En este régimen de confinamiento nacional en el que nos encontramos, la gestapillo de balcón se ha ofrecido voluntaria para ejercer de policía allí donde la policía no llega: los presos vigilando a los otros presos con más celo que los propios carceleros.
El decreto de estado de alarma es lo suficientemente ambiguo y abierto como para que un buen número de personas no tenga que quedarse en arresto domiciliario: todo el personal de servicios esenciales, todas las empresas que han decidido que van a continuar con su actividad, personas que van a hacer la compra, a pesar al perro… y personas neurodivergentes, que tienen autorización para salir con sus hijos. Estos son «los buenos». «Los malos», obviamente, son los que salen sin motivo legítimo, simplemente porque se agobian en casa, porque quieren hacer ejercicio, porque no aguantan el confinamiento, o por cualquier otro motivo que no esté amparado entre los autorizados en el Real Decreto 463/20.
El problema es que la policía de balcón no puede diferenciar a unos de otros. Llevar una bolsa del Mercadona no siempre es un salvoconducto aprobado. Y como algunos medios se han dedicado estos últimos días a reprochar este comportamiento, haciendo hincapié en que se ha gritado y abroncado a «los buenos» confundiéndolos con «los malos», han surgido iniciativas que intentan distinguirlos para evitarles los insultos a los buenos y poder distinguir a los malos. Me parece el ejemplo más claro del dicho popular «el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones«.
El pañuelo azul para las personas con trastorno dentro del espectro autista. El pañuelo verde para personal sanitario. El pañuelo rojo para transportistas que van camino del trabajo. El pañuelo amarillo para personal de supermercados y alimentación. El pañuelo marrón para la agricultura. El pañuelo rosa para el personal de limpieza. El pañuelo violeta para quienes van a cuidar y atender a personas mayores a domicilio. El pañuelo negro para el personal de gasolineras. El blanco para farmacias o laboratorios. ¿Hace falta que desarrolle a qué me recuerda este sistema de identificación y señalamiento para distinguir a los buenos de los malos?
Un símbolo que les dice a los aspirantes a policía quienes son “de los buenos” para que en su furia vengadora no los confundan con “los malos”. Una letra escarlata o una estrella de David en el pecho tendría exactamente el mismo efecto estigmatizante. Todo para disimular que hay gente a quienes les parece lógico y normal gritar e insultar a quien no conoce de nada, solo porque cree que están en el grupo de «los malos» y en su afán justiciero cree que así aporta algo en la lucha contra el virus, que de este modo también forma parte de la categoría «héroes que luchan contra la pandemia».
Si en algún momento os preguntasteis por cómo había sido posible la tolerancia social con el régimen nazi, lo que estamos viviendo a nuestro alrededor, en nuestra sociedad democrática en pleno siglo XXI, nos da algunas pistas.
Serie completa:
Una socióloga confinada. DÍA 3 (martes). Performance espontáneas
Una socióloga confinada. DÍA 4 (miércoles). Seguridad y sensación de control
Una socióloga confinada. DÍA 5 (jueves). Legitimidad democrática
Una socióloga confinada. DÍA 6 (viernes). Capital social y religión
Una socióloga confinada. DÍA 7 (sábado). Disciplina y otras áreas de análisis
Una socióloga confinada. DÍA 9 (lunes). Tolerancia social a la violencia
Una socióloga confinada. DÍA 10 (martes). La importancia de la comunidad
Una socióloga confinada. DÍA 12 (jueves). Recolección de datos sociológicos
Una socióloga confinada. DÍA 13 (viernes). Una sociedad sin ritos
Una socióloga confinada. DÍA 14 (sábado). La dimensión económica
Una socióloga confinada. DÍA 16 (lunes). Hipótesis de trabajo y marco teórico
Una socióloga confinada. DÍA 17 (martes). La importancia del frame
Una socióloga confinada. DÍA 18 (miércoles). Propuestas encaminadas a una renta básica universal
Una socióloga confinada. DÍA 19 (jueves). Coronavirus y clase social
Una socióloga confinada. DÍA 20 (viernes). El tratamiento a la tercera edad
Una socióloga confinada. DÍA 21 (sábado). El miedo como mecanismo de control social
Una socióloga confinada. DÍA 22 (domingo). Todos somos héroes
Una socióloga confinada. DÍA 24 (martes). La mascarilla como burka laico
Una socióloga confinada. DÍA 25 (miércoles). Sobre la estadística de prevalencia epidemiológica
Una socióloga confinada. DÍA 26 (jueves). Datos estandarizados
Una socióloga confinada. DÍA 37 (lunes). Cómo combatir los bulos
Me encanta tu blog! Gracias por escribirlo. Te escribo desde el Caribe, donde vivo ahora y donde paso mi confinamiento sanitario. Me acompaña en los pensamientos a los que hoy no llego con palabras. Vivimos un momento muy difícil y muy peligroso por numerosísimas razones. Por suerte las vas numerando y reflexionando. Deberían funcionar como las advertencias que nos llegan de la cantidad de muertos de cada día. De lo que nos puede pasar, de lo que nos está pasando.