Qué queremos decir cuando hablamos de justicia patriarcal

Bárbara Tardón, investigadora y experta en violencia sexual, ha plasmado en su tesis – La violencia sexual: desarrollos feministas, mitos y respuestas normativas globales (junio, 2017)– lo que, a su juicio, hace posible que sean dictados fallos como el que la Audiencia Provincial de Navarra leyó el pasado jueves. Una «ideología patriarcal» que, dice, «se cuela en todos los ámbitos» y que invisibiliza una violencia sexual «sistémica».

¿Qué evidencia la sentencia a ‘la manada’?

Lo que hace la sentencia es demostrar que todos los prejuicios y estereotipos de género que se dan en violencia sexual se reproducen en el sistema judicial. Esto quiere decir que hay una ideología detrás, una estructura, el sistema patriarcal, que se cuela en todos los espacios de socialización, incluso en aquellos en los que nos creemos que no existe ideología. Pensamos que las leyes y las normas son neutrales. Y al final, en quienes más repercute esto es principalmente en las mujeres, pero no solo en las víctimas, sino que tiene efectos para todas, también para las que no han sido agredidas.

¿De qué manera se articula este impacto?

El mensaje, al fin y al cabo, es perpetuar el mito que hay sobre las violencias sexuales: que solamente existe un tipo, que es lo que se denomina la violación genuina, y todo lo que sale de ahí no merece el mismo rechazo. Esta violación genuina es la que permanece en el imaginario colectivo como una agresión a manos de un desconocido, que implica altos niveles de fuerza o violencia y que se perpetra en un callejón o calle oscura y de noche.

La ideología patriarcal nos dice que solo existen esas víctimas, pero en realidad la mayoría de casos no se corresponden con ese prototipo. Esto impacta de forma global porque lo que está invisibilizando el sistema es lo que se da con mayor frecuencia, es decir, aquellos casos en los que no media el uso de la fuerza e intimidación.

El tipo de fuerza e intimidación que considera la justicia como tal…

Sí. En realidad, la clave es la concepción de consentimiento que tiene la justicia. Y es que se concibe de una manera patriarcal –tanto en cómo está plasmado en la ley como en cómo se interpreta– porque se corresponde con los mitos que se tienen de la violencia sexual. Es decir, se entiende únicamente el consentimiento en función de si media fuerza e intimidación, pero hay mujeres que no pueden decir ‘no’ ni ‘sí’ porque hay circunstancias que se lo impiden.

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En las reflexiones feministas a veces se habla de dejar de hablar de consentimiento para pasar a hablar de deseo.

A mí me parece algo muy interesante y creo que es fundamental hablar de ello. El movimiento feminista adelanta conceptos y debates varias décadas…pero en términos jurídicos es muy complicado hablar de deseo. Sería dar un paso para el que creo que nuestro sistema judicial no está preparado. Yo apuesto por definir y desgranar qué es el consentimiento primero.

Estos días se habla mucho de reformar el Código Penal e incluso el Gobierno se ha mostrado dispuesto a modificarlo. ¿Lo ve algo necesario?

Creo que el Código Penal merece una modificación, no para aumentar las penas, sino para dejar de jerarquizar a las víctimas y supervivientes de la violencia sexual porque a través de sus tipos penales perpetúa los mitos de que merece mayor desaprobación cuando se produce el uso de la fuerza o cuando hay penetración que cuando no. Pero la clave es la interpretación, en base a estereotipos y prejuicios, que se hace de la ley. Me preocupa que nos estemos centrando tanto en el Código Penal que estemos obviando todo lo demás que no funciona. Da igual que tengamos la mejor norma del mundo si no tenemos políticas públicas, formación, protocolos de atención o educación afectivo sexual, entre otras cosas.

¿El Estado español asume sus responsabilidades en materia de violencia sexual?

El Estado tiene una serie de obligaciones que son innegociables, pero en el marco de la violencia sexual ha sido profundamente irresponsable y las incumple. Las víctimas se enfrentan a una tierra baldía, no tienen ningún tipo de apoyo por parte  para ser asistidas y proteger sus derechos. Si hacemos una evaluación de lo que ha hecho el Estado español en los últimos 40 años, el panorama es desolador en todos los ámbitos: en el educativo, de prevención, asistencial, judicial y en el de la reparación integral de las víctimas. El Estado no ha hecho nada y la forma más clara de verlo es en la ausencia de políticas públicas.

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Afirma que el camino del acceso a la justicia para las víctimas de violencia sexual es «un camino tortuoso». ¿Por qué?

