Hace un par de días asistimos a una de las manifestaciones más evidentes de la cultura de la violación en televisión que recuerdo. Bueno, también es cierto que veo poca televisión, así que no me hagáis mucho caso. El tronista de Mujeres Y Hombres y Viceversa, Suso Álvarez, tuvo una cita sin cámaras con Camila, una de las pretendientas, y al parecer él malinterpretó las intenciones de la chica, creyó que ella quería llegar más lejos, y cuando ella le paró los pies él se enfadó. Y lo justificó de esta manera:
Las polémicas declaraciones de Suso, Agrega el mejor grupo de #myhyv https://t.co/fo8xTeOGex Noticias, Adelantos, Confidencias. Todo RT pic.twitter.com/as2VJTQ3OO
— Cotilla de la Tele (@CotilladelaTele) October 12, 2016
– Suso: A lo mejor me confundí con sus mensajes, y si le tengo que pedir disculpas se las voy a pedir mil veces PERO yo soy una persona que, si tú me das a entender una cosa, y yo…. mmmmm… me acelero, ¿vale? luego no me digas «hasta aquí, ahora ya no, me voy» porque sinceramente, yo ya Emma no razono…
– Emma: Eso suena un poco raro… A ver, lo que está claro es que tú querías llegar a algo más y ella no.
La conductora del programa, Emma García, le cortó en seco en directo porque vio claramente el jardín en el que se estaba metiendo, aunque en twitter este comportamiento suscitó una respuesta mucho más tibia y equidistante:
Suso tiene derecho a enfadarse, pero Camila también lo tiene a empezar o a frenar cuando a ella le apetezca.
Perdona, ¿qué? ¿pero qué me estás contando? ¿Cómo que Suso tiene derecho a enfadarse porque su cita no quiera llegar a mayores, porque cambie de opinión, porque decida que no quiere seguir y prefiera marcharse? ¿Pero esto qué es?
A ver, vayamos por partes.
Empecemos por lo más básico: ninguna mujer te debe sexo. No, en serio, no hay ninguna razón legítima que te de derecho a tener sexo con una mujer en contra de su voluntad. Si puedes darme una sola razón que de derecho a un hombre a tener sexo con una mujer en contra de su voluntad, tal vez aún no te hayas dado cuenta pero estas justificando y legitimando la violación.
No, los hombres no necesitan violar cuando no ligan, como sostiene uno de los testimonios presentados por la defensa de los violadores de San Fermín. No, el argumento de «es que si me acelero yo ya no razono» no es válido, salvo que no te importe quedar a la altura de un animal irracional incapaz de controlar sus impulsos. Si eres de esos hombres que cuando te aceleras no razonas, lo mejor que puedes hacer es tomarte una tacita de bromuro con el café cada mañana, en vez de forzar a las mujeres a tener sexo no consentido contigo.
Si tú también crees que cuando un hombre se acelera es normal que no razone, felicidades: acabas de comprender lo que significa la cultura de la violación. La mala noticia es que tú también forms parte de ello. La buena noticia es que de ahí también se sale.
No me canso de recordar el artículo de El Diario titulado «yo quería sexo pero no así» que recoge varios testimonios de víctimas de agresiones sexuales en citas, así como la dificultad de estas mujeres para identificar como agresión sexual lo que en principio iba a ser un encuentro deseado.
Insistir cuando ya te han dicho claramente «hasta aquí, ahora ya no, me voy» es pasarse el consentimiento por el forro de los cojones. Cabrearte, meter presión, generar una situación incómoda o violenta para que cambie su NO es no respetar la capacidad de decisión de la otra persona de marcar sus límites, es una agresión a su libertad sexual, y lo más importante: es delito. Si Suso Álvarez ha puesto en manos de su abogado el asunto del hashtag de twitter #SusoViolador como respuesta a sus palabras, podría aprovechar la visita para consultarle cómo funciona el tema de la violación, las agresiones sexuales y los delitos contra la libertad sexual en general, que me parece que no lo tiene demasiado claro.
Creer que encima tienes derecho a enfadarte porque la mujer con la que has tenido un acercamiento te diga que no quiere tener sexo contigo, y estar convencido de que nadie te afearía esa conducta hasta el punto de sostenerlo como lo más normal del mundo ante las cámaras de televisión ante millones de espectadores, y recibir el apoyo de muchísima gente, es precisamente un ejemplo paradigmático de lo que llamamos cultura de la violación, y es por lo que decimos que los hombres son violadores en potencia: porque se han educado en una sociedad que considera que tienen derecho a enfadarse y a presionar si una mujer decide no ir más allá después de que ellos hayan interpretado «las señales» a su conveniencia, y si no se controlan porque «si se aceleran es normal que no razonen«, la culpa encima será de ella por provocar, por no dejar las cosas claras, por ser una zorra calientapollas.
No, no me creo que los hombres cuando se aceleran no razonen y sean incapaces de controlarse. No me lo creo porque si fuese cierto, las relaciones entre mujeres y hombres serían imposibles por definición. Pero ese discurso del sexo masculino hidráulico, una presa que cuando se abre ya es imposible de controlar, genera una retórica de poder que les viene muy bien a quienes no tienen ninguna intención de controlarse. ¿A quien beneficia esta retórica de poder? Traspasar la culpa a la víctima con el argumento de «es que es una calientapollas» beneficia a esos hombres que no sienten ningún respeto por la otra persona, cuya máxima prioridad es mojar el churro y que no tienen ninguna intención de controlarse. Si pueden insistir, presionar, cabrearse, gritar, generar una situación desagradable cuando la otra persona dice «no, para, hasta aquí, ahora ya no, me voy«, sin ningún tipo de reproche social, si con eso logran intimidar a la otra persona y salirse con la suya, eso que se llevan. Total, ¿a quien le importa si ella dio su consentimiento bajo presión o no? Lo importante es que lograron follar y punto.
Porque, ¿sabéis qué? La lucha feminista por la liberación sexual de las mujeres no es para que podamos follar mucho: es para que podamos follar con quien nos de la gana, cuando nos de la gana y como nos de la gana, sin que nadie nos cuestione. Una mujer sexualmente liberada no es la que folla con muchos: es la que folla si le apetece, y si no le apetece se sube las bragas y se vuelve a su casa.
Lidia Infante lo resumió a la perfección:
La cultura de la violación es una cultura en la que el “no” de la mujer es el inicio de una negociación, no el fin de la conversación.
Esta figura del violador desconocido al acecho sirve para esconder los trapos más sucios de la masculinidad hegemónica y el producto más tóxico de la sexualización y la cosificación de las mujeres.
Entrada relacionada:
Las feministas no consideramos que todos los hombres son violadores