Que este parón forzoso va a provocar una hostia económica como no se había visto desde el crack del 29, es una obviedad tal que a estas alturas no vale la pena ni comentar. Que vamos a entrar en un periodo de recesión creo que a estas alturas lo tenemos bastante claro. Solo por intentar que el pánico no nos paralice, recordemos que la definición económica de recesión son dos trimestres seguidos con un crecimiento interanual negativo. Es decir, comparando el PIB de este trimestre con el del mismo trimestre del año pasado, la diferencia es negativa, o siendo más precisos, la fórmula es la siguiente: donde PIBn es el PIB de este trimestre del año y PIBn-1 es el del mismo trimestre del año pasado.
Así que sí, queridos míos, queridas mías, nos vamos a comer una recesión bonica que si dura solo dos trimestres, nos podemos dar con un canto en los dientes, porque salir de la recesión implicaría (simplificando mucho) que nos hemos puesto como mínimo al mismo nivel de actividad económica que el año anterior, y eso solo pasará (con suerte) a partir de mediados de 2021 cuando el año con el que nos comparemos sea… el 2020.
Sentadas las bases del contexto en el que nos vamos a mover el próximo año, algo que todos intuimos, la cuestión ahora cómo vamos a gestionar esto colectivamente. ¿Vamos a alimentar el círculo vicioso de la caída de la actividad, cierre de empresas, aumento del paro, menos consumo, mayor caída de la actividad, más cierre de empresas, más paro, menos consumo… hasta que toquemos suelo? ¿O recuperaremos la actividad a trompicones, saldremos de este confinamiento con ganas de gastárnoslo todo en empresas nacionales que empiecen a reactivar la economía? No tengo ni puta idea porque no soy economista. La mala noticia es que los economistas tampoco tienen ni puta idea, y sus predicciones aciertan casi lo mismo que un mono lanzando dardos a una diana. Para quienes hablen abogadés, os recomiendo este artículo. Y si luego me lo explicáis, pago yo la primera ronda de cervezas cuando todo esto termine.
Cuando esto acabe no voy a ir a Amsterdam ni Berlín. El dinero de mis vacaciones va a ser para los hosteleros y comerciantes de mi tierra y de todas las ciudades portuguesas que me dé tiempo visitar.
— Rubén Sánchez🔻 (@RubenSanchezTW) March 27, 2020
Ahora bien, a nivel político estamos observando movimientos. Desde el primer momento el gobierno comunicó que no iban a dejar a nadie atrás, que esta crisis sanitaria, económica y social es «solo un parón», y que cuando volvamos de la pausa publicitaria todo seguiría como antes. Bueno, eso no se lo cree nadie, y como sabe cualquiera que gestione recursos sociales, las ayudas nunca llegan a todo el que las necesita salvo que sean universales porque si hay que solicitarlas, mucha gente que podría recibirlas se quedará fuera del sistema. De ahí que Pere Aragonés, vicepresidente de la Generalitat, publicara un artículo recomendando la Renta Básica UNIVERSAL, ahora es el momento:
Necesitamos una medida clara, drástica, que asegure un salario mensual hasta que volvamos a producir, a trabajar, a consumir.
Personalmente, opino que las medidas que ha tomado el gobierno durante estas dos semanas en el plano económico han sido bastante tímidas: aún no sabemos muy bien cómo se concreta la moratoria de las hipotecas (aunque si algo tengo claro es que ni mi pareja ni yo podemos acogernos a ella), ni la de los alquileres, ni dónde ni cómo hay que presentar la documentación para acogerse a estas medidas… Hasta ayer, que lanzaron una medida clara, contundente y fácil de entender: se prohíben los despidos como respuesta a la crisis del coronavirus. El problema es que no va a servir para nada. Me explico.
