Condenado a 2 años y medio de cárcel por delitos de odio @beren12h, el twittero que creía «pocas» las mujeres asesinadas «con la cantidad de putas que hay»

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Berenguer Jordi Moya Hernández era @beren12h y @Beren4coma9 en twitter, y también quien llevaba la cuenta @muerenpocas (creada en el 2013 y actualmente suspendida), @pocasmueren (ídem), y seguramente alguna otra que no tengo registrada.

Entre sus grandes éxitos están frases como estas:

Está disminuyendo la cifra de muertes por maltratos. No podemos permitir que ésto siga ocurriendo (26 de agosto de 2013)

Lo mejor en esta vida es ese hombre que cuando su mujer le dice: «me duele la cabeza», le contesta a cinturonazos. (26 de agosto de 2013)

53 asesinadas por violencia de género en lo que va de año, pocas me parecen con la de putas que hay sueltas.» (17 de diciembre de 2015)

Y 2015 finalizará con 56 asesinadas, no es una buena marca pero se hizo lo que se pudo, a ver si en 2016 doblamos esa cifra, gracias. (30 de diciembre de 2015)

Gracias a la multitud de denuncias recibidas, la policía por una vez se puso a investigar quien era el graciosillo que estaba detrás de estas cuentas supuestamente anónimas, y finalmente dieron con él, incluso pese a que twitter suspendió algunas de las cuentas que se abría para seguir animando a la violencia de género en cuestión de horas, mientras que otras en el momento de su detención aún seguían abiertas.

La Brigada de Investigación Tecnológica del Cuerpo Nacional de Policía ha pedido información a Twitter para identificar al creador de esta cuenta, según ha explicado el Gobierno en respuesta a la portavoz de Igualdad del PSOE, Carmen Montón.

En su momento se le atribuyeron delitos por exaltación del odio por el que pudo haber sido condenado a 4 años de cárcel, aunque finalmente fue condenado a dos por la Audiencia Nacional: un año por un delito de incitación al odio y otro año por un delito de enaltecimiento del terrorismo, en este último caso por otros tuits relativos a atentados terroristas, porque puestos a ser un imbécil lo suyo es ser un imbécil integral y tocar todos los palos posibles.

Ahora el Tribunal Supremo ha aumentado la condena a dos años y medio, por lo que ya la prisión ya no es eludible. Del delito de enaltecimiento del terrorismo el Supremo le ha absuelto al considerar que las burradas que dijo fueron lo suficientemente genéricas por lo que «no implican la caracterización del delito de peligro en la medida en que no hay concreción del destinatario del acto que se enaltece o de la figura que se pretende reivindicar”. Sin embargo sí confirma que hubo un delito de incitación al odio a las mujeres y estima, dando la razón al fiscal, que concurrió la circunstancia agravante de haber usado Internet como medio para difundir esos mensajes de odio, y le aumenta la condena: de un año a dos y medio, más una multa de 10.800 euros.

La sentencia del Supremo, redactada por el magistrado Andrés Martínez Arrieta, afirma que «el contenido de las frases revela el carácter agresivo de las expresiones y la constatación del odio al ir referidas a situaciones en las que desea encontrar a mujeres a las que se refiere en términos agresivos en un contexto de género”. Los magistrados consideran acreditada la intención del condenado de incitar al odio ya que «no nos encontramos ante un acto puntual, incontrolado e involuntario. El autor conoce y quiere la realización de las expresiones que vierte a las redes sociales con un contenido indiscutido de odio que merecen reproche«.

Se trata de un niñato que cuando fue localizado por la policía (enero de 2016) tenía 20 años, que se creía protegido por el anonimato, impune y a salvo. Un crío imbécil que disfrutaba encabronando a un colectivo que le cae mal. No conozco a este niñato, no sé cuánto odio y cuanta rabia se puede llegar a acumular en una vida tan corta, ni sé qué coño le pasaba por la cabeza, ni qué circunstancias en la vida llevan a alguien a ser tan imbécil. Mentiría si dijera que tampoco me importa, porque lo cierto es que esto último sí me interesa y mucho. Al ser detenido por la policía, el gilipollas (no lo digo yo, «gilipollas» es como él mismo se describía en uno de sus perfiles) se escudó en el siempre socorrido «experimento social». Yo soy la última de la clase en sociología y ciencias sociales, y me dais vergüenza.

Lo peor es que, bajo mi punto de vista, este tipo ni siquiera *pretendía* incitar al odio: no es más que un imbécil sin amigos, amargado, a quien la soledad y la falta de cariño le han hecho mucho daño. Un pobre diablo lleno de rabia, de odio, que quería llamar la atención de alguna forma, y que disfrutaba encabronando a un colectivo que le cae mal mientras recibía el reconocimiento y el aplauso de toda la patulea machirula que le jaleaba. No olvidemos que la cuenta @muerenpocas (agosto de 2013) tenía 263 seguidores.

