Querida amiga,

Tú no me conoces, y yo ni siquiera sé si tú existes. Tú sabes de mí lo que te han contado tu pareja, su familia y sus amigos, y yo apenas sé de ti que le haces feliz y que se le ve muy ilusionado, que hacía tiempo que no le veían tan contento y que le ha cambiado hasta el carácter, que conmigo estaba siempre enfadado y amargado y ahora contigo vuelve a sonreír.

No sabes por qué estoy haciendo todo esto, no entiendes por qué precisamente ahora, por qué le denuncio ahora si hace ya mucho tiempo que no estamos juntos, si lo que cuento es verdad (que no te lo crees) hace ya mucho tiempo que pasó. Crees que me mueve la rabia, que os tengo celos por veros felices, que lo único que quiero es haceros daño. Te han contado que soy una loca resentida que le ha puesto una denuncia falsa para joderle la vida y que él lo está pasando muy mal con todo esto. Entiendo que le creas a él, es lógico, lo comprendo.

Cuando te hablan de un caso de violación o de maltrato, siempre dices que hay que escuchar las dos versiones de la historia. Bien, permíteme entonces que te cuente la mía.

Dices que él es un amor, incapaz de hacer daño a nadie. Lo sé bien: recuerda que a mí también me enamoró.

Te ha contado que yo soy una histérica feminazi mentirosa que le he puesto una denuncia falsa porque quiero haceros daño, porque estoy rabiosa y resentida, porque busco venganza, que en realidad era yo quien le maltrataba a él, que le humillaba constantemente. Siento decirte, querida amiga, que no eres la primera «segunda esposa» que piensa eso y más tarde se arrepiente. Lo mismo pensaba Natalia de su novio Marcos cuando acudió a testificar a su favor en el juicio por maltrato, también creía que su ex lo hacía por venganza y por celos. Unos meses después era Natalia la que estaba pidiendo ayuda. Lo mismo pensaba Carmen cuando su novio le contó que lo estaba pasando muy mal porque había sido víctima de una denuncia falsa que había perdido por el favoritismo de los jueces con las mujeres. Meses después era Carmen quien estaba denunciando su propia vivencia. Lo mismo piensan todas esas mujeres que descubren, demasiado tarde, que la exmujer de su pareja tal vez, solo tal vez, no fuera una víbora vengativa que estaba exagerando por joder o por llamar la atención, y quizá tuviera un poquito de razón. Ojalá a ti no te pase nunca, querida amiga, de verdad: ojalá tú no seas otra Carmen u otra Natalia.

Y en caso de que algún día te veas como ellas, no quiero que pienses nunca que me alegraré de que te pase algo malo por todo lo que has dicho de mí, o que será alguna especie de justicia kármica por no haberme creído en su momento. Nada de eso. De corazón, espero que él haya aprendido de la experiencia y no repita contigo lo que hizo conmigo. Pero si lo repite, aquí encontrarás una persona que te va a entender, que no te va a juzgar, que te escuchará sin cuestionarte porque sabe perfectamente por lo que estás pasando. Puedes insultarme ahora tanto como necesites, puedes llamarme zorra vengativa, histérica manipuladora, puta mentirosa o lo que te de la gana. No me importa y si algún día me necesitas, quiero que sepas que no te lo tendré en cuenta y nunca te lo reprocharé. Nunca oirás de mi boca un «te lo dije». No quiero que te avergüences si algún día necesitas pedir ayuda porque estás perdida en un camino que yo ya he transitado, y logré salir de ahí. Si algún día, ojalá que no, te ves en la misma situación que viví yo, vas a necesitar toda la ayuda que puedas conseguir. Soy tu aliada, no tu enemiga.

1201112854_f
No estás sola

No entiendes por qué le he denunciado, por qué estoy haciendo esto, por qué os estoy provocando tanto daño, por qué precisamente ahora. Voy a intentar explicártelo.

Hago esto por mí, pero no es venganza: lo que necesito es justicia. No es por rabia ni por resentimiento: es para encontrar tranquilidad. No podría vivir con el remordimiento de conciencia de saber que, si algún día te hace algo a ti, pude haber hecho algo para evitarlo y no lo hice. Sé que no quieres que nadie te salve: eres adulta y no necesitas que venga nadie a ponerte una red de seguridad, incluso me dirás con buena parte de razón que estoy siendo paternalista contigo, y lo respeto. Considéralo tan solo un seguro. Cuando contratas un seguro del hogar, no lo haces porque pienses que alguien cercano le va a pegar fuego a tu casa o que se van a hundir los cimientos: pero es bueno tenerlo, solo por si acaso.

