial.

Allí me presenté con un cuaderno de apuntes dispuesta a tomar notas, a aprender un montón y a intentar resolver el millón y medio de dudas que me surgen alrededor de este tema. Lo cierto es que las dos horas de charla se me hicieron cortísimas, y justo cuando el turno de preguntas empezaba a animarse con un debate interesantísimo las organizadoras tuvieron que cortar porque se acababa el tiempo. En este tipo de actos siempre me pasa igual, es tanto y tan interesante lo que cuentan que me quedaría horas embobada escuchándolas, tomando notas, haciendo preguntas…

​El acto estaba hábilmente conducido por Carme Freixa: psicóloga, sexóloga, escritora, feminista, en su día Presidenta de la Associació de Dones Periodistes y mujer polivalente donde las haya. Carme puso el marco al acto:

El problema de la trata es un problema de género, raza y clase.

​También dejó bien claro que en la mesa redonda de ayer no se iba a hacer una separación clara entre prostitución y trata, porque una no se entiende sin la otra, y no se iban a hacer concesiones a los cuentos Disney que se nos quiere vender desde un hipotético feminismo liberal en el que la prostitución es una libre y feliz elección a lo Pretty Woman.

A continuación Helen Mukoro, Presidenta del comité español de ONU mujeres, dio comienzo a una interesantísima charla intercultural en la que nos habló de la situación de las mujeres en Nigeria y en España.

Tal y como ella lo expuso, África es el continente más rico del mundo en recursos naturales, solo Nigeria es más rica que media Europa en recursos naturales; pero los gobiernos locales corruptos hacen que no existan ayudas económicas para que las mujeres puedan huir de su situación de explotación. El gobierno nigeriano quiere que las mujeres se dediquen a la prostitución, ellas son quienes mantienen a sus padres, pagan educación de sus hermanos, etc. Resultó desmoralizador saber que el gobierno corrupto de Nigeria no tiene el más mínimo interés en ponerle solución al problema de la trata de mujeres con fines de explotación sexual que tiene su origen en su país, ya que según dijo Helen el retorno de divisas de las mujeres nigerianas en situación de prostitución es Europa triplica los ingresos por la exportación de petróleo. Especialmente frustrante debió resultar la conversación que mantuvo con la directora general del Ministerio de la Mujer en Nigeria, cuando le dijo:

¿Quien va a cuidar de sus familias? ¿Tú? Estas mujeres están llamadas a llevar la carga de sus familias, gracias a ellas sus familias están bien.

En cada familia de Nigeria hay alguien que está en la guerra. Por eso las mujeres nigerianas tienen que entregarse para ayudar a sus familias, y los traficantes aprovechan esa situación de vulnerabilidad a todos los niveles, de precariedad y pobreza, y un marcado sesgo de género que hace responsables a las mujeres de sacar adelante a sus familias como sea. Lo cual me sugiere una reflexión al margen de este tema pero que lo atraviesa de manera transversal: tradicionalmente, el estereotipo masculino se ha asociado al rol de proveedor y sostén de familia, pero esto solo es cuando hay un espacio público que ocupar, que la mujer es relegada al espacio privado del hogar; en situaciones de extrema pobreza, son las mujeres quienes ejercen de proveedoras y sostén de la familia incluso a costa de su propia salud.

Helen nos habla de la desigualdad y de la absoluta falta de libertad de las mujeres en su país de nacimiento, de una violencia de género tan normalizada que no hay ni leyes ni instituciones que luchen por erradicarla, las mujeres no se atreven a denunciar a la policía porque ni siquiera les recoge la denuncia y porque además lo que está mal visto es precisamente ser víctima de violencia de género: si tu marido te pega, será porque no eres una buena esposa, eres una mala mujer, si no tu marido no te pegaría. Esta situación lleva a las mujeres nigeraianas a escapar como sea. Mukoro habla de mujeres nigerianas casadas que ejercen la prostitución en Europa huyendo de matrimonios marcados por la violencia y de unas instituciones que no solo no las protegen sino que las culpabilizan.

Pero no solo la pobreza y la violencia de género son los únicos factores, porque la vulnerabilidad de las mujeres nigerianas no es solo económica, también es social que hunde sus raíces en costumbres de larga tradición. En concreto menciona dos aspectos que suscitaron cierta controversia entre el público: la dote y la poligamia.

Para Mukoro, la dote ni es tradición ni es cultura: es machismo, es humillación y es violencia. Las familias cosifican a las hijas y las utilizan como medio para enriquecerse. La dote limita la libertad de las mujeres porque, una vez las han casado, las familias les dicen que ni se les ocurra volver, porque saben que en ese caso tendrán que devolver la dote. ¿Cómo van a liberarse esas mujeres de matrimonios violentos, si sus propias familias no son un espacio seguro? ¿Cómo van a tener reparos esos hombres en comprar y tratar con otras mujeres, si han pagado por sus propias esposas?

La violencia, la pobreza y la poligamia tal y como la describe Helen es un cóctel explosivo. Familias muy extensas conviviendo en espacios muy pequeños en condiciones de extrema pobreza y en un clima de violencia sobre la mujer tolerado y promovido. En este contexto, es normal que las mujeres busquen quien pueda sacarlas de sus casas a cualquier precio. De todo esto, los tratantes de mujeres se aprovechan.

Pero en los países de destino, la situación de estas mujeres que huyen de la violencia, la pobreza y la desigualdad en sus países de origen no es mucho mejor. España ha firmado la Carta Europea para la Igualdad de Derechos de Hombres y Mujeres (1985) y, sin embargo, ha avisado a la ONU que no piensa cumplirla. En los consulados en Europa saben perfectamente quienes son los tratantes y quienes son las víctimas, pero las autoridades no hacen nada. Si el Gobierno nigeriano, como decía antes, no tiene ningún interés en erradicar la trata de mujeres con fines de explotación sexual de sus conciudadanas, en los consulados y embajadas tampoco van a mover un dedo.

Por su parte, el Gobierno español se encuentra en una encrucijada: ejercer libremente la prostitución no es ilegal, no puede quitarle los (pocos) derechos que tienen a aquellas mujeres que no han sido traficadas. No obstante, la visión de Mukoro es bastante más crítica en este aspecto. Ella recuerda que la omisión del deber de socorro es un delito, pero en el caso de la prostitución el Gobierno ha elegido mirar para otro lado y no pasa nada. Helen considera que el gobierno también debería perseguir los clubs de alterne, porque la oferta y la demanda se retroalimentan y el 90% de las chicas que trabajan en los clubs, por lo que vemos en las redadas de la policia, son mujeres en situación de prostitución no elegida. Pero los clubs pagan impuestos, y esto genera una dinámica perversa, mientras que la Policia no tiene potestad para el reconocimiento político de las mujeres en situación de prostitución (por no mencionar la simbiosis entre «empresarios» de locales de alterne y policías corruptos que les avisan de redadas a cambio de sobornos).

En resumen: estamos donde estamos porque el machismo tiene cómplices en todas partes: medios de comunicación, políticos, empresarios… Si se cumpliera la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, no estaríamos hoy aquí y no estaríamos hablando de esto.

 

Otras conferencias:

Conferencia de Montserrat Fernández Garrido sobre trata de mujeres con fines de explotación sexual: la sentencia judicial contra los clubs Riviera y Saratoga

 

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