Llevo desde ayer dándole vueltas a esta noticia sobre la presentación del video #NosRepresentan por parte de Cospedal, sobre la legitimad de la sociedad civil para organizarse y entrar en el «juego democrático» (¿desde cuándo la democracia es un juego?) sin necesidad de presentarse a las elecciones, al concepto de partidos políticos y entidades del tejido asociativo, y a la idea de que un voto a un programa electoral determinado no es un cheque en blanco.
La verdad, me molesta profundamente que Cospedal pretenda que los únicos que tienen legitimidad para arrogarse la representación de la sociedad son los partidos políticos: que estén en el centro del sistema no les da derecho a pretender ser los únicos que canalicen una determinada visión de la sociedad y llevarla a la práctica, más aún cuando han incumplido todas y cada una se las promesas con las que se presentaron a las elecciones y recogieron más de 11 millones de votos. En fin, estoy un poco espesa.
Andaba yo dándole vueltas a este tema, intentando poner en orden todas estas piezas dentro de mi cabeza, cuando he leído este post de Nacho Escolar que resume en tres párrafos bastante bien lo que quería decir. Ahí os lo dejo.
La secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, carga contra los movimientos sociales, contra la «demagogia y el populismo» de esos «nazis» de la PAH: «Si quieren representar una forma de ver la sociedad deberían participar en el juego de la representación porque si no, se estarán aprovechando del sistema, pero no estarán aceptando los compromisos y la responsabilidad«. La falacia es tan burda como fácil de desmontar. De Cospedal está defendiendo el parlamentarismo absolutista: una democracia de ínfima calidad, donde la única voz del ciudadano pase por votar y callar. Obviamente, este argumento solo sirve para aquellas organizaciones que desagradan al PP y no verán a De Cospedal criticando con esta misma lógica a la Conferencia Episcopal: esa organización que «se aprovecha del sistema» pero no pasa por las urnas. Será porque los obispos sí se presentan a las elecciones… en la papeleta del Partido Popular.
¿A quién representa la Plataforma de Afectados por la Hipoteca? De entrada, a ese cerca de millón y medio de personas que firmaron su propuesta para reformar la ley hipotecaria española y permitir la dación en pago; unas firmas que la mayoría absoluta del PP en el Congreso de los Diputados decidió torear. También representa un sentimiento mayoritario, según todas las encuestas: el de tantos ciudadanos que se rebelan contra la idea de que tengamos miles de pisos vacíos –rescatados por el Estado con el dinero de los contribuyentes– y, al mismo tiempo, miles de familias en la calle.
«El juego de la representación» como lo llama De Cospedal, tampoco lo justifica todo. Ganar las elecciones no es un cheque en blanco por cuatro años, menos aún cuando esa victoria se logra mediante mentiras durante la campaña electoral. La democracia, en el siglo XXI, no solo consiste en votar: entre otras cosas, también pasa por la transparencia, por la libertad de expresión, por el derecho a la manifestación y por la libertad de asociación. Cuando De Cospedal criminaliza como «nazis» a quienes legítimamente usan o reclaman estos derechos está vulnerando esa misma democracia que dice defender. Está cayendo en esa «demagogia y populismo» de la que acusa a los demás.
Estoy convencida de que María Dolores de Cospedal no hace estas declaraciones por ignorancia. Ella es una mujer inteligente, con experiencia, y conoce perfectamente el funcionamiento del sistema democrático y el papel de las instituciones, de los partidos políticos, de las entidades y asociaciones y de la sociedad civil. Cuando dice estas cosas, cuando insta a una asociación que defiende unas políticas concretas en unos temas determinados a que se inscriban en el registro de partidos políticos y concurran a las elecciones porque de lo contrario carecen de legitimidad, no sólo está negando a la ciudadanía la posibilidad de influir en política más allá de votar una vez cada 4 años (y la ley prevé mecanismos para ello): lo que está poniendo de manifiesto es que sí hay quien cree que esto funciona así, sabe que este mensaje calará en las capas de la sociedad menos formadas, con menor conocimiento del sistema democrático, y probablemente incluso repetirán la tontería en sus círculos más cercanos. En otras palabras, están lanzando un mensaje que hasta el más tonto de los votantes pueda entender, aunque sea burdo y falso.
Llámenme exquisita si quieren, pero a mí que los políticos en general y los cargos públicos en particular me tomen por idiota y me digan que calladita estoy más guapa, es algo que me cabrea.