Oficialmente hace ya bastante que él y yo no estamos juntos, es cierto. «Oficialmente». No sé si sabes que durante todo este tiempo separados, él ha seguido llamándome, mandándome mensajes y correos electrónicos, suplicándome volver, prometiendo que cambiará. Durante todo este tiempo «oficialmente» separados, cada vez que yo intentaba rehacer mi vida él reaparecía, volvía a contactar, me decía que me echaba mucho de menos, que separarnos había sido un error, que cambiaría, que las cosas serían muy diferentes a partir de ahora, que había entendido lo que había hecho mal. Y yo también le creía, igual que le crees tú. Le he dado cientos de «últimas oportunidades» durante años. Es posible que incluso ya estuviera contigo mientras a mí me suplicaba que volviéramos a intentarlo. No me sorprendería lo más mínimo. Seguro que él no te ha contado nada de esto, claro, y a mí no tienes por qué creerme pero lo ha dejado todo por escrito: tanto sus promesas de amor eterno y de cambiar, como también sus amenazas y sus insultos.

Crees que le he denunciado porque os tengo celos y quiero destruir vuestra relación, pero lo que quizá no sepas es que hubo una época en la que yo ni siquiera me planteaba denunciarle y lo único que quería era seguir con mi vida y que me dejara en paz. Y que cada vez que él se enteraba de que yo estaba conociendo a alguien, era él quien se inmiscuía en mi vida. Tal vez te sorprenda que yo también he intentado rehacer mi vida y que varias relaciones incipientes se han ido por el fregadero porque él, en cuanto se ha enterado, se ha metido por medio.

Te ha contado que fue él quien me dejó. No viene al caso, pero la demanda de divorcio la puse yo, y lo que me costó mantenerme firme para no verle cada vez que él me pedía que quedáramos «para aclarar las cosas y hablar«, lo que me costó no ceder cada vez que él me acusaba de ser «fría como el hielo» y me amenazaba con «hacer las cosas por las malas«, lo duro que fue y lo orgullosa que me siento de que ya no tuviera el poder de doblegar mi voluntad… eso, querida amiga, solo lo sabemos mi psicóloga y yo.

post_tarantino_end
Chesi y sus amigas después de recibir la sentencia de divorcio

Crees que le he denunciado por venganza, que hago esto justo ahora porque os veo felices y quiero destruir vuestra relación. No es cierto, principalmente porque ni siquiera sé si existes. Él, en una de las muchas variantes de hacerse la víctima que maneja tan bien, me dijo entre llantos que yo le había jodido tanto la vida que nunca más podría amar a otra mujer, que pasarían muchos años antes de que se planteara siquiera la idea de tener pareja. Y seguro que él lo cree así, está convencido de que la víctima es él. Han pasado varios años hasta que yo he podido mantener relaciones sexuales con normalidad, así que no veo por qué no tendría que creerle cuando me dice que pasarán muchos años antes de él pueda volver a tener pareja.

Hago esto justo ahora porque es ahora cuando, pasado el tiempo, con mucha reflexión y ya con cierta distancia emocional, he conseguido ver lo que fue nuestra relación en conjunto más allá de hechos puntuales. Nunca he sido muy lista, porque es ahora cuando al fin comprendo el significado de la expresión «los árboles no te dejan ver el bosque«.

Él te ha contado que estoy loca, que soy una histérica, que no estoy bien de la cabeza. Fueron muchas las veces que le propuse que fuéramos juntos a terapia y él se negó porque la loca soy yo. Y la prueba de lo que dice es que estoy acudiendo a una psicóloga. Es cierto: es una psicóloga especialista en violencia sexual, que además me recomendó acudir a una especialista en violencia de género. Y gracias a la ayuda de ambas, a sus preguntas más que a sus consejos (porque una psicóloga no te da consejos, no es una amiga a la que le cuentas tus penas, sino que te hace las preguntas adecuadas para que llegues a las respuestas por ti misma, para que veas lo que estaba mal, y te da pautas para cambiar y no volver a repetir los mismos patrones de conducta), gracias al trabajo con ellas he podido ver los últimos años de mi vida en su conjunto. Mientras que antes veía hechos puntuales, unos más graves que otros, pero todos los justificaba de diferentes maneras, con la terapia aprendí qué es el ciclo de la violencia, cómo funciona la espiral del abuso, cómo se ejerce la persuasión coercitiva, y cómo yo misma fui cediendo cada vez más de mí misma hasta acabar siendo lo que él llama una histérica, y lo que yo definiría más bien como un animalito pequeño, nervioso y asustado, que no entendía nada de lo que le pasaba, que se sentía culpable sin saber muy bien qué es lo que había hecho mal, y que por lo tanto tampoco sabía cómo pararlo.