Es una media que solo busca tranquilizar a la población, no va a tener efectos económicos visibles, porque la medida no entraba en vigor hasta ayer, no tiene carácter retroactivo (evidentemente) y la mayoría de los despidos se han producido durante las dos semanas anteriores, así que la medida no les afecta. Y los despidos que no se hayan producido ya, se producirán durante los próximos meses, cuando decaiga el estado de alarma, retomemos la actividad y constatemos que muchos pedidos se caen, que una gran parte de nuestros clientes han echado el cierre y los que no, tienen dificultades para afrontar los pagos… Una vez haya finalizado el estado de alarma, el Gobierno no puede prohibir los despidos de manera indefinida, y es cuando empezaremos a ver con toda probabilidad un aumento del paro.
Por otro lado, las fórmulas que han adoptado hasta ahora las empresas, por lo que leo (los datos los tienen el SEPE y los organismos autonómicos como el SOGC en el caso de Catalunya) han sido los siguientes:
1. Contratos temporales que finalizaban durante el periodo de confinamiento, que no han sido renovados. No les afecta la nueva norma que prohíbe el despido durante el periodo del estado de alarma.
2. Contratos con un periodo de pruebas que coincidía durante la cuarentena, que han sido notificados como «no superado periodo de prueba». Recordatorio amistoso que el coronavirus no es un motivo para no superar el periodo de prueba. Para más información, contacte con su abogada laboralista de referencia.
Obvio.
El coronavirus no es una razón de no superar periodo de pruebas.
— La Labo. Falsa Feminista (@StarlessCrimson) March 12, 2020
3. Contratos que se iban a formalizar pero el estado de alarma impidió el inicio de la actividad y no llegaron a formalizarse. Tampoco les afecta esta nueva norma, porque en su caso ni siquiera llegó a haber contrato notificado.
Y 4. Los famosos ERTES al personal con contrato indefinido, que en teoría tendrá que ser readmitido cuando todo pase. A este personal tampoco les afecta esta nueva norma, porque en su caso no hay despido sino suspensión temporal del empleo. El despido de muchos probablemente vendrá después, y ahí sí nos las veremos: consumiremos paro quienes hemos cotizado lo suficiente como para tener prestación, quien no tenga tiempo acumulado tendrá que pedir la renta mínima de inserción o cualquier otra ayuda, y aquí es donde empezarán los problemas económicos de verdad.
Así que esta norma que se han sacado de la manga, que en teoría debería servir para paliar la crisis y acelerar la recuperación, en la práctica solo sirve (como mucho) para tranquilizar a la población. Ahora bien, ¿tranquilizar a la población tiene efectos positivos sobre la economía? La respuesta es sí. Si tienes la «tranquilidad» de que no te van a despedir, no retraes tanto el consumo como si la expectativa de un despido estuviese razonablemente extendida entre la población. Preveo que no va a funcionar. Nos esperan tiempos difíciles.
Serie completa:
Una socióloga confinada. DÍA 3 (martes). Performance espontáneas
Una socióloga confinada. DÍA 4 (miércoles). Seguridad y sensación de control
Una socióloga confinada. DÍA 5 (jueves). Legitimidad democrática
Una socióloga confinada. DÍA 6 (viernes). Capital social y religión
Una socióloga confinada. DÍA 7 (sábado). Disciplina y otras áreas de análisis
Una socióloga confinada. DÍA 9 (lunes). Tolerancia social a la violencia
Una socióloga confinada. DÍA 10 (martes). La importancia de la comunidad
Una socióloga confinada. DÍA 12 (jueves). Recolección de datos sociológicos
Una socióloga confinada. DÍA 13 (viernes). Una sociedad sin ritos
Una socióloga confinada. DÍA 14 (sábado). La dimensión económica
Una socióloga confinada. DÍA 16 (lunes). Hipótesis de trabajo y marco teórico
Una socióloga confinada. DÍA 17 (martes). La importancia del frame
Una socióloga confinada. DÍA 18 (miércoles). Propuestas encaminadas a una renta básica universal
Una socióloga confinada. DÍA 19 (jueves). Coronavirus y clase social
Una socióloga confinada. DÍA 20 (viernes). El tratamiento a la tercera edad
Una socióloga confinada. DÍA 21 (sábado). El miedo como mecanismo de control social
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