En el proceso de construcción de la identidad social puesto en marcha en el nuevo contexto social a raíz de decretarse el estado de alarma, observamos dos fases:
En una primera fase se lanza la campaña “Quédate en casa”, y la identidad se asocia a aspectos como “yo soy responsable”, “yo soy obediente”, “yo cumplo la ley”, “yo respeto el confinamiento”, “yo me quedo en casa”; por lo tanto, la construcción de la identidad social “yo” encajaría en las categorías “responsable”, “obediente”, “respetuoso con la ley”, “colaboro a frenar la pandemia”. Mientras que los “otros” que salen a la calle no lo hacen, y por lo tanto las categorías con las que se asocian son del tipo “irresponsable”, “desconsiderado”, “egoísta” o “insolidario”.
Cuando actúan los prejuicios, no nos planteamos los motivos que “los otros” puedan tener para salir, ni siquiera consideramos que en algún momento de la cuarentena nosotros también saldremos: el 90% de los encuestados por sociométrica ha salido de su casa en algún momento de la cuarentena.
En su lugar, desarrollamos conductas tendentes a aumentar la distancia percibida entre el endogrupo y el exogrupo, entre “nosotros” y “ellos”. Esas conductas se manifiestan en gritos e insultos desde las ventanas, increpando a peatones desconocidos por el mero hecho de estar en la calle.
Sí, también proliferan iniciativas vecinales de ayuda mutua, pero no es el comportamiento que se alienta desde los medios de comunicación en una primera fase, no se les dio el mismo espacio.
En esa primera fase había un interés nada disimulado por abrir aún más la brecha entre «nosotros» y «ellos». «Los buenos» contra «los malos». Y «los malos» son esos que salen a la calle por cualquier motivo que desconocemos (el 90% de la ciudadanía, de hecho) y que tampoco nos interesa conocer. Para mantener una identidad social positiva, es necesario que los grupos a los que nos asociamos, con los que nos identificamos, tengan una valoración social positiva, y por ello marcar distancias con el grupo social antagónico, aunque sea a partir de conceptos con contenido ficticio o imaginado, es primordial.
No ha sido hasta una segunda fase del confinamiento que se ha empezado a dar mayor espacio en los medios de comunicación a las iniciativas de solidaridad, más que a las redes vecinales de apoyo mutuo. Construcción de mascarillas caseras y batas lavables, de equipos que actuasen de barrera para el personal sanitario y de respiradores en 3D entre otras iniciativas, empezaron a tener cada vez más espacio en los medios de comunicación a partir de la segunda quincena de confinamiento.
La imagen social de “los buenos” contra “los malos” ya está construida, y ahora hay que reforzar la distancia social. “Los buenos” no solo son buenos porque se quedan en casa acatando pasivamente las órdenes obtenidas, sino que además son buenos porque hacen cosas buenas.
En un primer momento, la categoría social de “héroes” estaba por definición reservada a unos pocos: el personal sanitario que se estaba “dejando la piel” como se repite con frecuencia en los discursos de políticos, medios de comunicación y redes sociales mientras dura el confinamiento.
Pero poco a poco la categoría “héroes” empieza a ser cada vez más grande y cabe más gente. Los siguientes en incorporarse son el personal de supermercados, casi por extensión transportistas, policías, militares, y los siempre olvidados (salvo cuando hay que recurrir a ellos como estereotipo) personal de limpieza. Abogados, taxistas, personal de correos… Todos somos héroes.
Y a partir de aquí ya vale todo. Para entrar en la categoría de héroe es necesario aportar algo a la comunidad, no importa el qué, ni qué utilidad práctica tenga para ayudar a combatir la pandemia. Lo importante es aportar algo. Así, son héroes quienes cocinan y transportan tuppers para sanitarios agotados o quienes les lavan el uniforme, quienes fabrican mascarillas de tela con camisetas reutilizadas, quienes dan clases de fitness por Instagram, o quienes ponen la música en el balcón a un volumen atronador para todo el barrio.
Militares, policías, guardias civiles, conductores de autobús y personal de supermercado. ¿Eres tú alguno de estos héroes? Lavamos y desinfectamos esos uniformes GRATIS.
¡RT o comparte para que llegue a las personas que lo necesitan! #TelelavoElUniforme🙏https://t.co/z1r7vTKCrT pic.twitter.com/s7QRZsLiNP— Telelavo (@telelavo) March 27, 2020
Hasta tal punto se ha ampliado la categoría que todos somos potencialmente héroes. De ahí por ejemplo programas como La Sexta Columna el 3 de abril sobre los “héroes cotidianos” que explican su “diario de confinamiento”, la campaña de Cordopolis «Héroes sin capa», o la campaña de la compañía de seguros Mapfre, “héroes unidos”, donde en 20 segundos nos cuentan que «eres un héroe por trabajar desde casa, por hacer los deberes todos los días, por cocinar para ti sola, por cuidar de todos (…) nos hemos convertido en auténticos héroes». De este modo, se equipara a los héroes originales, el personal sanitario, con todo aquel que se quede en casa. Todos somos héroes.
Y, por supuesto, también es un héroe quien, al no tener nada más que aportar, se dedica a increpar a peatones desde las ventanas y «ponerles la cara colorada para que se vayan a sus casas». Al menos en su autoconcepto también consideran que están aportando a la lucha contra la pandemia, ejerciendo de vigilantes de seguridad desde sus balcones.
Necesitamos mantener una imagen positiva de los grupos sociales a los que pertenecemos, y para ello la pasividad del “Quédate en casa” encaja mal. De ahí que necesitemos mejorar nuestra identidad social por la vía de asociar atributos socialmente valorados. Todos somos héroes, menos los que salen de casa.
Serie completa:
Una socióloga confinada. DÍA 3 (martes). Performance espontáneas
Una socióloga confinada. DÍA 4 (miércoles). Seguridad y sensación de control
Una socióloga confinada. DÍA 5 (jueves). Legitimidad democrática
Una socióloga confinada. DÍA 6 (viernes). Capital social y religión
Una socióloga confinada. DÍA 7 (sábado). Disciplina y otras áreas de análisis
Una socióloga confinada. DÍA 9 (lunes). Tolerancia social a la violencia
Una socióloga confinada. DÍA 10 (martes). La importancia de la comunidad
Una socióloga confinada. DÍA 12 (jueves). Recolección de datos sociológicos
Una socióloga confinada. DÍA 13 (viernes). Una sociedad sin ritos
Una socióloga confinada. DÍA 14 (sábado). La dimensión económica
Una socióloga confinada. DÍA 16 (lunes). Hipótesis de trabajo y marco teórico
Una socióloga confinada. DÍA 17 (martes). La importancia del frame
Una socióloga confinada. DÍA 18 (miércoles). Propuestas encaminadas a una renta básica universal
Una socióloga confinada. DÍA 19 (jueves). Coronavirus y clase social
Una socióloga confinada. DÍA 20 (viernes). El tratamiento a la tercera edad
Una socióloga confinada. DÍA 21 (sábado). El miedo como mecanismo de control social
Una socióloga confinada. DÍA 22 (domingo). Todos somos héroes
Una socióloga confinada. DÍA 24 (martes). La mascarilla como burka laico
Una socióloga confinada. DÍA 25 (miércoles). Sobre la estadística de prevalencia epidemiológica
Una socióloga confinada. DÍA 26 (jueves). Datos estandarizados
Una socióloga confinada. DÍA 37 (lunes). Cómo combatir los bulos