Chesi en aquella época: pequeña, nerviosa y asustada, sin saber cómo escapar
Chesi en aquella época: pequeña, nerviosa y asustada, sin saber cómo escapar

Ya, ya sé que eso no responde a tu pregunta de «¿por qué le denuncias precisamente ahora y no cuando presuntamente ocurrió todo?«. Porque cuando ocurrían cada una de las agresiones más graves, él o bien las negaba, o bien me echaba la culpa a mí, o bien si yo necesitaba asistencia médica él me acompañaba al hospital y me cogía de la manita como haría un marido amoroso y preocupado por la torpe de su mujer. Y luego en casa me decía que estaba muy arrepentido y que nunca volvería a pasar. ¿Acaso no has oído nunca historias de mujeres a las que sus maridos les llevaban flores al hospital pidiendo perdón muy arrepentidos, después de haberlas mandado allí de una paliza? Hace menos de un mes que un amoroso marido que se pasó al lado de su mujer todo el tiempo que esta estuvo en coma en la unidad de cuidados intensivos, la remató a cuchilladas en cuanto salió del coma y la subieron a planta, fue entonces cuanto nos enteramos de que había sido él quien la había mandado al hospital y se había inventado una historia de unos malvados desconocidos para ocultar su anterior agresión. ¿No has leído las cartas de «amor» que los maltratadores mandaron a sus parejas antes de la última brutal paliza? ¿Miente Carmen? ¿Miente Natalia? ¿Aún crees que mienten todas? Bueno, tal vez no todas, pero seguro que yo sí miento porque él es incapaz porque tú le conoces muy bien y yo me lo estoy inventando todo porque quiero protagonismo y hacerme la víctima y dar pena y llamar la atención y conseguir una paguita, pero en realidad tú que nunca me has mirado a los ojos ni has oído cómo suena el timbre de mi voz sabes muy bien que soy una bruja manipuladora que tengo a todo el mundo engañado menos a ti. Ya, claro.

Lo denuncio precisamente ahora porque reunir la fuerza suficiente para tomar esta determinación me ha llevado tiempo. Porque reconocerme a mí misma como víctima llevó tiempo. Porque había muchas cosas que mi cerebro había reprimido por pura supervivencia, porque muchos recuerdos que me estaban provocando insomnio, pesadillas, ansiedad y alteraciones diversas del sueño empezaron a aflorar cuando comenzamos a tratar en la terapia el síndrome de estrés post-traumático. Porque empezar a recordar hizo que me hundiera y he necesitado tiempo y distancia, primero para recuperarme y después ya, en un segundo término, pensar si procedía o no tomar acciones legales y todo lo que eso implica.

Lo denuncio precisamente ahora no porque quiera haceros daño, sino porque cuando al fin fui consciente de todo lo que había ocurrido y del recorrido que había seguido desde que le conocí hasta donde estoy ahora, necesité tomarme un tiempo para asumir el shock y fortalecerme emocionalmente. Aún no lo he conseguido del todo, pero sí soy mucho más fuerte que hace un año. Tengo momentos de debilidad, de bajón, de dudas, de preguntarme si de verdad todo esto vale la pena, si tiene sentido, si no me mereceré ya un descanso de una vez. Y cuando se me pasa, me recuerdo a mí misma que no he nadado tanto para morir en la orilla.

