Casi se me cae la mandíbula al suelo cuando hace unos días leí este tuit de Francisco Traver Torras, actualmente jefe de servicio del área de salud mental del Consorcio Hospitalario Provincial de Castellón, y a quien conocía del blog Neurociencia Neurocultura.

Abandonad la catequesis a los hombres y enseñad a las mujeres a protegerse y a no mandar mensajes ambiguos.

mensajes ambiguos

 

No doy crédito en un hombre con su cultura y su profesionalidad, que difunda un mensaje como este. Que las violaciones no son culpa de los violadores, sino de las mujeres que no saben protegerse y envían mensajes ambiguos. Y ellos, claro, POBRES, se confunden. ¿Quien no?

Tenéis mil teorías para justificar que cuando una mujer dice NO en realidad quiere decir SÍ, pero que cuando dice SÍ realmente quiera decir no, ni os lo planteáis aunque sea por mera precaución. Curioso, ¿no?

Al parecer enseñar a los hombres que deben respetar una negativa y dejar de insistir es inútil. Al parecer «NO ES NO» es un mensaje ambiguo imposible de comprender para el hombre promedio. De verdad que no entiendo qué parte de «SOLO SÍ SIGNIFICA SÍ» es la que os cuesta tanto de entender, pero resulta desalentador que alguien de la inteligencia, formación y capacidad de Francisco Traver nos anime a abandonar toda esperanza en la pedagogía en el género masculino porque al parecer dos simples letras les resultan un mensaje demasiado críptico, ambiguo y difícil de descifrar. Luego las que somos unas feminazis odiahombres antipenes que creen que todos los hombres son violadores en potencia somos nosotras…

innisfree

Nos duele la boca ya de tanto repetir que cuando una mujer dice NO, no está hablando en ningún idioma codificado ni enviando una señal contradictoria. Simplemente significa que NO quiere nada contigo y que dejes de insistir, ¡so pesao!

Intento entender de dónde puede proceder la confusión, y creo que los motivos son los de siempre:

  1. Considerar que el universo es falocéntrico, que todo lo que hacemos gira alrededor de sus pollas
  2. Intentar controlar la sexualidad femenina por medio de la presión social

En cuanto al primer punto, recomiendo este post de Celia Blanco – Marca España:

“Que no enseñen las tetas; van provocando. Que no beban tanto y podrán defenderse cuando quieran meterles mano. Que no vuelvan solas para casa aunque estén agotadas, no vaya a pasarles algo. Que no se vistan como putas. Que no bailen contoneándose si no quieren que a los tíos se les ponga dura”.

La culpa es nuestra. Siempre lo es. Somos nosotras las que ponemos la miel en los labios de los hombres para luego no darles el dulce. Somos nosotras las que tentamos a la suerte creyéndonos tan listas y tan fuertes como para no depender de ningún hombre que nos proteja. Somos las mujeres las que excitamos con vestidos ajustados que marcan nuestras curvas, escotes desmesurados que incitan al fornicio, bailes que claman por la violencia.

La culpa la tenemos nosotras que vamos pidiendo guerra. (…)

Cada ocho horas se agrede sexualmente a una mujer en nuestro país. Tres al día. Mientras que en el parlamento alemán se ha aprobado por unanimidad que la negación de la mujer, un simple “no”, sea suficiente para considerar violación (y juzgar como tal) cualquier intento físico de tener una relación con ella, en España tenemos juezas que preguntan a la víctima de una violación si cerró lo suficientemente las piernas para evitar que la ultrajaran. La culpa siempre es de ella. La responsabilidad siempre es de la mujer.

Nosotras les provocamos y de ahí que ellos crean que les lanzamos mensajes confusos y ambiguos. Porque todo lo que hacemos gira alrededor de su polla. Teniendo en cuenta la formación y la especialidad profesional de Francisco Traver, estoy segura de que le suena el concepto «disonancia cognitiva«. Es normal que se sientan confusos si creen que nuestros actos (vestirnos de manera concreta, bailar, estar un lugar determinado, comportarnos de una manera en particular, etc.) son cosas que hacemos que van dirigidas a captar su atención, y cuando posan su atención en nosotras les decimos que no estamos interesadas. No lo pillan, se sienten confusos, consideran que les lanzamos mensajes ambiguos.

