Es una técnica comunicativa que, si te sale bien, te puede dar mucho rendimiento. Mi paisano Antonio Gallego, portavoz del PP en el Ayuntamiento del Prat y diputado, lo sabe bien porque no es la primera vez que lo hace. Después de que Nacho Escolar le diera ayer a unas palabras suyas mayor exposición y visibilidad de la que nunca soñó como candidato a una alcaldía imposible y diputado silente, empezó a recibir mensajes críticos con su postura respecto a la manifestación sindical del domingo.
Pero los señores del PP no están acostumbrados a manejar la crítica, y o bien responden llamando «gárgolas« a quienes solo pretenden mantener una conversación sana desde la discrepancia, o bien desaparecen y se permiten el lujo de utilizar su posición en los medios de comunicación para acusar a los twitteros de «insultarles«. A ellos. Pobres.
¿Cómo es posible que le insulten a él, que a lo más que ha llegado de lo educado que es, es a llamar «tonto» a Toni Cantó?
A ver, que alguien me diga dónde están los insultos que tanto han ofendido a esta pobre damisela, que ha tenido que marcharse de twitter para no verlo. Porque si una ciudadana anónima puede soportar que un cargo público del PP la llame gárgola, entiendo que ellos como cargos públicos que son tienen la piel bastante más dura y curtida que yo, supongo. ¿O es que tienen puño de hierro y mandíbula de cristal?
El monopolio de la violencia lo tiene el Estado y el de los insultos, en virtud de su mayoría absoluta y visto lo visto, parece que lo tiene el PP. Alguien debería explicarles que, en democracia, mayoría absoluta no equivale a patente de corso, que parece que no lo tienen claro.