Bajo mi punto de vista, lo más destacable de la sentencia a la Manada son 3 cosas.
Dejando al margen la evaluación de sy 15 años son muchos, son pocos, son suficientes, si 9 años son bastantes o no…
Que no pedíamos condenas más largas sino el reconocimiento de que sumisión no equivale a consentimiento, y que 5 tiarrones acorralándote en un portal es una situación intimidatoria por sí misma sin necesidad de verbalizar amenazas concretas, ¿está dicho ya? 🤷🏻♀️
— Jessica Fillol 🐾 Roja y motera 👊✊🏍💨 (@JessicaFillol) June 22, 2019
En mi opinión, lo relevante no es el número de años de condena, sino la correcta calificación del delito. Llevamos desde el primer momento diciendo «no es abuso, es violación«, por un motivo: no porque eso signifique más o menos años de condena, sino por lo que implica en el imaginario colectivo, la imagen mental que construimos socialmente sobre lo que es una violación. Debemos huir de la imagen mental del violador en un callejón oscuro que te pone una navaja en el cuello, porque esa es una representación muy minoritaria de lo que ocurre en la realidad: en 9 de cada 10 casos, el violador es alguien conocido por la víctima.
Por eso me parece muy importante el alegato de la fiscal del caso:
No se puede exigir a la víctima una actitud heroica, que podría tener para ella males mayores.
Hemos recordado el caso de Nagore Lafagge para recalcar que puedes querer mantener relaciones inicialmente con un hombre determinado, cambiar de idea por cualquier motivo (por ejemplo, porque él se ponga violento, que te de mal rollo, lo que sea…), resistirte y acabar asesinada. Con el ejemplo de Nagore hemos intentado que la sociedad comprendiera que la resistencia de la víctima no puede ser un criterio exigible para determinar si hubo o no violación, porque una persona sometida a una fuerte tensión emocional puede bloquearse, reacción avalada por psicólogos, psiquiatras y peritos forenses; y porque la resistencia puede poner en peligro la vida de la propia víctima si el agresor intenta someterla con violencia. Por eso me parece tan importante que en un caso tan mediático como este quedara meridianamente claro: la resistencia por parte de la víctima NO es lo que debería determinar la existencia de un delito de violación (de agresión sexual en este caso). No es necesario que te resistas hasta poner en peligro tu vida. Los delitos contra la libertad sexual YA NO exigen que la víctima luche por salvaguardar su virtud arriesgando su propia vida si es necesario, aunque conviene recordar que hace unas décadas sí era ese el comportamiento que se esperaba de una mujer: que valorara su virtud más que su integridad física.
Por ese motivo me parece también muy importante que a través de esta sentencia, por lo mediático del caso, se empiece a trasladar a la opinión pública algo que las feministas teníamos muy claro desde el principio y por eso nos indignó tanto la sentencia de la Audiencia Provincial, y en particular el voto discrepante del juez que vio «un ambiente de jolgorio y regocijo«:
- Sometimiento no es lo mismo que consentimiento.
- Que 5 tiarrones borrachos acorralando en un portal a una chica de 18 años recién cumplidos, sola y en una ciudad desconocida, es por sí misma una situación intimidatoria, sin necesidad de que verbalicen ningún tipo de amenaza concreta.
- Que lo razonable, por puro instinto de supervivencia en una situación intimidatoria, es someterse a la voluntad de los atacantes. En caso de atraco es precisamente la policía quien recalca que no te hagas el héroe y les des a los atracadores todo lo que piden. ¿Por qué tendría que ser diferente en caso de violación? Solo si la honra o la virtud de una mujer se considera más importante que su propia vida, algo que en las sociedades occidentales consideramos ya superado.
Decíais que la justicia era patriarcal y mira, les han condenado a 15 años. Jaque mate, feminazis.
Bueno, HABER*. No dejo de pensar que, en circunstancias normales, llegar hasta el Supremo es un proceso que te puede llevar fácilmente de 8 a 10 años. Súmale el coste económico, que no es poco; la energía, el desgaste emocional («juicios tengas y los ganes«, decía la maldición), el tratamiento mediático entre morboso y vomitivo, el cuestionamiento permanente, el que se filtraran datos personales, fragmentos del vídeo, los insultos, la humillación constante, que le pusieron hasta un detective para ver si había rehecho su vida…
La mayoría nos habríamos quedado en primera instancia, habríamos intentado seguir con nuestra vida lo antes posible y pasar página. Este caso, hasta lograr la condena en firme actual, ha tenido que ser recurrida en DOS ocasiones. La justicia es patriarcal porque la sociedad es patriarcal y aún arrastramos atavismos que nos vienen de muy atrás. Mientras las feministas los cuestionamos, la sociedad mayoritaria se conforma con un espejismo de igualdad formal, y otra minoría muy activa compuesta por los machistas más recalcitrantes nos dice que ya tenemos suficientes derechos y que lo que buscamos ahora es someter al varón. Podéis estar tranquilos: no queremos tomarnos la revancha y hacer con vosotros lo que lleváis haciendo durante siglos. Nos conformamos con ser libres.
(*) si has llegado a internet hace 10 minutos, hazme saber que no conoces este meme en los comentarios poniendo «A VER».
A ver… Debo de haber llegado a Internet hace 10min!
Enhorabuena por el blog, hace tiempo que te leo y me parece siempre muy pertinente, documentado y de interés público.
Saludos!