
Es primero de mes en confinamiento, y a partir de ahora se empieza a poner aún más complicado. No solo por las casi 3 semanas que acumulamos ya en arresto domiciliario y que el final parezca estar cada vez más lejos (hay voces que apuntan a alargar el confinamiento hasta finales de mayo, otras hasta junio…). No solo porque los números de los fallecidos pesan cada vez más, y de ser algo lejano ha pasado a ser algo tangible, cada vez somos más los que tenemos familiares, amigos o conocidos luchando contra el virus, y la angustia, el miedo y la impotencia nos atenazan. No solo porque se hayan endurecido las restricciones a la actividad económica y ahora el ejército patrulle las calles y puedan dar órdenes a civiles en un estado de excepción encubierto, en una vuelta de tuerca al frame bélico del que hablábamos ayer.
Hoy es primero de mes, y las consecuencias económicas del estado de alarma empiezan a ser palpables, la ansiedad y la angustia por la situación económica personal son hoy más sólidas que ayer. Las nóminas del mes de marzo recortadas por ERES y despidos empiezan a ingresarse, los recibos se acumulan y la banca no perdona.
El estado «basal» que decía la ministra en el que han puesto la economía esconde un truco de trilero: la economía solo se ha puesto en estado basal por el lado de la oferta, la demanda se ha ralentizado en lo superfluo pero seguimos teniendo que comer, ducharnos, seguimos consumiendo agua, luz, gas, teléfono, internet, seguimos teniendo que pagar la hipoteca, el alquiler, la letra del coche, los créditos al consumo… Que es lo que se lleva, según la encuesta del INE de presupuestos familiares (2018), la parte del león de los ingresos por hogar.

De la cantidad de ERTEs comunicados, despidos, contratos temporales que no se renuevan, no superaciones de periodo de prueba y contratos que iban a empezar durante el estado de alarma y se han suspendido; de la caída de facturación de las empresas en este mes, de la dificultad para cobrar lo que ya se entregado y facturado a 30-60-90 días como es habitual en España… Los primeros datos apuntan a una reducción importante de los ingresos mientras que el grueso de los gastos se mantienen, lo cual vaticina problemas de liquidez de tal envergadura que pueden llegar a gripar la economía española y encontrarnos con que cuando finalice el estado de alarma no seamos capaces de arrancar el motor.
De ahí que perfiles tan dispares como Pere Aragonés, Toni Roldán o Luis de Guindos estén proponiendo diferentes modelos de renta básica universal acotada en el tiempo y condicionada según los criterios de cada ponente, pero la idea ahí está, en el debate público. La idea que subyace en todos ellos no es la de garantizar unos ingresos mínimos de ciudadanía, sino darnos confianza como consumidores de que podremos hacer frente a los pagos que se nos vienen, que es lo mismo que tranquilizar a los mercados (y particularmente a la banca) de que podrán cobrar y el consumo no se verá demasiado afectado. No es una propuesta que nos considere como personas, sino como consumidores, piezas de un engranaje que no puede dejar de funcionar.
En 2008, con una crisis que ya se divisaba en el horizonte, Zapatero prometió una devolución de 400€ en la declaración de la renta, que en su esencia viene a ser básicamente la misma idea pero ahora a lo bestia: aportar confianza y liquidez para mantener el consumo por la vía de dotar a los hogares de unos ingresos extra para gastar.
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Es un buen momento para recordar que la renta básica universal estaba ya en el corazón de las propuestas de Podemos con las que se presentó a las elecciones, y que ahora se sienta en el Consejo de Ministros. El modelo que propone Podemos no nos contempla como objetos, como meros consumidores, sino como ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho. La idea que subyace a la propuesta de Podemos es la de cambiar nuestro modelo de sociedad vinculado al trabajo por otro vinculado a la vida, que ponga la vida en el centro.
Si creemos realmente que después de esta pandemia todo será diferente, quizá es un buen momento para pensar en qué modelo de sociedad queremos construir cuando salgamos de esta.

Serie completa:
Una socióloga confinada. DÍA 3 (martes). Performance espontáneas
Una socióloga confinada. DÍA 4 (miércoles). Seguridad y sensación de control
Una socióloga confinada. DÍA 5 (jueves). Legitimidad democrática
Una socióloga confinada. DÍA 6 (viernes). Capital social y religión
Una socióloga confinada. DÍA 7 (sábado). Disciplina y otras áreas de análisis
Una socióloga confinada. DÍA 9 (lunes). Tolerancia social a la violencia
Una socióloga confinada. DÍA 10 (martes). La importancia de la comunidad
Una socióloga confinada. DÍA 12 (jueves). Recolección de datos sociológicos
Una socióloga confinada. DÍA 13 (viernes). Una sociedad sin ritos
Una socióloga confinada. DÍA 14 (sábado). La dimensión económica
Una socióloga confinada. DÍA 16 (lunes). Hipótesis de trabajo y marco teórico
Una socióloga confinada. DÍA 17 (martes). La importancia del frame
Una socióloga confinada. DÍA 18 (miércoles). Propuestas encaminadas a una renta básica universal
Una socióloga confinada. DÍA 19 (jueves). Coronavirus y clase social
Una socióloga confinada. DÍA 20 (viernes). El tratamiento a la tercera edad
Una socióloga confinada. DÍA 21 (sábado). El miedo como mecanismo de control social
Una socióloga confinada. DÍA 22 (domingo). Todos somos héroes
Una socióloga confinada. DÍA 24 (martes). La mascarilla como burka laico
Una socióloga confinada. DÍA 25 (miércoles). Sobre la estadística de prevalencia epidemiológica
Una socióloga confinada. DÍA 26 (jueves). Datos estandarizados
Una socióloga confinada. DÍA 37 (lunes). Cómo combatir los bulos