Puede que solo sea una percepción mía muy limitada, pero intuyo que los aplausos en los balcones parece que empiezan a decaer, quizá fruto de la sobreexplotación del fenómeno. Pese a ello, es significativo el esfuerzo de los medios de comunicación por promover la acción antes, y darle visibilidad después, lo que me lleva a pensar que de espontánea no ha tenido nada: ha sido una acción coordinada, y no me cabe duda de que se ha tomado nota del seguimiento y de la intensidad de la duración para su posterior análisis sociológico.
Entre otros, los médicos del Hospital Mateu Orfila de Menorca han respondido al #AplausoSanitario realizado en muchos lugares de España este sábado 👇pic.twitter.com/nWjktwBgnC
— RTVE (@rtve) March 15, 2020
La comunidad emerge como forma de resistencia al confinamiento individualista. Los homenajes coordinados para que sean multitudinarios desde los balcones son un ejemplo, pero también las actividades de entretenimiento colectivo, eso sí, sin mirarnos ni tocarnos.
Si en los días previos al confinamiento nacional primaba el comportamiento individualista, con el sálvese quien pueda como leit-motiv simbolizado por la gente que ha arrasado con las existencias de Mercadona (particularmente con el papel higiénico) y con el stock de mascarillas en las farmacias llegando a provocar incluso el desabastecimiento en los hospitales… ahora se hacen llamamientos a la colaboración ciudadana y a la solidaridad: quien antes acaparaba mascarillas, ahora «generosamente» dona las que les sobran y son públicamente alabados como héroes. Quienes las esconden, son expropiados y señalados para el público escarnio. El voluntariado se activa y se ensalza.
Por otro lado, somos rehenes de los reaccionarios que intentan imponer su agenda. Nos tienen literalmente cautivos.
Asusta comprobar lo fácil que ha sido hacernos no solo aceptar, sino incluso aprobar medidas salvajes propias de un Estado totalitario, con el argumento de que es «por nuestro propio bien». Solo ha hecho falta llevarnos a un estado de psicosis colectiva. Tengo la sensación de que, si el control de armas en este país no fuese tan estricto, ya habríamos empezado a ver a vecinos disparando a transeúntes desde los balcones.
Serie completa:
Una socióloga confinada. DÍA 3 (martes). Performance espontáneas
Una socióloga confinada. DÍA 4 (miércoles). Seguridad y sensación de control
Una socióloga confinada. DÍA 5 (jueves). Legitimidad democrática
Una socióloga confinada. DÍA 6 (viernes). Capital social y religión
Una socióloga confinada. DÍA 7 (sábado). Disciplina y otras áreas de análisis
Una socióloga confinada. DÍA 9 (lunes). Tolerancia social a la violencia
Una socióloga confinada. DÍA 10 (martes). La importancia de la comunidad
Una socióloga confinada. DÍA 12 (jueves). Recolección de datos sociológicos
Una socióloga confinada. DÍA 13 (viernes). Una sociedad sin ritos
Una socióloga confinada. DÍA 14 (sábado). La dimensión económica
Una socióloga confinada. DÍA 16 (lunes). Hipótesis de trabajo y marco teórico
Una socióloga confinada. DÍA 17 (martes). La importancia del frame
Una socióloga confinada. DÍA 18 (miércoles). Propuestas encaminadas a una renta básica universal
Una socióloga confinada. DÍA 19 (jueves). Coronavirus y clase social
Una socióloga confinada. DÍA 20 (viernes). El tratamiento a la tercera edad
Una socióloga confinada. DÍA 21 (sábado). El miedo como mecanismo de control social
Una socióloga confinada. DÍA 22 (domingo). Todos somos héroes
Una socióloga confinada. DÍA 24 (martes). La mascarilla como burka laico
Una socióloga confinada. DÍA 25 (miércoles). Sobre la estadística de prevalencia epidemiológica
Una socióloga confinada. DÍA 26 (jueves). Datos estandarizados
Una socióloga confinada. DÍA 37 (lunes). Cómo combatir los bulos
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Pingback: Una socióloga confinada. DÍA 11 (miércoles). La Gestapillo de balcón desde un punto de vista sociológico – Jéssica Fillol.es
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