Tengo 11 días libres en junio, y ya estoy planificando las vacaciones. Parte de ellos los voy a pasar en Marruecos, ya está decidido. En un arrebato consumista compulsivo compré los billetes súper baratos a Marrakech y ahora estoy planificando el viaje. A dos meses vista, porque soy Mari Angustias.
No me da ningún miedo viajar sola, desde que me divorcié he viajado por mi cuenta a Budapest, Bruselas y Londres, y el resto de viajes que he hecho desde entonces han sido acompañada. Cuando viajo en general mis criterios para elegir alojamiento son bastante laxos: en Budapest estuve en un young hostel, en Genova en un hotelazo de 5 estrellas a todo lujo, en Madrid en el Mirador de Chamarín, en Málaga, Cantabria y Londres en casa de amigos (¡gracias, gracias, gracias!)… Mi manera de viajar por norma general es muy happy, no tengo prejuicios al moverme por Europa y lo que me importa es más la gente, la cultura, lo que pueda ver una vez allí, que el alojamiento en sí. Cuando no me quedo en casa de amigos, busco algún sitio que esté limpio, que entre dentro de mi presupuesto, y que esté céntrico o bien conectado. Fin. No necesito más.
Y en cambio ahora, al buscar hotel en Marrakech me encuentro llena de dudas. Tengo claro que no quiero ir a una cadena tipo NH Hoteles sino algo más típico, sin llegar a ser un decorado de cartón piedra para turistas gilipollas. Me veo incapaz de hacer como hizo Ruth, llegar y buscar hotel sin haber reservado antes ni nada, a la aventura. Dormir en una terraza, aunque sea una opción muy popular entre los mochileros en Marruecos, me parece demasiado peligroso. Seguro que es incluso más seguro que dormir en un camping, por ejemplo, y lo único que pasa es que yo estoy llena de prejuicios.
Pero claro, esta vez es mi primera vez fuera de Europa, y están saliendo a la luz todos mis prejuicios interiorizados. Verlos, detectarlos y tratar de corregirlos es muy chungo. Tengo dudas de europea colonialista idiota. ¿Cómo será allí el transporte? ¿Será fácil llegar desde el Aeropuerto hasta la Medina de Marrakech? ¿Me intentarán estafar los taxistas? ¿Tendré dificultades para ir un día a Casablanca o a Fez? ¿Tendré problemas para ir a la playa? ¿No es una locura viajar sola en un país como Marruecos? ¿No es un poco racista pensar esto, y en cambio no tener ningún miedo de viajar sola por Italia, Hungría, Bélgica o Inglaterra? Como digo, prejuicios y más prejuicios. Ser consciente de repente de que tienes unos cuantos prejuicios racistas es doloroso. Esta tontería se cura viajando, no hay otra manera posible.
Estoy emocionada por el viaje, y a la vez muerta de miedo. Viajar a un país que percibo machista hasta el punto de ser hostil con las mujeres que viajan solas. Y sin embargo varias de mis amigas han estado viviendo en Marruecos durante largas temporadas, han vuelto y no se las ve traumatizadas por la experiencia precisamente, sino hablando maravillas, aunque lógicamente impactadas por el contraste cultural.
Pasear de noche por las ciudades de Marruecos, incluso por las más turísticas, ¿no será un riesgo? ¿Una mujer sola y encima de noche? Se me despiertan miedos atávicos que creía ya desterrados, como el peligro al violador del callejón oscuro. Es el momento de escuchar a mis amigas y sus experiencias, hacerles preguntas con el máximo respeto y escuchar lo que tienen que contar. Hombres que hayan estado en Marruecos, bien, escucharé vuestras historias porque soy una esponja que lo absorbe todo, pero lo que me interesa especialmente en este punto es la experiencia vital de otras mujeres que se hayan enfrentado al mismo contexto cultural con el que yo me voy a encontrar, y sus estrategias de supervivencia frente al choque cultural.
Soy una apasionada de la historia, y en particular de la historia del arte y de las religiones, de la arquitectura y del arte sacro. Cuando viajo por Europa me gusta visitar catedrales y sinagogas. Cuando estuve en Londres no me perdí la misa cantada en la Abadía de Westminster y disfruté como una niña recorriendo la torre de Londres, imposible describir lo que sentí al cruzar las puertas, ver las mazmorras de la Torre de los Traidores donde estuvo encerrada Ana Bolena, o hacer el recorrido guidada por un alarbadero de la Torre que hablaba a toda pastilla. La penúltima vez que estuve en Madrid fui a misa en la Catedral de la Almudena, y pese a que no soy creyente, siento un profundo respeto. La visita a la Catedral del Vaticano se me hizo cortísima, me supo a poco y la próxima vez que vaya a Roma mi intención es aprovecharlo mucho más. Y en Budapest estuve en la Iglesia de San Matías y me quedé con ganas de ver la Gran Sinagoga de Budapest que es la segunda más grande del mundo, pero estuve tan solo 3 días y para cuando quise visitarla no me coincidieron los horarios y ya no me dio tiempo.
Y sin embargo, ahora que voy a viajar a Marruecos me doy cuenta de mis enormes carencias en cuanto a cultura e historia árabo-musulmana. Nunca he estado en una mezquita y no tengo la menor idea de cómo comportarme sin ser irrespetuosa. Mi único contacto hasta ahora con una obra arquitectónica mulsumana han sido La Alhambra y la Mezquita-Catedral de Córdoba, y tenía 17 años recién cumplidos. Bueno, y una excursión a Sidi Bou Said (Túnez) de apenas unas horas durante mi viaje de novios, que hicimos casi todo en autobús, visitamos un zoco de cartón piedra pensado para vender a los turistas y tan auténtico como pasear por Las Ramblas, comimos un kebab y nos volvimos al crucero. Esa es todo el contacto que he tenido con la cultura árabe en 35 años.
Me veo plantándome allí y actuando como una asquerosa europea colonialista y gilipollas sin ni siquiera darme cuenta, comportándome de manera ofensiva sin ser siquiera consciente de ello.
Cuando alguien te dice «revisa tus privilegios«, es a este trabajo de introspección al que se está refiriendo. A que frenes con tus ideas preconcebidas y tu «es de sentido común» y pienses un poco en lo que te está diciendo, en todo lo que tienes asumido, de dejar de avasallar y empezar a escuchar. En tratar de comprender que hay una realidad ahí fuera que no es la tuya, que nunca has vivido y cuyas experiencias no puedes confrontar siempre desde un punto de vista analítico y racional.
Y por eso me encanta viajar sola, por lo que tiene de reto y de ponerme a prueba frente al mundo, de cuestionarme mis posiciones previas.