Las víctimas o supervivientes que deciden dar el paso de denunciar o contar su historia a lo que se enfrentan es a un camino repleto de obstáculos. Cada paso que dan es como si se encontraran una puerta de acero que deben franquear. Lejos de ser un recorrido que debe llevar a una reparación, se enfrentan a un infierno. Por eso una amplia mayoría de mujeres que llegan a acceder al sistema dicen que si volvieran atrás y supieran lo que tenían que vivir, no denunciarían.

Fuente: Entrevista a Bárbara Tardon, investigadora y experta en violencia contra las mujeres, en ElDiario.es

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Creo que no se puede explicar mejor a qué nos referimos cuando hablamos de justicia patriarcal. Cambiar todo este andamiaje no es una mera cuestión de reformar un par de artículos del Código Penal, tampoco va de endurecer las penas que es la solución fácil y rápida para todo: urgen cambios muy profundos en la concepción que tenemos de las relaciones sexuales, de la sexualidad femenina sepultada bajo toneladas de prejuicios, desterrar la idea de una sexualidad masculina hidráulica e incontrolable y de que la mujer (quiera o no quiera) debe hacerse responsable de esa erección, y empezar a trabajar en una educación sexoafectiva sana desde el respeto y la igualdad, y sin embargo tantas veces postergada. No podemos continuar delegando la educación sexual en la pornografía y seguir mirando para otro lado cuando los jóvenes (chicos y chicas) que no han tenido una educación sexoafectiva conectada con su realidad más íntima que vaya algo más allá de lo que ven en los vídeos porno tienen dificultades para diferenciar realidad de ficción. Lo que ven en Gran Theft Auto o en Fast & Furious lo identifican rápidamente como ficción y saben que no se debe ir pegando tiros o haciendo carreras ilegales. Sin embargo, es de puritanas amargadas las que no les gusta el sexo señalar lo problemático que es que el porno mainstream sea cada vez más violento, que los hombres quieran imitar lo que ven, y que las mujeres crean que someterse y renunciar a su propio placer es la forma adecuada de hacer realidad las fantasías de sus parejas.

Las mujeres, en tanto que personas adultas, nos hemos hecho responsables de nuestro propio deseo. Reclamamos la libertad de no tener que decir “no” un número determinado de veces cuando queremos decir “sí” desde el primer momento para que no se resienta nuestra imagen. Del mismo modo, reclamamos que nuestras decisiones se respeten y no se intente forzar una respuesta afirmativa por cualquier medio (insistir, presionar, chantajear, generar una situación violenta, inducirnos a tomar alcohol con el fin de vencer nuestra resistencia y que digamos “sí” a situaciones que serenas saben qué diríamos “no”, etc,). Las mujeres reclamamos el derecho a hacemos responsables de nuestros propios cuerpos sin tutelas de nadie. Si queremos acostarnos con uno, con una, con muchos, con muchas, de manera sucesiva o a la vez, son decisiones que nos afectan a nosotras y a quienes elijamos como nuestras parejas sexuales, a nadie más. Las mujeres reclamamos el derecho a hacernos responsables de nuestro propio placer sin que nadie nos diga que esa forma de follar está mal, es inmoral, así no se hace, o al revés, que esa forma de follar es de reprimidas malfolladas.

Lo que exigimos es lo mismo: el fin de las coacciones a las que nos vemos sometidas para restringir nuestra libertad sexual y someterla a los deseos masculinos:

  • Si no quieres follar: estrecha, amargada, frígida
  • Si quieres follar: puta, zorra
  • Si quieres follar pero algo va mal y te arrepientes: calientapollas
  • Si quieres follar pero no con él: puta
  • Si quieres follar con él, pero no como yo él quiere: reprimida
  • Si quieres follar pero no con hombres: bollera, no has probado una buena polla
  • Si te viola: ¿le provocaste? ¿lanzaste señales contradictorias? ¿Cómo ibas vestida? ¿Por qué subiste a su piso si no querías nada? O bien ¿Qué hacías en esa calle sola a esas horas?

Y nada de esto se arregla con un simple retoque al Código Penal porque los cambios que necesitamos son mucho más profundos. Y ahí seguiremos, trabajando por el cambio social, por la reflexión y la toma de conciencia hacia una sociedad más igualitaria, que considere a las mujeres por fin como personas adultas sin necesidad de tutelas.

2 Repuestas a “Qué queremos decir cuando hablamos de justicia patriarcal”

  1. Muy buena entrada. Gracias a ella he llegado a la tesis doctoral de Bárbara Tardón, que está muy bién.

  2. Pingback: “Nadie te pone una pistola en la cabeza para obligarte a que te depiles”. Presión social y medios de control social – Jéssica Fillol .es

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