Esta es la clase de artículo que me mata de la pena tener que escribir, porque denota que a estas alturas todavía no se ha entendido nada, probablemente porque no se ha querido entender, además de la nula capacidad de empatía que denota.

El jueves pasado, saltando de link en link, esta afirmación me golpeó como un puñetazo en plena cara:

En España las principales causas de muerte son infarto, ictus, cáncer y Alzheimer, y como causas externas, suicidios y accidentes. Con todo el respeto para las víctimas de la violencia de género, ¿por qué debe ser una cuestión de Estado un problema que causa 60 muertes al año?

Si realmente quieres una respuesta a tu pregunta, querida Carla, te respondo: porque la violencia de género no es un problema que cause SOLO 60 muertes al año.

Lo que os preocupa a todos los que habéis alabado el tuit de Carla evidentemente no son las cifras, porque la violencia de género deja más muertas cada 10 que ETA en toda su historia, y a ninguno se os ocurriría decir que el terrorismo no debería ser una cuestión de Estado. Lo que pasa es que el terrorismo machista solo asesina mujeres, y eso ¿a quien le importa? 60 mujeres más o menos al año, da igual. Mueren pocas.

Si las cifras os preocupasen, os diría que el 20% de las mujeres que se suicidan eran víctimas de violencia de género, además de las que no reflejan las estadísticas, así que la violencia de género no es «un problema que causa 60 muertes al año», sino quizá «un problema que causa 300 muertes al año». Pero es que eso también os daría igual. 60, 100, 200, 500, ¿qué más da? No son tantas. En España hay casi 25 millones de mujeres, ¿qué son 300 vidas al año? No es un problema tan importante.

Pero lo es. Porque cuando hablamos de violencia de género, centrar el problema únicamente en las mujeres asesinadas es ser muy cortos de miras. Es centrarse únicamente en la punta del iceberg. Es el necio que mira el dedo cuando el sabio señala la luna.

Sin ir más lejos, esta misma madrugada en Palma una mujer ha resultado herida al arrojarse de un primer piso para escapar de su pareja, que la estaba agrediendo. Ni ha sido asesinada, ni figurará en las estadísticas, ni constará en ningún lado más que en los medios de comunicación debido a la espectacularidad del suceso. Muchísimas más son las que lidian con la violencia en sus hogares a diario, en silencio. Las mujeres que aparecen en este artículo de El País pueden dar su testimonio porque, pese a que sufrieron maltrato siendo muy jóvenes, lograron escapar y siguen vivas. ¿Tampoco cuentan como víctimas de violencia de género porque no fueron asesinadas? ¿No merecen protección por parte del Estado? ¿No merecen acaso vivir una vida sin violencia? En junio de 2015 Mario Calderón acabó con la vida de su pareja estrellándole la cabeza contra el lavabo repetidas veces. Nadie oyó nada, ningún vecino se sintió concernido. Igual que vosotros consideráis que ni va con vosotros ni debería ser una cuestión de Estado ni dedicarse recursos a la prevención porque tampoco ese para tanto. ¿Cuántas mujeres estarán viviendo situaciones similares que no acaban con resultado de muerte? No os importa lo más mínimo.

Claro que la violencia de género es y debe seguir siendo un problema de Estado. Porque las mujeres que acaban siendo asesinadas son un % minúsculo dentro de un problema que afecta a cientos de miles. No, no exagero. Sí, he dicho cientos de miles. Y probablemente me quedo corta.

La tasa media en España es de 60 denuncias por violencia de género por cada 10.000 mujeres. Solo en el año 2016, un total de 134.462 mujeres denunciaron a sus parejas o ex-parejas. De las denuncias que se interponen anualmente, menos del 0,01% fueron falsas. Los expertos calculan que solo se denuncian aproximadamente el 10% de los casos. Así que no, no estoy exagerando: cientos de miles, probablemente cerca de un millón de mujeres, sufren cada año en relaciones marcadas por la violencia de género, de las que un porcentaje pequeño logra escapar por sus propios medios.

Porque la violencia de género no son (solo) asesinatos machistas: el maltrato es una tortura diaria para todas esas mujeres que viven secuestradas en sus hogares, atrapadas en una relación caracterizada por la violencia física, psicológica, sexual y económica. Rehenes de una situación de la que no pueden escapar por sus propios medios. Claro que tiene que ser una cuestión de Estado, por supuesto que es necesario que el Gobierno destine recursos, porque nos merecemos vivir en libertad, tomar nuestras propias decisiones sin que nadie nos lo impida, merecemos ser dueñas de nuestras vidas.

Autor: Oriol Angrill
Autor: Oriol Angrill

Ojalá no hicieran falta subvenciones en este ámbito, de verdad os lo digo. Si hacen falta subvenciones es por dos motivos: 1) porque el problema persiste y hay que seguir trabajando para erradicarlo, y 2) porque el Estado no tiene los recursos suficientes como para hacerle frente por sus propios medios y tiene que pagar a personal externo cualificado para que se encargue.

