La última víctima por violencia de género tenía solo 20 años. El hombre, que ha confesado a la Guardia Civil el asesinato de su pareja, cumplió una condena dictada en 2014 por un juzgado de Manacor por maltratar a la mujer a la que ha acabado matando.
Una pensaría que una vez que ha sido condenado por maltrato, quizá el miedo a volver a ser condenado actuaría de freno… Seguro que un juez probablemente feminazi aplicando la terrible ley hembrista contra la violencia de género que niega a los hombres la presunción de inocencia y les jode la vida solo con que su pareja decida levantar el teléfono le impondría una pena terrible:
Según ha informado el Tribunal Superior de Justicia de Baleares, el presunto homicida fue condenado a 22 días de trabajo en beneficio de la comunidad, prohibición de tenencia de armas durante un año, orden de alejamiento a más de 200 metros e incomunicación respecto a la víctima por el tiempo de la condena. Además, el condenado pagó a la mujer una indemnización de 210 euros.
Brutal. No tengo palabras. Podéis seguir animándonos a que denunciemos mientras os pasáis por el forro nuestro sufrimiento.

Un juez de Jaén permite a un maltratador condenado y con causas aún pendientes por quebrantar la orden de alejamiento… Que viva con su víctima en la misma casa. En la sentencia alega «estado de necesidad» del maltratador, porque por lo visto la vida y la seguridad de su víctima son menos importantes que el que el pobre hombre tenga un techo, una cama caliente, tres comidas al día y alguien que le lave los calzoncillos y le planche las camisas ?.
El tipo tiene dos condenas por maltrato, otras dos por quebrantar la orden de alejamiento, que pese a lo que algunos creen no es un campo de fuerza que impide que al agresor se acerque y por eso basta, y tiene aún otras dos causas pendientes por el mismo motivo. Pero EL POBRE no tiene donde vivir, y por eso el juez permite que conviva con su víctima.
Entre las órdenes de alejamiento que se deniegan y esto, ya me diréis cómo coño va a funcionar bien la LIVG. No todos los maltratadores son asesinos, la inmensa mayoría de ellos hombres que maltratar a sus parejas nunca llegan a culminar su obra. De hecho hay maltratadores que ni siquiera necesitan ponerte la mano encima porque logran colocarte en un estado de total sumisión y terror que no necesitan romper el pacto implícito socialmente de lo que es una agresión visible (aunque incluso perdonable). El maltratador te tortura, te mata cada día un poquito, y en algunos casos un día «se le va la mano» y te remata definitivamente.
No obstante, este caso concreto entraña un peligro evidente para todo el mundo menos para el juez. O quizá es que al juez le importa una mierda la vida de la víctima que ha recurrido a él en busca de protección, algo por desgracia también muy frecuente. Si este caso acaba de una manera trágica, la culpa no será de la Ley Integral Contra la Violencia de Género, y esta mujer no será una víctima más que podáis enarbolar para decir «¿Lo veis? La ley contra la violencia de género no funciona, siguen MURIENDO, ¡hay que derogarla!«. La la y no obliga al juez a decretar que el agresor viva con su víctima, dejando así sin efecto de facto una orden de alejamiento más i útil que un supositorio de sabores, como la ley tampoco obliga a esa otra jueza a preguntar a una denunciante de agresión sexual si cerró bien las piernas. Una vez más, toda la responsabilidad caerá directamente sobre quién tenía que haber aplicado la ley con el rigor necesario para proteger a la víctima, y en su lugar decidió priorizar la comodidad del agresor. Total, solo somo mujeres, ¿a quién le importa?
Una vez más, es la víctima quien tiene que poner toda su vida latas arriba y buscar por su cuenta la manera de protegerse, porque si confía en la justicia para ello más vale que se vaya tomando las medidas y encargando el velatorio. Una vez más es la víctima quien tiene que huir como una criminal, mientras que el auténtico criminal condenado se pasea tan campante sin que su vida se vea alterada. Una vez más es ella quien tiene que huir si quiere sobrevivir, esconderse para ponerse a salvo, si tiene suerte quizá refugiarse en una casa de acogida, quizá incluso cambiar de trabajo porque ya me dirás para qué coño sirve una orden de alejamiento a un tipo a quien el juez permite vivir en tu misma casa.
Mientras en los juzgados de violencia contra la mujer yo haya personal con formación adecuada y sensibilidad suficiente, mientras siga vigente la idea de que las mujeres denuncian por joder y por resentimiento, mientras no se depuren responsabilidades por estos casos, la LIVG no podrá realmente ser la herramienta de protección de mujeres maltratadas que pretendía ser cuando se redactó.
Comenté hace unas semanas el caso de Susana Hidalgo: 47 denuncias por violencia de género. Su ex-marido mató a su hija Andrea durante el régimen de visitas después de decirle “Te voy a hacer el mayor de los daños y te vas a acordar toda tu vida”. Susana intentó que la administración de justicia asumiera su responsabilidad en el asesinato de su hija por la pasividad demostrada, y lograr así que su dramático caso no se repita. Recibió en sentencia del Tribunal Supremo el pasado mes de octubre:
“Aun lamentando profundamente el fatal desenlace, no se aprecia que, en el supuesto que nos ocupa, existiese un funcionamiento anormal de la Administración de Justicia, sino un conjunto de decisiones jurisdiccionales que resolvieron lo que estimaron conveniente respecto de la forma en que debía canalizarse la comunicación de un padre separado de su hija.”
De nuevo los derechos del agresor puestos por encima de la seguridad de la víctima. No se aprecia que existiese un funcionamiento anormal de la administración de justicia. Porque esto es lo normal. Lo normal es que tengamos una ley que establece mecanismos para protegernos, y quien tiene que aplicarlos no lo haga porque no nos creen, porque no le dan importancia, porque no valoran adecuadamente el riesgo, porque la comodidad de un hombre, del agresor, EL POBRE, que no sufra… es mucho más importante que la vida de una mujer. LO NORMAL.
Luego vas a leer los comentarios en las noticias de ese corte y dan ganas de vomitar. Literalmente.
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