No, en serio, escúchame un momento: las feministas no odiamos a los hombres. Ya sé que esto igual os va a hacer estallar la cabeza, pero escúchame: no generalizamos sobre todos los hombres, ni os consideramos los culpables de todos los males del mundo. Aunque, bueno, si te paras a pensarlo por un segundo… Guerras, masacres, expolios, genocidios, dictaduras, esclavitud, la inquisición, la prostitución infantil, los escuadrones de la muerte, el holocausto nazi, el terrorismo yihadista, la bomba atómica, los hinchas del fútbol, la discografía de Melendi…

Si habéis dominado el mundo durante milenios, pues igual algo de responsabilidad sí tenéis sobre los males de la humanidad. Pero no os culpamos a vosotros individualmente por lo que hayan hecho vuestros antepasados. De verdad. Escúchame un momento antes de saltarme al cuello.

Los hombres sois responsables de más del 90% de todos los crímenes violentos que se cometen en el mundo. Sí, también sois entre el 70% y el 80% de las víctimas, pero eso no hace más que evidenciar que os matáis entre vosotros, y de camino nos matáis a nosotras.

Insistís mucho en que la violencia no tiene género, pero en España más del 90% de las personas adultas condenadas en España son hombres.

¡Ah, pero y los 30 hombres asesinados cada año por sus parejas mujeres! ¿Qué, eh?

No existen. Es un bulo que se repite. Esos 30 hombres asesinados lo fueron víctimas de violencia en el ámbito familiar, no a manos de sus parejas, y menos aún a manos de sus parejas mujeres. Los 30 hombres víctimas de la violencia hembrista feminazi, en realidad fueron asesinados por sus padres, por sus hijos, hermanos, nietos, etc. Y en cuanto al género del agresor, los datos son coherentes con los del resto del mundo: el 86% de los agresores son hombres.

Si nos circunscribimos específicamente al ámbito sentimental, el año que más hombres hubo asesinados por su pareja fue en 2009 y fueron 10, no 30.

Y, aún así, las feministas ni odiamos a los hombres, ni os culpamos de todos los males del mundo, ni queremos cambiar la orientación sexual de nadie. Las feministas cuestionamos los valores culturales dominantes asociados a la masculinidad, entre ellos la heterosexualidad obligatoria. Nadie te está atacando a ti personalmente. El feminismo no es un ataque ni a tu hombría ni a tu masculinidad: es una invitación a la reflexión sobre el mundo que hemos heredado y que estamos construyendo para legar a las nuevas generaciones. De verdad, lo que tú interpretas como un ataque personal, es una crítica a un sistema social. No generalizamos sobre todos los hombres: cuestionamos los valores dominantes en un contexto social determinado que, precisamente por ser los dominantes, son los más extendidos y validados culturalmente, aquellos valores que la mayoría social presiona para que sean adaptados de manera uniforme por el conjunto de personas que la componen.

¡Ah, pero a mí una feminista me dijo una vez que…!

¿No habíamos quedado en que las generalizaciones son injustas, y que hay que diferenciar lo que dice o hace una persona, de lo que promueve todo un movimiento? Si no quieres que te llamen violador porque un hombre violara si tú nunca has violado, ¿por qué en cambio sí generalizas sobre todas las feministas por lo que una te dijera en una ocasión? Que además, a saber si realmente fue como lo cuentas. ¿No dices siempre que hay que escuchar las dos versiones…? ¿No te indigna que se pueda condenar a un hombre solo con la palabra de una mujer? ¿Y pretendes que condenemos no solo a una mujer, sino a todo un colectivo de millones de mujeres, únicamente con tu palabra?

No criticamos al hombre heterosexual: criticamos la masculinidad hegemónica socialmente construida, los atributos de los que dotamos socialmente el concepto y la heterosexualidad obligatoria. No queremos cambiar la orientación sexual de nadie: queremos abrir el abanico de opciones posibles, para que todas las orientaciones sexuales que impliquen consenso entre personas adultas sean válidas, las feministas precisamente luchamos para evitar que se considere legítimo intentar cambiar la orientación sexual de los hijos gays, para que no se considere un ejercicio de «libertad» torturar a los hijos negándoles su libertad sexoafectiva y llevándoles a terapia de reeducación.

Las feministas no cuestionamos a los hombres: cuestionamos la masculinidad socialmente construida. Cuestionamos los atributos que atribuimos al concepto de masculinidad y que no son innatos. Los hombres no tienen que ser más violentos por naturaleza desde el momento en que vivimos en sociedades democráticas en las que el monopolio de la violencia legítima lo tiene el Estado. La testosterona, y las explicaciones biologicistas en general, no pueden ser la explicación que le demos al fenómeno, porque lo que decimos no es que todos los hombres sean violentos, es que el monopolio de la violencia está 9 a 1 en manos de los hombres.

  • No decimos que todos los hombres sean violadores: decimos que todos los violadores son hombres. Y que existe un sistema social que legitima la violencia sexual de los hombres mientras culpabiliza a las mujeres.
  • No decimos que todos los hombres sean asesinos: decimos que todos los asesinos (prácticamente) son hombres. Y que la masculinidad está socialmente construida sobre la agresividad, la competitividad, la demostración de fuerza. Que la masculinidad debe estar probándose y comparándose con otros hombres.

Y sobre eso es sobre lo que queremos trabajar. No queremos exterminar a todos los hombres y servirnos de bancos de esperma para la reproducción. Podéis estar tranquilos. Lo que queremos es cambiar los atributos asociados a la masculinidad. Los hombres también pueden llorar, los hombres también pueden cuidar, la ternura también es patrimonio de los hombres, los hombres son capaces de tratar a las mujeres de igual a igual con el mismo respeto con el que tratan a otros hombres, dejando a un lado la condescendencia y la cosificación. En serio, sois capaces, creemos en vosotros. De hecho, hace tiempo que sostengo que las feministas tenemos bastante más respeto por los hombres y mejor opinión de la que tiene el resto de la sociedad que no se identifica con los valores del feminismo. Nosotras confiamos en que los hombres sois capaces de razonar y dominar vuestros impulsos sexuales cuando os dicen «NO», confiamos en que si vuestra pareja no os desea la relación sexual no tendrá interés para vosotros. Nosotras confiamos en que sois capaces de negociar, de dialogar, que no necesitáis resolver los conflictos mediante un despliegue testosterónico de fuerza, con demostraciones de a ver quien la tiene más larga o quien mea más lejos. En lo que ya no tengo tanta confianza, si os soy sincera, es en que seáis capaces de escucharnos, de apagar el orgullo masculino por un momento y reflexionar sobre lo que decimos antes de lanzaros a insultar.

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