Dicen que lo único que necesitas para hacer una revolución feminista es una amiga, y allí nos juntamos 5: Lidia, Arantxa, Sara, Luz y yo, cada una en diferentes tramos del camino, tanto de la marcha como de nuestra propia experiencia vital. Tres psicólogas, una socióloga y sea lo que sea yo, que a mis 34 años aún está por descubrir.

 

Plaza Catalunya Feminista
Plaza Catalunya Feminista

 

El ambiente ayer era muy distinto al de la marcha del 7N en Madrid. Quizá porque a las 7 de la tarde ya era de noche, quizá por ser un día entre semana, quizá porque hacía frío… Quizá porque nos pesaban en el alma todas las vidas de las mujeres asesinadas desde aquel día, 17 si la memoria no me falla en este noviembre negro.

Los abrazos de mis amigas. La comprensión en su mirada.

– ¿Cómo estás?
+ A tope. Tengo la sensación de que si paro, se me va a venir todo encima y no me lo puedo permitir.

Si algo se palpa en el ambiente en este tipo de concentraciones, por encima de las diferencias entre colectivos, organizadores, la lucha de banderas, los matices en el manifiesto, la eterna lucha entre transfeministas y feministas radicales, las de la segunda, la tercera o incluso las de la cuarta ola, etc. es la unidad. La hermandad en la opresión y en la lucha. Las miles de experiencias compartidas entre mujeres de todo el mundo, todas las violencias sufridas sobre nuestros cuerpos nos son familiares incluso sin conocernos de nada.

Porque no son opresiones individuales, la violencia contra las mujeres no es producto de algunos locos a los que algo muy gordo le ha tenido que pasar para que se le vaya así la cabeza. Las violencias contra las mujeres son sistémicas, con todo un sistema que lo ampara y protege. Que lo normaliza. Porque esa frase que tranquiliza las conciencias de los necios, «si me pasara a mí le dejaría a la primera«, es mentira: porque no hay una «primera». Porque las primeras señales de peligro están tan normalizadas y tan integradas en la sociedad, que cuando manifiestas tus dudas te tachan de exagerada. Y contra esa normalización de las conductas que culminan en violencia física, agresiones y maltrato también nos manifestamos. Porque no se puede entender la violencia de género sin el caldo de cultivo en el que crece, sin todas las conductas que la alimentan y disculpan al maltratador, al controlador obsesivo, al celoso patológico, a quien quiere encerrarte, al que considera una muestra de amor infinito decirte si no eres mía no serás de nadie.

No son casos aislados, no son hechos puntuales, no son cuatro locos. Es esta sociedad patriarcal que los ampara, protege, disculpa, y luego se lleva las manos a la cabeza cuando ocurre una desgracia. No morimos: nos matan. Contra las violencias machistas, la única arma que tenemos en nuestro poder es la autodefensa feminista.

 

No morimos, nos matan. Contra las violencias machistas autodefensa feminista
No morimos, nos matan. Contra las violencias machistas autodefensa feminista

 

Me encantó ver la Plaza Sant Jaume llena de gente concienciada, muchísimos hombres acompañándonos. Empezar a quitarse capas y capas de privilegio masculino arraigadas durante siglos no es tarea fácil, y reconforta ver que allí están, en el proceso. Obviamente, no pudimos evitar pensar cuántos de ellos habrán llegado hasta allí con un compromiso superficial por ser el día que era y por estar en contra de la violencia más visible de todas, los asesinatos, y al volver a sus casas con la conciencia tranquila pensando que ya están libres de todo machismo, seguirán tratando como esclavas a sus mujeres, madres, hermanas e hijas. Por algo se empieza, pero no por hacer lo mínimo ya has cumplido.

Me encantó ver la fachada del ayuntamiento, por primera vez gobernado por una alcaldesa, iluminada de violeta feminista con un lazo en la solapa en repulsa por la violencia machista ejercida sobre las mujeres. No así la fachada del Palau de la Generalitat, donde un Artur Mas atrincherado mantiene el procés como rehén. Un triste lazo violeta que parecía hecho con cartulina y medio mustio mal colgado de una ventana era todo lo que simbolizaba el compromiso de la Generalitat con la erradicación de la violencia de género: lo mínimo y por cumplir el expediente.

 

Fachada del ayuntamiento de Barcelona iluminada con motivo del 25N
Fachada del ayuntamiento de Barcelona iluminada con motivo del 25N

 

Me encantó la lectura colectiva del manifiesto. Voces plurales por un objetivo común y con una lucha compartida. Me encantó que se hablara de feminismo interseccional, que se aludieran a las diferentes formas de violencia que la sociedad nos somete desde que nacemos, las distintas opresiones que el patriarcado ejerce sobre nosotras por el mero hecho de nacer mujeres o personas que no responden al canon heteronormativo en un mundo hecho por y para los hombres blancos heterosexuales y de clase media.

Lo que ya no me gustó tanto fue la inclusión de todo tipo de reivindicaciones, en una especie de cajón de sastre en el que todo cabe y nada sobra: el no a la guerra, el cambio climático, el TTIP, los despidos de Eulen… Por lo que me han contado compañeras que estuvieron ayer en las marchas convocadas en otros puntos de España, esto parece ser que fue la tónica general. Muy bien, en las reivindicaciones feministas cabemos todos. No queremos ser sectarias y cedemos nuestro espacio a todas las causas. Nos están matando por docenas, miles de mujeres viven secuestradas en sus propias casas y sometidas a torturas por las personas que dicen amarlas, pero no pasa nada, podemos esperar, habla tú que lo mío no es importante. Todo bien.

 

Lectura colectiva del manifiesto del 25 de Noviembre contra la violencia machista
Lectura colectiva del manifiesto del 25 de Noviembre contra la violencia machista

 

No pude evitar pensar, viendo las velas puestas en recuerdo de tantas mujeres asesinadas por sus parejas o ex-parejas, que el asesinato no es más que la punta del iceberg de la violencia machista. De dónde venimos para estar todavía así, teniendo que explicar lo más básico: que si te controla, no es amor; que los celos son la expresión de la inseguridad y no del amor; que nadie tiene derecho a disponer de tu cuerpo como le de la gana o a imponerte hacer algo que no quieres o vestir de forma diferente a como te gustaría; que el único culpable de una agresión o de una violación es el agresor o el violador. Que no hay ningún tipo de amor que justifique la posesividad, que las mujeres no somos objetos. Que «mi marido me pega lo normal» o «mi novio me controla lo normal» NO ES NORMAL.

 

Velas en recuerdo de las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas
Velas en recuerdo de las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas

 

No pienso no mencionar a todos esos que claman para cuándo un día para erradicar la violencia contra el hombre (omitiendo deliberadamente que esa violencia la ejercen mayoritariamente hombres), o para cuándo un día en contra del maltrato hacia el hombre, o para cuando un día en contra de las denuncias falsas. Quienes pretenden equiparar casos puntuales con violencia sistémica no merecen que les dedique hoy ni un segundo de mi pensamiento.

 

violencia genero

 

A pesar de todo, me quedo con lo bueno. Necesito quedarme con lo bueno. Hoy no puedo gestionar la rabia. Si no me quedo con lo positivo, lloraré, gritaré. Y volverás a decirme que no es para tanto, que soy una histérica o que si tengo la regla.

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