No obstante, en esa confusión tienen dos posibles respuestas a las que acogerse: la primera en la que consideran que estamos interesadas y les lanzamos mensajes para captar su atención, o la segunda en la que les dejamos claro que se equivocan y no estamos interesadas. En una situación que entraña cierto riesgo (seguir insistiendo porque estás convencido de que el primer mensaje es válido hasta cruzar la línea del acoso o de la agresión sexual), lo razonable sería optar por la opción más conservadora, proteger la propia integridad y la de la otra persona y retirarse. Percibes un mensaje ambiguo y tienes dos opciones: seguir insistiendo o retirarte. Seguir insistiendo entraña el riesgo de que incomodes a la otra persona, te pases de la raya, resultes pesado, molesto, llegues a acosar a la otra persona o incluso a forzarla o a agredirla sexualmente; si te retiras, el mayor peligro es que duermas solo después de hacerte una paja. ¿Por qué seguir insistiendo después de un «NO» entonces? Eso nos lleva a la segunda cuestión.

En cuanto al segundo punto, intentar controlar la sexualidad femenina por medio de la presión social no es algo reciente ni un movimiento de péndulo para tratar de revertir los estragos de los años 60. La Letra Escarlata fue publicada en 1850 y está ambientada a principios del siglo XVII, por poner un ejemplo ilustrativo. Supongo que no es necesario que desarrolle la trama de la novela, baste decir que narra la humillación de Hester Prynne, una joven declarada culpable de adulterio y condenada a llevar una «A» escarlata de adúltera en su vestido para su vergüenza. La sentencia le obliga a permanecer durante tres horas en la picota expuesta a la humillación pública. Queda clara la idea, ¿verdad?

letra escarlata

No obstante, cometeríamos un error si pensáramos que el control de la sexualidad femenina es cosa del pasado. No solo la autoestima femenina es problemática en un contexto machista, es que nuestra libertad sexual también lo es. Una mujer promiscua sigue siendo calificada de puta/zorra que no se respeta a sí misma, mientras que una mujer que no practica el sexo (contigo) es una estrecha, amargada, malfollada. Y si quiere practicar sexo contigo pero algo de lo que haces o dices le da mal rollo y decide cambiar de idea, entonces es una calientapollas. Y si eres majo con ella pero decides que solo te quiere como amigo, es una cabrona que te ha metido en la friendzone. El porno por venganza (subir videos caseros a webs porno de distribución masiva sin autorización de la otra parte con el fin de causar el mayor perjuicio posible a la mujer tras una ruptura) o compartir con los colegas fotos de mujeres desnudas que te han enviado en confianza en un momento erótico-festivo traicionando por tu parte esa confianza, son dos de las acciones en las que interviene el sexo como mecanismo de control de las mujeres. Por no mencionar la presión sobre las mujeres lesbianas («lo que te hace falta es una buena polla») o bisexuales («estás confusa, es una fase»), etc.

 

Y de esa presión social sobre la sexualidad femenina devienen una serie de actitudes que las mujeres hemos desarrollado como mecanismo de supervivencia. Si ante una proposición tienes la fundada sospecha de que un NO rotundo puede devenir en violencia física o verbal, optas por responder de una forma que no socave la autoestima del pretendiente y pueda reaccionar de forma violenta. De esa presión social para no ser calificadas de calientapollas, evitar una previsible agresión y no exponernos a una agresión física, acabamos teniendo sexo aunque no queramos, ya que inicialmente sí queríamos y no se nos permite cambiar de idea. Y de esa presión social también para no ser calificadas de putas, zorras, guarras si aceptamos con demasiada rapidez, rechazamos proposiciones que nos gustaría haber aceptado. Y de esa presión social sobre la sexualidad femenina que impide a las mujeres decidir con libertad vienen afirmaciones como la que encabeza este post, columnas como la que lo cierra, y mil problemas, abusos, agresiones sexuales encubiertas, violaciones, etc. De ahí que las feministas seamos tan pesadas insistiendo en que NO es NO, solo SÍ significa SÍ, que una mujer puede hacer con su cuerpo y con su sexualidad lo que le de la real gana, y que lo único que queremos es que respeten nuestras decisiones. ¿Es acaso tan difícil? No lo sería de no ser por la cultura de la violación, que lo impregna todo.

 

si es si o no

 

 

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