Excusarte constantemente: explicar doscientas veces que no odias a los hombres, que lo que buscas es la igualdad y no la superioridad, que sí, que te maquillas y llevas tacones, que si tienes que andar adaptando el lenguaje para que no te tachen de agresiva… Con el tiempo acabarás comprendiendo que el que no quiere entender no entenderá jamás, y además procurará desviar tu atención y hacer que te disperses. Pedagogía sí, pero en pequeñas dosis y para quien de verdad la quiera.
No pedir perdón a las victimas ni entregar las armas: muchas de nosotras las conversas solemos provenir de un turbulento pasado asquerosamente filomachirulo y antisorórico. Ese pasado deja una huella en el entorno. Y, si en el anterior párrafo consideraba un error eternizarse en explicaciones, aquí me parece que todo lo contrario. Es de agradecer (y muchas veces directamente necesario por lo pasmoso de algunas conversiones milagrosas) que la persona cuya conciencia despierta nos avise. Sobre todo si nos tiene acostumbradas a todo lo contrario. Tampoco está de más pedir perdón por las posibles barbaridades que hayamos proferido en el pasado. Aquí el orgullo sobra. Si hemos herido a alguien o a varios álguienes o a x colectivos, pidamos perdón. Compensemos nuestras torpezas mostrando arrepentimiento sincero sin olvidar nunca el pozo de oprobio del que venimos. Aunque a veces cueste.
Creer que el feminismo te confiere poderes mágicos: no se trata de un hechizo para poder salir a la calle en minifalda luciendo celulitis totalmente despreocupada y dando brincos. No conseguirá que de un día para otro dejes de pedir tampones a tus amigas como si estuvieras comprando heroína. No te agobies intentando alcanzar esos estándares arquetípicos de la mujer feminista fuerte, feliz y emancipada. Seguirás teniendo miedo a contestar a un hombre que te acosa en la calle. A alzar la voz cuando un compañero de trabajo haga un comentario sexista. Seguirás teniendo problemas con tu imagen, con las calorías y con lo que el mundo espera de ti. Porque la maquinaria opresiva es potente. El feminismo no es una cabina mágica en la que te transformas en una Wonderwoman capaz de hacer frente al malvado Doctor Patriarcado 24/7. Todas tenemos puntos flacos y los seguiremos teniendo. La diferencia es que ahora somos conscientes de los porqués. Y eso ya es un gran primer paso. Otro pie delante y a por el segundo.
Artículo escrito por Luzhilda, aka Filósofa Frívola, para Madriz. El resto, los leéis en su web, que merece la pena. Un poquito de santo autoescarnio de vez en cuando también nos viene bien, porque, aunque los chistes machistas no nos hagan ni maldita la gracia, queridos míos, las feministas sí tenemos sentido del humor. No todo va a ser pasarnos la vida poniendo cara de intensitas ^_^