Lo ideal sería que en todos los ayuntamientos hubiera servicios de cercanía para atender a las mujeres víctimas de violencia de género. Que la administración dispusiera de personal cualificado y suficiente para atender esta lacra. Que los servicios de atención a la mujer de todos los ayuntamientos tuvieran servicios de atención psicológica y legal. Que los protocolos de atención a mujeres víctimas de maltrato en atención primaria funcionaran como un reloj. Que cuando empiezas tu peregrinaje por distintos centros (públicos, privados y de carácter público pero de gestión privada) recopilando partes médicos para documentar la denuncia, el personal que te atiende no te desmoralice con frases tan absolutamente cargadas de ignorancia como por ejemplo «es que si no verbalizaste el origen de las lesiones durante la visita, el informe médico no te va a servir de nada«. Que cuando llamas a la policía los agentes tengan formación en violencia de género y no se dediquen a cuestionar a la víctima si no se encuentra preparada para romper el vínculo cuando se presentan durante una agresión. Que las casas de acogida para mujeres que huyen de la violencia en sus hogares no fuesen lo más parecido a cárceles en las que enterrarlas vivas. Que los centros educativos y los servicios sociales no colaboren con los maltratadores. Que cuando intentes denunciar, la persona que te atienda en comisaría no te desaliente a hacerlo, ni te meta más miedo del que ya tienes diciéndote que si denuncias se pondrá aún más violento y ellos no pueden protegerte porque no pueden poner un agente las 24 horas del día detrás de cada mujer maltratada (¿pero no eran solo 60 al año?). Ojalá el Estado contara con recursos propios y no tuviera que delegar en terceros vía subvenciones.

Porque cuando hablamos de violencia de género, se nos llena la boca de grandes soluciones a largo plazo como la educación, y sí, es un aspecto imprescindible, pero mientras tanto ¿qué hacemos ahora? Mientras las nuevas generaciones crecen formadas en igualdad (jajajaja, ¡ojalá!), ¿qué hacemos con las generaciones actuales? Hablamos de PREVENCIÓN mediante la educación, que implica un cambio social a largo plazo, y se nos olvida mientras tanto un concepto muy importante, que es la EVITACIÓN a corto y medio plazo, buscando cortocircuitar la agresión, y para eso es imprescindible que las víctimas cuenten con medios y recursos para poder reaccionar y huir, y que las denuncias sirvan de algo para que el agresor pueda reconducir su conducta. La evitación actúa en el contexto cercano a la víctima y al agresor para intentar suprimir la repetición o la continuidad de la conducta violenta, y de ese modo evitar la siguiente agresión. Y para eso hace falta que la lucha contra la erradicación de la violencia de género sea una cuestión de Estado que se aborde de manera integral, y una mirada bastante más superficial que centrarnos únicamente en las mujeres asesinadas, que son la expresión más extrema pero no la única que caracteriza la violencia de género.

Merecemos que cuando una mujer se decide finalmente a denunciar, tras haber soportado de media una década de maltrato, cuando por fin logra reunir el valor suficiente y dar el paso de denunciar a su torturador, se la proteja adecuadamente. Y para eso hacen falta medios. No solo campañas informando de la existencia del 016, que ya sabemos que no deja rastro en la factura telefónica. Necesitamos medios efectivos, porque no todas las mujeres que han padecido maltrato en su relación logran escapar de ella. El maltratador, cuando ejerce la violencia, no desea infligir una serie de daños en su pareja: quiere someterla. Tampoco quiere asesinarla, al menos no mientras la relación dura: lo que quiere es mantener la relación bajo las condiciones que él impone. Una vez que ella se decide a romper la relación, la cosa cambia y ahí ya sí si ve que no logra reconducir la intención de ella de alejarse, sí que opera la dinámica «o mía o de nadie«. Pero en principio el maltratador no desea romper una relación ni matar a su pareja: desea mantenerla bajo sus propios términos, en los que él ordena y la mujer obedece, atiende a sus necesidades y cumple sus deseos. Y si para lograrlo es necesario el empleo de la violencia física, verbal, psicológica, económica o sexual, se cree con derecho a ello para reconducir lo que considera «faltas de respeto» de su pareja.

Las mujeres que acaban siendo asesinadas suelen ser aquellas que decidieron poner fin a su relación, y no encontraron los medios suficientes para ser protegidas. Porque sus vidas, al parecer, no valen lo suficiente como para que sea una cuestión de Estado acompañarlas en el proceso de recuperar su libertad.

Si el baremo que utilizáis para calibrar si un problema merece ser alzado a la altura de cuestión de Estado es el número de personas afectadas, considerar únicamente las víctimas mortales es de una miopía dolosa rayana en la ceguera. Y lo es porque preferís cerrar los ojos al problema y dejar desamparadas a todas esas mujeres que tienen derecho a recuperar su libertad arrebatada y a vivir sin el miedo a un nuevo arrebato de violencia. Porque por suerte no todas las mujeres víctimas de violencia de género terminan asesinadas o suicidándose, pero la violencia de género es la muerte en vida. Aunque a vosotros, incapaces de sacaros la cabeza del culo, todo esto os da igual.

La verdad saliendo del pozo, Jean-Leon Gerôme
La verdad saliendo del pozo, Jean-Leon Gerôme

 

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