Podría empezar y acabar esta columna con un «Os lo dije«, pero sería poco elegante. Ciudadanos se autoexpulsó del Orgullo al no querer firmar el manifiesto promovido por las entidades que lo organizaban. Y aún así, anunciaron que se presentarían allí con su propia pancarta semanas antes; eso hicieron y tras encontrarse con el previsible rechazo, han culpado al gobierno de Pedro Sánchez y piden la dimisión del ministro Grande Marlaska. Se presentaron en la manifestación del a reivindicarse a sí mismos con una pancarta que decía «al Orgullo VAMOS», y no lo decía pero estaba implícito «POR MIS COJONES».
Aunque esté feo autocitarse: Es su modus operandi: buscar la confrontación cuando hay medios de comunicación delante (…). Y es que Ciudadanos es como ese ex-novio que se presenta en el bar al que sabe que vas cada viernes al salir del trabajo. Por supuesto es un sitio público, este es un país libre y él puede ir donde le de la gana; pero es tu ex-novio, conoce tus rutinas, sabe perfectamente que presentándose allí cuando sabe que se encontrará contigo generará mal ambiente, y no es que no le importe: es que provocar mal rollo es exactamente lo que busca.
Hechas estas consideraciones, vía Mateo Navarro me encuentro con la columna de Emilia Landaluce que publicaba ayer el diario El Mundo, en la que llama «Gaytasunos» a los manifestantes que, en pleno uso de su libertad de expresión, increparon a Ciudadanos en la manifestación del Orgullo LGBT y expresaron su desaprobación. Sobre lo que le lanzaron, el informe policial contradice la versión de Ciudadanos, cosa que tampoco sorprende porque el sábado eran pistolas de agua, el domingo botellas y orín, ayer orín y heces, y de aquí al viernes probablemente serán ya cócteles molotov. Por si acaso, Rivera se ha apresurado a comunicar que va a denunciar ante la fiscalía unos hechos que ellos consideran delitos de odio. Si las miradas de odio de los catalanes a la policía el 1 de octubre eran sedición, las miradas de odio del colectivo LGBT probablemente conlleve que les apliquen un 155 con carácter inmediato.
https://twitter.com/mnavarro_93/status/1148511605342314496
Pero comentemos la columna de Emilia, en la que relaciona al colectivo gay con el terrorismo, que no tiene desperdicio.
La primera frase es una alusión sin ápice de vergüenza al argumento «¿cómo voy a ser yo machista si tengo madre?» en versión marica: «¿cómo voy a ser yo homófoba si tengo amigos gays? Y además son muy modernos todos.» Emilia tiene amigos gays que son muy modernos (postgays) y debaten sin apenas homofobia interiorizada sobre la pertinencia o no de seguir celebrando el Orgullo. Emilia tiene amigos gays que piensan que ya hay igualdad y que el Orgullo no es necesario. Emilia tiene amigos gays que viven en una burbuja sin acceso a los medios de comunicación. Sólo en las últimas dos semanas:
- AYER: agresión homófoba a una pareja de lesbianas en el metro de Barcelona
- Hace tres días: agresión homófoba en Madrid horas antes del desfile del Orgullo
- Hace una semana: Agredida una pareja de lesbianas en Barcelona delante de sus hijos
- 28/06: Agresión homófoba a un chico en un McDonalds de Barcelona
- 28/06: Un hombre agrede a una pareja en Madrid al grito de «maricones de mierda»
- 28/06: Agresión homófoba en Madrid a una pareja de lesbianas al grito de «tortilleras, tendríais que estar en una cuneta»
Pero sí, supongo que los amigos postgays (por no llamarlos amigos imaginarios) de Emilia tienen razón y el Orgullo no es necesario porque ya hay igualdad. Sus amigos postgays también consideran que el Orgullo se ha politizado. Los amigos postgays de Emilia que viven en una burbuja y no tienen acceso a los medios de comunicación quizá no sepan que el Orgullo no se ha politizado, ES POLÍTICA desde el mismo día de su nacimiento. El Orgullo ni es ni puede ser «de todos» porque no es la verbena de la Paloma ni las fiestas de San Isidro. Es una reivindicación política con una performance festiva, pero no es una «fiesta» ni una «celebración», como las desclasadas de Ciudadanos no han dejado de repetir. Si queríais bailar con música de Mónica Naranjo, os hubierais ido a los conciertos de después.
