Ayer me auto-regalé por San Valentín, porque me quiero y me mimo, una noche en el teatro. Concretamente fui a ver The Hole al Coliseum de Barcelona, un espectáculo de cabaret clásico y canalla. Aviso que para disfrutarlo plenamente hay que dejarse las gafas violetas en la entrada. El cabaret es un espectáculo en general que ha envejecido tirando a mal. A ver, tampoco al nivel de las actuaciones de Arevalo y Bertin Osborne, pero es un tipo de teatro que tenía sentido en una época en que la transgresión era un alivio necesario, un respiro en una sociedad acogotada por los fascismos. El cabaret es un género crítico y humorístico, que en sus orígenes era vanguardista y contestatario pero que hoy en día ha actualizado entre poco y nada su repertorio, y donde la crítica social que lo caracterizó en su día hoy brilla por su ausencia.

Pese a no contar con el sello de calidad «Feminazi Approves», lo cierto es que a mí (mujer blanca, universitaria, de clase media, cada vez menos hetera, sin neurodovergencias conocidas ni incapacidades notables, nivel de privilegio: 8/10) The Hole me gustó. Y no solo eso, sino que además me ha permitido reflexionar sobre cuantísimo ha cambiado mi vida desde que recuperé mi libertad.

The Hole es una obra coral, con 14 artistas en escena, en la que salen dos (DOS) (2) tíos sin camiseta y con six-pack. The Hole es una obra de dos horas y media de duración, en la que aparecen genitales masculinos durante aproximadamente 30 segundos en total. The Hole es una obra que, por sus características, en otro tiempo me habría costado media docena de insultos como «puta» y «zorra», acusaciones de cuernos y un mes de morros y silencios hostiles. Y que volviera a salir a colación en cualquier momento durante los siguientes años.

Objetivamente hablando, al ballet le ha faltado energía en las coreografías y los chistes de la monologuista principal (al Terremoto de Alcorcón) olían un poquito a rancio: solo me ha faltado el chiste del maricón perdío es el que no tiene GPS para hacer pleno. Si eso es lo más transgresor, subversivo e irreverente que sabes hacer, apaga y vámonos. No obstante, hacia el final se viene muy arriba con ese momento carpe diem con el que acaba, y esa reflexión, para salir del agujero hay que haber estado en el agujero que me atravesado de norte a sur.

No obstante, cuando sí he disfrutado como una niña ha sido con el espectáculo de danza acrobática aérea de las súper-nenas, es pura magia. El compañerismo, la sincronización, la confianza mutua traspasaba la piel. Un momento muy emocionante.

  

El Pony Loco también nos ha brindado oto  número suspendido vibrante, aunque bajo mi punto de vista la espectacularidad de la exhibición individual, palidece al lado del espectáculo en equipo.

  

También me pareció precioso el baile erótico a oscuras con pinturas fluorescentes. Y con el espectáculo sobre patines y el número con aros me volví a sentir como una niña pequeña.

  

Tal vez iba con unas expectativas muy altas, me había hecho una idea de un espectáculo mucho más transgresor de l,que finalmente me encontré. Aún así, supongo que The Hole me ha gustado más por lo que representa para mí que por lo que realmente es.