Cuando hablamos sobre la vigente Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, a menudo nos centramos para valorarla en el nº de muertes por violencia de género que se producen año a año. Y creo que nos equivocamos de criterio.

Por tomar los datos que da el diputado nada sospechoso de ultrafeminismo radical antihombres Toni Cantó (para una vez que se ha molestado en documentarse, el pobre):

  • Esta ley, presentada por el PSOE y determinadas asociaciones de mujeres como una panacea […] ha resultado ser bastante ineficaz pues, desgraciadamente, no ha logrado que descienda el número de asesinadas […]
  • Aunque en 2005 (año de su entrada en vigor) se produjo un descenso significativo del número de víctimas, pasando de 72 a 57
  • […]
  • Es verdad que en 2012 hemos llegado al punto más bajo de la década con 49 asesinatos de mujeres.

Como dice @FR_Carrillo, no se puede pretender usar los «datos» para desacreditar la eficacia de una ley, y al mismo tiempo aportar datos que prueban su eficacia. ¿En qué quedamos?

Dejando eso al margen, a la vista está que los datos sobre muertes por violencia de género pueden llevar a confusión si los tomamos como medida para valorar la eficacia de una ley que se pretende INTEGRAL desde el mismo título. Y es que la violencia de género tiene muchos más matices, no siempre (por suerte) acaba en asesinato, y el caso habitual es de mujeres que viven durante años sometidas a maltrato físico y/o psicológico por parte de su pareja, llegando a humillarla y a anularla como persona, con todo lo que eso conlleva.

Lo que me preocupa es que cuando hablamos de violencia de género y valoramos la efectividad o no de la ley, nos estamos limitando a centrarnos en el nº de muertes, cuando eso es, desgraciadamente, solo la punta del iceberg, y de hecho los datos en España son bastante bajos respecto a los países de nuestro entorno. Partamos de la base de que NINGUNA LEY va a reducir a CERO el número de asesinatos. Ninguna. Lo siento, no hay fórmulas mágicas y siempre habrá algún cerdo cabrón que se las apañe para dar con su expareja y arrebatarle la vida después de haberle arrebatado ya todo lo demás.

¿Es efectiva la actual Ley Integral de violencia de género? Recomiendo encarecidamente leerse la ley antes de hablar. Es efectiva para todas esas mujeres que no acaban muertas: las que pueden huir de su maltratador y pueden ir a parar a un piso tutelado o protegido si no tienen medios económicos, las que pueden lograr protección y órdenes de alejamiento en un plazo razonablemente rápido gracias a los juzgados especiales (y no son todas las que lo necesitarían por falta de medios), no tienen que sufrir las agresiones verbales constantes cuando su ex-pareja va a recoger a los hijos durante el régimen de visitas, las que pueden acogerse a reducciones de jornada y a la mobilidad geográfica dentro de su empresa o la extinción del contrato de trabajo generando derecho a paro para dificultar al maltratador que las localice, las que están al borde de quebrarse y pueden recibir asistencia social integral gratuita y asistencia jurídica gratuita, a las que necesitan ayudas económicas por su situación de especial desprotección, y otros «beneficios» que la ley establece (me asquea usar la palabra «beneficios» en este contexto, como si ser una víctima de la violencia de la persona que dice amarte tuviera algún puto «beneficio»).

Es curioso como en un caso de robo, por ejemplo, basta la palabra de la víctima para una sentencia condenatoria, y en casos laborales incluso se invierte la carga de la prueba y es la empresa quien tiene que demostrar su inocencia, mientras que en el caso de violencia de género resulta que se pone en cuestión la palabra de la víctima de forma sistemática y se da pábulo a las denuncias falsas cuando está demostrado que la violencia de género y las violaciones son dos delitos que se denuncian muy por debajo de su incidencia real y además los casos de denuncias falsas son significativamente inferiores en % a otros delitos, como por ejemplo los robos que mencionaba. Pero es que hablar de denuncias falsas ampara el sometimiento de la víctima:

¿Quien te va a creer a ti, puta?

Es tu palabra contra la mía, zorra.

Si es que vas provocando.

Algo habrás hecho.

Sales de casa con esas pintas y claro, normal que te violen.

Ahora vas a terminar lo que has empezado, calientapollas.

Y así claro, se las intimida y no denuncian. Es más, llegan a pensar que se lo merecen, que provocaron esa situación, que es culpa suya, que han hecho algo mal para que su pareja las golpee. Es el síndrome de la rana hervida. Doblemente víctimas. Mi marido me pega solo lo normal

De las muertes por violencia de género del año pasado, ya que tanto les preocupa este tema y no todo lo demás que conlleva la violencia de género, 2/3 no habían denunciado a sus agresores. ¿Con qué pruebas? ¿Con qué testigos? ¿Quien las iba a creer?

Por no mencionar las dificultades que lleva asociado todo divorcio, más en el caso de mujeres con la autoestima destruida, con miedo y sin medios económicos para salir adelante. Si toda una señora Ministra lleva 13 años separada de su marido y aún no se ha divorciado, intentad poneos en la piel de una mujer sometida a maltrato sistemático, con sus vínculos familiares y de amistad destruidos, sin trabajo, sin dinero y sin una red de protección que las apoye. Esas carencias son, en la medida de lo posible, lo que la Ley Integral contra la violencia de género pretende suplir. Pero hay que verse en esa situación de total desamparo para entenderlo.

Quien no ha pasado por una situación parecida, difícilmente sabe lo que llegan a padecer estas mujeres. Son habituales las críticas del estilo «¿Y por qué no se separa? ¿Por qué lo tolera? ¿Por qué no le abandonó la primera vez que le levantó la mano?» o «¿Y por qué no lo denuncia?«, a lo que he intentado dar respuesta en los párrafos anteriores. Las mujeres víctimas de violencia de género se encuentran en una situación de indenfensión frente a su agresor, de desprotección ante la justicia, de incomprensión ante la sociedad y de autoinculpación por su situación. La problemática de la violencia de género es mucho más amplia y compleja de lo que cabría explicar en un post. No todas las mujeres víctimas de violencia de género acaban asesinadas: la inmensa mayoría vive un calvario en vida que ni siquiera acaba tras el divorcio.