Pero Emilia es aún más moderna que sus amigos y ella sí cree que es necesario reivindicar (gracias, Emilia) y cree que hay que celebrarlo por quienes no puede celebrarlo. Pueblos pequeños (como Madrid y Barcelona, por ejemplo, donde han sido reportadas las últimas agresiones homófobas de la lista de arriba) y países donde ser homosexual está penado. El comodín del Islam, que como en la pancarta de Ciudadanos, no lo dice pero está implícito. Chupito.
Después de esta introducción en la que Emilia nos deja patente que ella no es homófoba porque tiene amigos gays y además se solidariza con las personas LGBT de pueblos pequeños y países árabes (gracias, Emilia) llegamos al meollo del asunto. ¿Quienes son las auténticas víctimas de discriminación hoy en día? La derecha. Que no les dejan (pobres) ir de fiesta al Orgullo, con lo fans que son ellos de Alaska y Mario. Hoy la nueva especie discriminada del Orgullo (dice Emilia) es la derecha. ¿Pero cómo es posible eso, querida? ¿Que la derecha nunca ha sido bien recibida en el Orgullo? ¿Me estás diciendo que en una manifestación pro-derechos del colectivo de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales no les hace ni pizca de gracia que acudan con su merchandising aquellos que están en contra del matrimonio igualitario? ¿Quienes quieren llevar a terapia de reconversión sexual a quien no sea 100% hetero? ¿Quienes quieren sacar del catálogo de prestaciones de la seguridad social los tratamientos hormonales? ¿Quienes quieren derogar las leyes que castigan los delitos de odio homófobo? ¿Y que quienes pactan con esos partidos para que alcancen su cuota de poder, tampoco? Me quedo muerta.
Emilia es una artista que se las ingenia para meter de canto a Carmena, Errejón y el chavismo porque lo suyo no es opinión: es arte. No falta la alusión a la superioridad moral de la izquierda, que considera que el feminismo, el ecologismo y la igualdad de derechos LGBT es patrimonio propio. A la derecha le queda la economía, Emilia, tampoco te quejes. La derecha siempre ha presumido de gestionar bien (jajajajajaja) y anteponer la economía (de unos pocos) a todo lo demás, mientras que la izquierda es la que abandera la igualdad y la justicia social. No es superioridad moral, Emilia, es cuestión de principios y de prioridades. La derecha tiene como prioridad el enriquecimiento individual, y la izquierda tiene como prioridad la igualdad y el bienestar general, no solo de unos pocos limitándose al asistencialismo en situaciones extremas como promueve la derecha. A lo que tú llamas «superioridad moral», es en realidad la ausencia de ética tradicional de la derecha, que antepone otras consideraciones. A llorar a la llorería.
Y acaba su columna con un triple salto mortal con tirabuzón, justificando los pactos pasados de Ciudadanos y VOX por haber sido expulsados del Orgullo, en plan pataleta de niño pequeño: ¡pues ahora me enfado y pacto con los fascistas! Cuando lo cierto es que Ciudadanos y VOX ya habían pactado antes. ¿Es que en Ciudadanos ven el futuro, Emilia? ¿Tienen una bola de cristal, acaso?
Si queréis pactar con la ultraderecha fascista, homófoba, machista y reaccionaria, no necesitáis buscar excusas ni haceros los dignos apelando a una supuesta superioridad moral. Es de sobra conocido que la derecha trifálica no tiene principios: tiene fines. Y su fin es alcanzar el poder, a costa de lo que sea. Justifícalo como quieras, pero no te hagas trampas al solitario, Emilia.
Ahora van a tener que pedir permiso para ir a una manifestación que tiene lugar en el espacio público y financiada con dinero público…
Parafraseando las palabras de Alejandro Izaguirre: lo tendré en cuenta la próxima vez que me apetezca acudir a una procesión de Semana Santa con un grupo de amigas portando a hombros al santísimo coño insumiso.