De entre todos los debates mamarrachos que nos está dejando esta pandemia, el de «nos ocultan los datos, no nos están diciendo la verdad» es, con diferencia, el que más ganas de provoca de atizarle en la cara con un pez a quien hace afirmaciones de este tipo.
Todos los días, a la misma hora, tenemos datos actualizados del acumulado, la evolución y la tendencia. Los que protestan porque las cifras oficiales no son reales me recuerdan a quienes protestan por el cero coma cero cero oficial de denuncias falsas. Tú sostienes que hay muchas más denuncias falsas de las que se instruyen y se denuncian, y yo sostengo que hay muchos más maltratadores de los que se denuncian y acaban condenados. Pero ni tú ni yo tenemos cifras que lo sustenten. Bueno, en realidad yo sí tengo la macroencuesta sobre violencia de género que analiza la prevalencia del maltrato sobre la mujer más allá de las cifras de denuncias y condenas, y tú tienes una confusión importante entre lo que es una denuncia falsa, una denuncia archivada por falta de pruebas, una absolución y una condena por conformidad.
Pues con la cifra de fallecidos por coronavirus está ocurriendo algo parecido. Sin tests que confirmen que los fallecidos habían contraído el virus, no pueden entrar en las estadísticas oficiales, y eso no significa ni que se estén manipulando ni que se esté intentando ocultar información. Si después de casi 15.000 fallecidos como se informó ayer, aún crees que el Gobierno está intentando ocultar información y maquillar las cifras, es que te va a dar completamente igual 15 que 200, lo único que pretendes es sembrar la desconfianza para poder obtener rédito político, y eso no es ni una crítica legítima ni una diferencia de opiniones: es un intento coordinado de desestabilizar la democracia por la vía de la deslegitimación de las instituciones.
Por supuesto que no hay una única forma de contabilizar los fallecidos. Una posible alternativa a la falta de tests es la que ya ha puesto en marcha el Ministerio de Justicia: pedir datos a los registros civiles, que son quienes procesan los certificados de defunción, para compararlos con el mismo periodo del año anterior, teniendo en cuenta que la mortalidad en accidentes de tráfico o en accidentes laborales, debido al confinamiento será mucho menor.
22. Y lo que muestran los datos globales de exceso diario de defunciones totales en España (por cualquier razón, datos de ayer) es que es de unos 800-900 diarios con respecto de la media.https://t.co/sQylKnojw1 pic.twitter.com/Z7TjcKxM22
— Francesc Pujol (@NewsReputation) April 8, 2020
Pero para obtener estos datos, habrá que esperar, lógicamente. Es lógico pensar que, en una situación de crisis con todos los servicios colapsados, los datos actualizados de estos servicios lleguen con una cadencia algo más lenta. Y esto es algo que puedes entender si tienes dos dedos de frente, salvo que seas un psicópata sin capacidad de empatía o un nodo de la red de bots de VOX. Cuando se está quemando un teatro, la prioridad es salvar vidas: puedes saber cuántas entradas has venido, y puedes saber cuántas personas has sacado y han recogido las ambulancias, pero no sabrás cuántas personas lograron escapar por su propio pie en cuanto empezaron a sonar las alarmas, y no sabrás la cifra real de fallecidos hasta que terminen los trabajos de desescombro. Y para eso hace falta que el incendio esté previamente extinguido. Ahora tienes dos opciones:
a) Intentar comprender la situación, manejar las cifras estandarizadas que se vienen publicando desde el día 1 para analizar la tendencia y comprender que incluso las comparaciones con otros países están bastante traídas por los pelos.
b) Enredarte en tu propia imaginación conspiranoica acusando al Gobierno de mentir, de falsear las cifras, o de no querer mostrar ataúdes porque 15.000 fallecidos te siguen pareciendo pocos para tus intereses particulares, que no pasan por acabar con la pandemia sino por acabar con el Gobierno.
Serie completa:
Una socióloga confinada. DÍA 3 (martes). Performance espontáneas
Una socióloga confinada. DÍA 4 (miércoles). Seguridad y sensación de control
Una socióloga confinada. DÍA 5 (jueves). Legitimidad democrática
Una socióloga confinada. DÍA 6 (viernes). Capital social y religión
Una socióloga confinada. DÍA 7 (sábado). Disciplina y otras áreas de análisis
Una socióloga confinada. DÍA 9 (lunes). Tolerancia social a la violencia
Una socióloga confinada. DÍA 10 (martes). La importancia de la comunidad
Una socióloga confinada. DÍA 12 (jueves). Recolección de datos sociológicos
Una socióloga confinada. DÍA 13 (viernes). Una sociedad sin ritos
Una socióloga confinada. DÍA 14 (sábado). La dimensión económica
Una socióloga confinada. DÍA 16 (lunes). Hipótesis de trabajo y marco teórico
Una socióloga confinada. DÍA 17 (martes). La importancia del frame
Una socióloga confinada. DÍA 18 (miércoles). Propuestas encaminadas a una renta básica universal
Una socióloga confinada. DÍA 19 (jueves). Coronavirus y clase social
Una socióloga confinada. DÍA 20 (viernes). El tratamiento a la tercera edad
Una socióloga confinada. DÍA 21 (sábado). El miedo como mecanismo de control social
Una socióloga confinada. DÍA 22 (domingo). Todos somos héroes
Una socióloga confinada. DÍA 24 (martes). La mascarilla como burka laico
Una socióloga confinada. DÍA 25 (miércoles). Sobre la estadística de prevalencia epidemiológica
Una socióloga confinada. DÍA 26 (jueves). Datos estandarizados
Una socióloga confinada. DÍA 37 (lunes). Cómo combatir los bulos