Lo denuncio precisamente ahora no porque vosotros seáis felices y quiera vengarme para hundiros la vida o porque os tenga celos. No, nada de eso. Lo denuncio precisamente ahora porque ya no puedo más, me duelen los puños y se me han saltado dos empastes de apretar tanto los dientes cada vez que alguien me dice que «lo mejor que me puede pasar es olvidar y seguir adelante con mi vida«. No soy capaz de mirarme al espejo por las mañanas y explicarle a esa persona que me devuelve la mirada que la impunidad de él es «lo mejor que te puede pasar«. Me merezco justicia. Y sí, sé que va a ser doloroso revivirlo y que personas que no me conocen de nada cuestionen mi historia. Vaya novedad. Me han explicado que va a ser un proceso de varios años, pero necesito ponerle punto y final a esto, no unos puntos suspensivos.

Querida amiga, pase lo que pase, quiero que sepas que puedes contar conmigo.

 

* Nota final: en realidad denuncié mi caso particular ya hace varios meses, actualmente está bajo instrucción judicial y por ese motivo tengo que ser muy prudente con lo que cuento, y los detalles concretos de este post no tienen por qué coincidir con exactitud. Ni siquiera sé si mi exmarido tiene o no tiene otra pareja, ni me importa. Necesitaba escribir esta carta abierta a todas las «segundas esposas» que creen que las «primeras mujeres» somos venenosas, malvadas, histéricas, manipuladoras, mentirosas y que denunciamos un maltrato que nos hemos inventado «precisamente ahora» por joder, por venganza o por celos. No me mueve ningún sentimiento negativo. Ni busco venganza ni quiero dinero: necesito justicia.

 

Fuentes:

Entradas relacionadas:

12 comentarios

  1. Tremenda carta y espectacular post, con un punto de vista muy interesante, ¡bravo!
    No sé si gustar es la palabra, aunque es la primera que me viene a la mente; el párrafo de «Pero si lo repite, aquí encontrarás una persona que te va a entender, que no te va a juzgar, que te escuchará sin cuestionarte porque sabe perfectamente por lo que estás pasando.» me gusta especialmente, por su profundidad y porque muestra la fortaleza de la autora ahora.

    1. ¡Gracias! Es que es algo que me parece fundamental por las características de la violencia de género:
      – las víctimas poco a poco han ido abandonando su círculo de amigos, incluso se han alejado de sus propios familiares, para evitar broncas con el maltratador.
      – se sienten solas, aisladas, y sienten que nadie las comprende, que nadie entiende la dinámica de su relación.
      – tienden a justificar al agresor, a identificarse con él incluso en las agresiones más extremas, a culparse a si mismas.
      – esconden las agresiones durante años, con frecuencia mienten a amigos y familiares. Lo típico: me he caído por las escaleras, me he resbalado en la ducha, me he dado un golpe con la puerta…
      – y cuando por fin se deciden a dar el paso, todo eso se les viene encima, se les gira en contra y sienten una tremenda vergüenza, miedo de pensar que nadie las va a creer, que van a pensar que se lo están inventando o que exageran.

      Por eso creo que es fundamental que sepan que no están solas, que hay gente que entiende por lo que están pasando, que su círculo las va a apoyar incondicionalmente, no importa lo que haya pasado ni cuántos feos les haya hecho, es importante que se sienta comprendida y protegida porque cuanto más sola y aislada esté, más difícil será salir de ahí.

      Cuando digo que cuando se decida a dar el paso, va a necesitar toda la ayuda que pueda conseguir, lo digo muy en serio. Me parece la parte más importante de todo el proceso.

  2. «¿por qué le denuncias precisamente ahora y no cuando presuntamente ocurrió todo?“. Se lo he oído a más de un fiscal. En fase de instrucción y en trámite de ofrecimiento de acciones a la víctima, durante su declaración. si a su juicio ha pasado mucho tiempo, quieren que la víctima justifique su inactividad. Y desde luego, como no les convenza el motivo, suele ser causa de denegación de orden de protección, aunque no de sobreseimiento.

    1. Lo de la orden de protección, hasta cierto punto lo puedo entender si durante el tiempo de «inactividad» no ha habido contacto y ahora él tiene un abogado que le aconseja no hacer el gilipollas. Lo puedo ver hasta lógico.

      Lo del sobreseimiento por no haber denunciado en su momento y haber necesitado tiempo para digerirlo todo y tomar la decisión, ya me toca más los cojones.

  3. Un beso muy fuerte y mucho ánimo, Jessica es una de las cosas mas conmovedoras que he leído en mucho tiempo. De verdad, mucha suerte.

Los comentarios están cerrados.