La autora de este texto es Aliza Díaz. Lo traigo aquí con su permiso.

No. El famoso empoderamiento de la mujer no consiste en subirse en unos interminables zapatos de aguja ni en no volver a ponerse un zapato de tacón en la vida. Tampoco consiste en raparse la cabeza a lo Teniente O’neil ni en aprender a boxear a lo Poli Díaz. Tampoco en llevar el bolso abarrotado de navajas y sprays de gas pimientas; ni en hacerse con un repertorio interminable de momentos donde meter la palabra «coño«.

La palabra empoderamiento fue acuñada por primera vez desde una perspectiva feminista por DAWN (1985), una red de grupos de mujeres e investigadoras del Norte y del Sur, para referirse al proceso por el cual las mujeres acceden al control de los recursos (materiales y simbólicos) y refuerzan sus capacidades y protagonismo en todos los ámbitos.

Jain fue la economista india fundadora de DAWN. Apuntaba que las claves del cambio comprendían los procesos macroeconómicos y las estructuras, entendiendo como primordial el cuidado del medio ambiente. El empoderamiento, implica también tener acceso a los recursos, tanto materiales como simbólicos, lo que supone que es necesario lograr el empoderamiento económico.

Pero no fue Jain la creadora del término «empoderamiento», ya que su origen lo encontramos en Paulo Freire y su desarrollo teórico. El término se aplica a todos los grupos vulnerables en un proceso por el cual las personas fortalecen sus capacidades, confianza, tienen visión y protagonismo como grupo social para impulsar cambios positivos de las situaciones que viven.

La filosofía del empoderamiento tiene su origen en el enfoque de la educación popular desarrollada a partir del trabajo en los años 60 de Freire, estando ambas muy ligadas a los denominados enfoques participativos, presentes en el campo del desarrollo desde los años 70. Para Freire la educación no cambia al mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo. «Pedagogía del oprimido» es una de sus obras dedicada a «los oprimidos», y está basado en su propia experiencia como profesor para adultos analfabetos. En él, Freire incluye un detallado análisis de clases marxista en su exploración de lo que él llama la relación entre «colonizador» y «colonizado» desde una pedagogía crítica.

No es malo empodersese porque el empoderamiento parte de la alfabetización y desde el conocimiento crítico. Nace de la educación. Por eso, cuando leo el argumento de que las mujeres que eligen «libremente» la prostitución como vía para empoderarse, por ejemplo, no me queda otra salida que rechazar el término por adulteramiento del mismo.

Educación es poder. Poder es una lucha individual y colectiva hacia la liberación de los grupos oprimidos.

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.