Queridos neomachistas, os veo muy perdidos, con muchas dudas sobre feminismo, sobre las feministas, sobre lo que defendemos. Os perdéis en los matices y os quedáis en los argumentos de brocha gorda, así que voy a intentar aclararos algunos conceptos, a ver si así logramos entendernos de una vez.
¿Las feministas odiáis a los hombres?
Rotundamente NO. Las feministas no odiamos a los hombres. Pero tampoco les adulamos gratuitamente, les cuestionamos igual que nos lo cuestionamos TODO lo que nos rodea y TODO lo que hemos aprendido. Y eso implica que también vamos a poner en cuestión cosas que tú has aprendido, que tienes completamente asumidas y que te parecen naturales. Ese cuestionárnoslo todo, cuando afecta a los hombres, algunos lo confunden con misandria. Tienes dos opciones:
- Pararte por un segundo a escuchar, reflexionar sobre lo que decimos y por qué lo decimos. Tal vez haya algún motivo tras nuestros argumentos que no te has parado a pensar. Tal vez eres uno de los muchos hombres que no confía en las mujeres por sistema, crees que exageramos, que no es para tanto. Párate por un momento a pensar qué pasaría si las situaciones que describimos fuesen ciertas, si no nos estuviésemos inventando lo que decimos, si no estamos exagerando…
- Ponerte a la defensiva, asumir que lo que decimos es un ataque, que somos unas exageradas, que nos encanta el drama, que seguro que no es para tanto, y que de todas formas *tú* en concreto no eres así.
Cuando te pones a la defensiva y nos dices que exageramos, date cuenta de que estás negando nuestras vivencias, nuestra experiencia, nuestro día a día. Es normal que no nos haga ni maldita la gracia que alguien que nunca se ha encontrado y que jamás se encontrará en determinadas situaciones, nos venga a decir que exageramos cuando explicamos que nosotras sí. Si a ti como hombre nunca te han preguntado en una entrevista de trabajo si piensas tener hijos en un futuro cercano, no me digas que exagero cuando digo que a mí sí, no me cuentes que es ilegal hacer preguntas personales de esa índole, no me digas que no es para tanto que un jefe de recursos humanos gañán puede haber en todas partes, no me digas que denuncie a la empresa, porque mira de verdad todo eso me suena ridículo. Si nunca has tenido a alguien en el metro de pie poniéndote sus genitales a la altura de tu boca cuando vas sentada, o si nunca han aprovechado con disimulo la aglomeración en el transporte público para meterte mano, no me digas que exagero cuando cuento que yo sí, no me digas que le de una hostia, no me digas que denuncie, no me digas cómo tengo que actuar en una situación en la que tú nunca has estado, porque probablemente con los cientos de veces que me ha ocurrido cogiendo el transporte público a diario, es casi seguro que ya habré probado todas las técnicas que se te puedan ocurrir. No me digas que exagero cuando hablo del acoso, o de la presión estética, o de cómo la publicidad nos reduce a meros trozos de carne… Antes de dar por hecho que exagero, párate un momento a escuchar y piensa qué pasaría si no estuviera exagerando.
Y no, de verdad, ni es un ataque al género masculino ni a ti como hombre en particular. Cuando criticamos la masculinidad tóxica, lo que estamos criticando son los roles de género, estamos cuestionando la manera en que nos han educado como sociedad, a todo aquello que se presupone de nosotros dependiendo del género que nos asignaran al nacer. No te lo tomes como un ataque personal porque no lo es, no necesito que me digas que tú no eres así. Tampoco me sirve que me digas que en tu casa os educaron a tu hermana y a ti en igualdad, porque educación no es únicamente lo que uno ve en casa: también es lo que ve en el colegio, entre los amigos, en el barrio, en los medios de comunicación, en la publicidad. No solo educan los padres: educa toda la sociedad.
Si en tu casa te enseñaron a respetar a hombres y mujeres por igual, me parece fenomenal. Ahora bien, ¿cuántas veces, en tu grupo de amigos, le has llamado la atención a un colega que estaba diciendo de alguna chica que sólo sirve para chuparla en lugar de reírte? ¿Cuántas veces has frenado a un amigo que estaba diciendo de alguna chica que es una calientapollas? ¿Cuántas veces has afeado una conducta machista en tu grupo de amigos, o en tu trabajo, o a algún pariente? Cuando lo hacemos nosotras, somos las locas histéricas feminazis radicales cortarollos. ¿Cuántas veces te has mojado tú? ¿Y cuántas has preferido seguir el rollo y no liarla? Eso también es parte del problema. Nosotras sí nos enfrentamos a esas situaciones. Y eso no significa que odiemos a todos los hombres: lo que odiamos son ese tipo de actitudes. No queremos eliminar a los hombres del planeta: queremos eliminar esa masculinidad tóxica que te lleva a ser el más gallito, el que más liga, el que más folla, el que más bragas rompe, el más rápido, el más fuerte, el más resistente. El más todo. Cuando decimos «machete al machote» no es que queramos ir por ahí matando hombres, por el momento podéis estar tranquilos: con lo que queremos acabar es con esa masculinidad tóxica.
Masculinidad tóxica que se respira en todos los ambientes.