Este artículo es la parte introductoria de una charla de casi dos horas para la Escola d’Arts de El Prat de Llobregat que impartí hace unas semanas sobre géneros, sexos, cuerpos, sexualidades y estereotipos.

Si estás leyendo esto, seguro que has pronunciado una frase similar en alguna ocasión. Resulta tranquilizador, ¿verdad? Pensar que el machismo es algo que afecta a los demás, que a nosotros no, que a nosotros nos han educado en igualdad, que en nuestra casa las tareas se repartían y a todos los hijos se les ha dado la misma educación sin diferenciar según el género de cada cual.

Tengo malas noticias para ti: el machismo es algo transversal, y no solo educan padres y madres.

Cuando hablamos de agentes de socialización, distinguimos 3 tipos:

  • Primarios: la familia en sentido extenso. Padres, madres, pero también hermanos, tíos, primos, abuelos… También hablamos de agentes de socialización primarios en cuanto al profesorado durante los primeros años de escolarización. No hay duda de que los agentes de socialización primarios más influyentes son el padre y la madre, pero no son ni mucho menos los únicos. Aquí hay que tener en cuenta que no solo se educa con lo que se dice, sino también con lo que se hace. Es frecuente achacar la educación machista a las madres, pero también en esas mismas familias los padres con su ausencia, su pasividad y/o su ejemplo también están transmitiendo un mensaje sobre cuales son los comportamientos asociados a los roles de género, y por lo tanto también están educando.
  • Secundarios: La escuela en sentido amplio, el instituto, la universidad. Compañeros de clase, amigos, compañeros de otros cursos, etc. También los amigos del barrio, vecinos, compañeros de fútbol, de karate, de inglés. Los medios de comunicación, la tele, las series, las pelis, la prensa, la publicidad… Las redes sociales, el entorno laboral. Todo esto son agentes de socialización secundarios, que nos envían mensajes constantes y que decodificamos contrastándolos con los mensajes recibidos a través de los agentes de socialización primarios, lo que no implica que creamos de manera automática que, en caso de contradicción, los primeros tienen razón y los segundos están equivocados.
  • Terciarios: o de readaptación. Están relacionados con momentos de crisis personal del individuo, durante los que se reevalúa lo aprendido. Implica en muchas ocasiones una restricción de los círculos sociales en los que hasta entonces la persona se relacionaba, así como el abandono de ciertos comportamientos aprendidos. Se asocia con la vejez, con conductas delictivas, rehabilitación tras procesos adictivos, etc. Y también a lo que ocurre cuando empiezas a interesarte por el feminismo: de repente eres la cortarollos del grupo, empiezas a no tolerar chistes machistas, readaptas tu comportamiento, reevalúas lo aprendido hasta ahora, primero restringes y luego cambias tu grupo de amistades porque lo que antes te parecía completamente normal de normalizado que lo tenías ahora ya no lo aguantas…

Un ejemplo que las feministas solemos citar a menudo es lo que ocurre en los patios de los colegios, durante la hora del recreo. El fútbol monopoliza la mayor parte del espacio público, y ha sido tradicionalmente un deporte masculino, mientras las niñas juegan a otro tipo de actividades en los márgenes. Si las niñas cruzan el campo de fútbol, se las grita e insulta. El mensaje que esto transmite desde bien jóvenes a niños y niñas es que el espacio público está dominado por hombres, y si las mujeres interfieren en él pueden ser agredidas. Algo que se repite más tarde cuando las mujeres toman el espacio público en sus carreras profesionales o mediante una voz propia en internet, y de nuevo son agredidas verbalmente.

El proceso de socialización no es un proceso jerarquizado como de desprende de la frase «pues en mi casa me educaron en igualdad«, sino un círculo que se retroalimenta a lo largo de toda la vida. Es en casa y en los primeros años de escolarización cuando internalizamos las normas básicas para convivir en sociedad, y una vez adquiere la capacidad de observar e integrar el mundo que le rodea fuera del entorno familiar podemos hablar del proceso de adquisición de cultura: el niño, el adolescente, el joven, el adulto… aprenden lo que se espera de ellos dentro del contexto sociocultural en el que se mueven. Con la interiorización de las normas y la adquisición de la cultura, el individuo está preaparado para convertirse en una persona integrada en la sociedad, proceso durante el cual se ponen a prueba la validez de lo aprendido durante las dos etapas anteriores, se contrasta con la propia experiencia personal y se adapta aquello que produzca fricciones. Así es como la persona conforma su carácter social, proceso durante el cual reevalúa las normas interiorizadas, y vuelta a empezar.

Por lo tanto, la frase «a mí en mi casa me educaron en igualdad así que el machismo no va conmigo» es tremendamente incompleta, omite de forma interesada que, como seres sociales que somos, nuestras familias no viven aisladas cada una en una burbuja, sin relación unas con las otras, sino que vivimos en un mundo interconectado, y que los mensajes que recibimos sobre cual es nuestro papel, qué es lo que se espera de nosotros y nosotras de acuerdo a nuestro status social, cuales son las expectativas que depositamos y que depositan en nosotros dependiendo de lo roles de género, estereotipos de raza, clase social, orientación sexual, etc. son constantes y multidireccionales, y nos obligan a revisar lo aprendido en casa, contrastarlo con nuestra realidad cotidiana y actuar en consecuencia para convertirnos en seres humanos socialmente integrados.

Comprender esto es muy muy básico, y está en la base misma de lo que queremos transmitir cuando hablamos de cómo operan los distintos agentes de socialización, cómo interactúan entre sí y cómo se conforma nuestro actual contexto sociocultural. Reducir la educación recibida a los mensajes transmitidos de forma explícita por padre y madre es reduccionista y absurdo.

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