Me ha contado que estas navidades le pediste perdón. A ÉL. A tu manera, claro:

Perdón por machacarte tanto, pero es que con alguien tenía que desahogarme.

Está muy bien que pidas perdón, pero si no ves nada ni remotamente tóxico en esa actitud, sigues teniendo un problema. «Con alguien tenías que desahogarte», porque con quien querías desahogarte no estaba: tuvo el buen juicio de coger un avión y poner miles de kilómetros de por medio para evitarlo. A él le machacaste de rebote, porque yo no estaba. A mí me machacas a conciencia. Claro, tienes que desahogarte, pobre, lo entiendo. ¿Qué más da cómo me hagas sentir a mí?

Al menos ahora sé que eres consciente de tu propio veneno. Porque a él bien que sabes que le machacaste. A mí nunca me pedirás perdón por algo parecido, aunque a él solo le machacaste porque yo no estaba. Y con alguien tenías que desahogarte, claro.

Está muy bien ser consciente de los errores, pero está aún mejor enmendarlos. Pero no confío en que vayas a enmendar ese error conmigo y dejes de machacarme. Porque necesitas desahogarte, y la fuerza de la costumbre es poderosa. Al fin y al cabo, siempre os ha funcionado bien decir que es todo culpa mía. Ya no quiero ser más tu punching-ball: si necesitas desahogarte, a partir de ahora te buscas a otro. Y luego ya si eso le pides perdón. No espero que me pidas perdón a mí, y por eso no lo tengo listo todavía: no puedo perdonarte aún.

Sé que piensas que tu machaque es algo pasajero, que al cabo de unas horas se olvida porque para ti es tan solo un desahogo momentáneo. Siento decirte que no es así: en el momento en que me cae la tromba encima me dejas hecha un despojo inservible, pero tu veneno es radiactivo, permanece durante años. Aún duele rememorar lo que pasó hace 15 meses. No, no estoy lista para perdonar porque mi herida aún no se ha curado del todo. Ni siquiera puedo asegurarte que llegue a curar algún día.

Y es por eso que no quiero verte, que no quiero hablar contigo, que mi móvil filtra tus llamadas y tus mensajes. Solo de pensar en encontrar un mensaje tuyo en el contestador se me acelera el pulso y por eso tampoco te lo permito. Ya no puedo aguantar más tu machaque. Tú necesitas desahogarte, y yo necesito que lo hagas con cualquiera que no sea yo.

Durante años me he sentido como si viniera de otro planeta, tantísimas veces me repetisteis que el problema era yo. Y ahora fíjate, en el mismo mes me entero de que ese fracaso humano con el que una vez estuve casada no sólo admite públicamente que le parece NORMAL lo que me hizo a mí (casi diría que incluso lo considera romántico) sino que lo ha repetido con otra; y me entero también de que tú admites a tu manera la persona tan dañina que puedes llegar a ser. El problema no soy yo.

El problema lo tengo yo. Había demasiados elementos tóxicos en mi vida que han estado a punto de acabar conmigo. Detectarlos, aislarlos para que no puedan hacerme daño y finalmente expulsarlos de mi vida como se extirpa un tumor ha sido un proceso muy doloroso, pero necesario para mi propia supervivencia. Por fin me he dado cuenta de que vosotros no vais a cambiar el chip, no vais a comprender el daño que me hacéis y el problema no soy yo pero lo tengo yo: soy yo quien tiene que cambiar, no vosotros. Por eso me alejo y os expulso de mi vida, para que no podáis volver a hacerme daño. El primer proceso lo puse en marcha a finales de agosto de 2014 cuando pedí el divorcio. Con el segundo, algo empezó a moverse estas navidades y es ahora cuando lo voy a poner en marcha.

He pasado muchos años de mi vida intentando que me entendierais o al menos que me aceptarais como soy, he malgastado mucho tiempo y energía intentando encajar en un molde que me dejaba en carne viva cuando intentaba hacer el más leve movimiento. Y aquí estoy, intentando justificarme otra vez. ¿Necesita justificarse un pez fuera del agua por cada bocanada desesperada que da luchando por sobrevivir? Esta es mi forma de decirte que ya no aguanto más, que he estado dando bocanadas desesperadas de aire por sobrevivir como un pez fuera del agua, y ya no puedo más.

No aspiro a que me entiendas, ni siquiera a que me respetes: me conformo con que me dejes en paz. Pero eso no está en mi mano. Que no me encuentres sí lo está. El plan está trazado y la decisión tomada. Un pasito primero, luego otro y echo a andar.

Autora: Lita Cabellut
Autora: Lita Cabellut

Un comentario

  1. Jessica, desde que te leo, para mi eres un ejemplo de superación, más desde que está pasando toda esa mierda de acoso. No te rindas jamás, compañera 🙂

Los comentarios están cerrados.