Ayer estuve viendo el Salvados sobre el tema del odio en las redes sociales. Admito que me quedé dormida antes de la mitad. Me pareció interesante el concepto de ir a hablar directamente con los emisores de estos mensajes de odio, y después llevar el vídeo con el testimonio de las personas detrás de esos perfiles anónimos a las personas a las que atacaron, aunque me pareció algo frustrante que se quedaran en la mera anécdota y no profundizaran, que no fueran más allá. Ya la cosa apuntaba mal cuando al principio del programa se les da la palabra a estudiantes de derecho, cuando en mi opinión habrían aportado muchísimo más desde el punto de vista de la psicología y la sociología, pero eso es cosa mía y de alguno más que piensa como yo.

Sin embargo, sí admito que hubo algo que me chocó durante el programa, y fue el primer testimonio, el del hombre que le deseó a Paula Vázquez que le metieran gasolina en el coño y le prendieran fuego. Puede que fuese un recurso muy facilón destinado a conectar emocionalmene con el espectador, pero lo cierto es que conmigo funcionó. Me impresionó el testimonio del hater. Me impresionó su soledad, su necesidad de contacto humano, su falta de cariño, su amargura vital. Me impresionó que admitiera recurrir a la grosería, a los insultos de grueso calibre, como una forma de llamar la atención porque de otra forma sus frases en redes sociales pasarían inadvertidas, nadie las leería, nadie le prestaría atención. Me chocó cómo decía que su intención era conseguir sacar una sonrisa a la gente (?), que le encantaba que le respondieran con el emoticono de una carita sonriente, que le dieran like a sus tuits… pero en lugar de dedicarse a contar chistes, lo hacía insultando y amenazando a personalidades públicas. Me impresionó de una manera muy fuerte la deshumanización que lleva a cabo de la persona que hay al otro de la pantalla, a la que dirige directamente sus insultos, mientras que utiliza el odio como una forma de reafirmarse y de obtener el aplauso de otras personas igualmente carcomidas por la rabia, que ríen sus payasadas y le animan a ir cada vez más lejos, a ser cada vez más agresivo, más grosero, más violento.

Admito que me impresionó la soledad, la necesidad de cariño y de contacto humano que tenía el primer hater que entrevistó Jordi Evolé en el programa del domingo. No todos los haters responderán al mismo perfil de señor mayor, enfermo, sin trabajo ni aficiones y solo en la vida; de hecho conozco a algunos chavales muy jóvenes, universitarios, con una actitud de mierda también absolutamente amargados y llenos de rabia, resentimiento, que canalizan su frustración utilizando las redes sociales para hacer algo parecido a amigos unidos por el odio hacia un determinado colectivo (feministas sobre todo, aunque también independentistas, votantes de Podemos y gente de izquierda en general).

Guido, que tiene una paciencia de santo, hizo un experimento con un troll fachoso también muy jovencito, que le entró insultando por DM. No recuerdo qué celebrity también hizo algo parecido, se mostró comprensiva por DM con el odio que destilaba el hater y este acabó confesándole que se sentía muy solo. Son gente con cierta psicología y mucha paciencia, porque lo que es yo al que me entra así me lo ventilo con un «a trollear a la vía, abrazafarolas» y el block inmediato. Mónica Naranjo opina igual, que los haters son personas amargadas, solas, llenas de odio y frustración, y propuso con mucha ironía la campaña «Adopta un hater». Personalmente pienso que los debería adoptar su familia, que yo bastante tengo con aguantarlos mientras tienen como hobbie tocarme los huevos durante años, pero la iniciativa me parece loable.

La lista de respuestas de famosas a sus haters sería larguísima e inútil, porque lo que me interesa es el perfil sociológico de estos personajes, cómo se relacionan entre ellos y cómo interactúan con el resto del ecosistema twittero, qué les motiva, qué les hace deponer su actitud, cual es el substrato previo en sus vidas que les hace proclives a la violencia verbal como forma de canalizar su rabia, cómo afecta la percepción de impunidad amparada en el anonimato a las desinhibiciones y a la deshumanización de las personas que eligen como víctimas, cómo se relaciona el acoso online con el bullying y con la violencia doméstica… Todos esos ítems me parece muy interesantes, y lo que he leído hasta ahora sobre el tema me parece frustrantemente superficial, no profundiza lo suficiente, quizá por la dificultad de base que entraña contactar directamente con los emisores de los mensajes de odio y que respondan a una serie de preguntas estandarizadas de forma honesta que nos permitan recopilar datos y extraer algún tipo de conclusión.

Quizá me anime yo misma algún día a iniciar una investigación de carácter sociológico sobre este tema.

 

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