Hablamos mucho de los bots últimamente, pero hay un perfil que me parece aún más preocupante, porque no se arregla desenchufando la máquina. Me preocupa mucho más toda esa gente incapaz de pararse a reflexionar medio segundo sobre un mensaje más allá de su literalidad, y se tiran a degüello a insultar a cualquiera que les saque del marco mental de “sota, caballo y rey”. Entender lo que se lee es mucho más que saber leer. Le hemos puesto solución al analfabetismo pero seguimos teniendo un problema muy grave de comprensión lectora, al que se suma una actitud de escuchar para responder en lugar de escuchar para comprender. En redes sociales hemos perdido la vergüenza a insultar a alguien que dice cualquier cosa que nos descoloque, no perdemos el tiempo en pensar y nos lanzamos a insultar.
Esto nos lleva pasando a las feministas desde que se popularizaron las redes sociales, especialmente esa fosa séptica de trolls mononeuronales que es Twitter, mucho antes del uso masivo de bots. Cualquier frase públicamente expuesta que problematice algún aspecto de la socialización diferencial de género era contestado con mil variaciones de “jajaja subnormal” porque “las cosas son así”, porque siempre “hay problemas más importantes” o porque “siempre estáis buscando polémica de todo” Pues claro. Como dijo Rosa Luxemburgo, quien no se mueve, no siente las cadenas.
Ayer le pasó a Violeta Candela por señalar cómo se ha abandonado el lenguaje inclusivo (al parecer, incluir a las mujeres en los discursos resta tiempo para luchar contra la pandemia y mata gente, o algo así he entendido de las explicaciones que me han dado). El lenguaje tradicionalmente ha invisibilizado a las mujeres, y eso no es una decisión arbitraria, es política. Desde una perspectiva socioconstruccionista, sabemos que el lenguaje no se limita a describir la realidad, también la construye.
Me avergüenza la cantidad de gente que no ha entendido su mensaje, no han captado la ironía ni el trasfondo simplemente porque ni se han parado unos segundos a reflexionar más allá de la literalidad, y han invertido ese valioso tiempo en dedicarse a insultar. Os recuerdo que el literalismo es una forma de analfabetismo funcional.
¿De dónde nos viene esa actitud tan exacerbada últimamente de intentar silenciar por métodos coactivos a quien dice algo que nos incomoda? En el mensaje de Violeta de más arriba no hay un solo insulto, ni una falta de respeto, se limita a señalar una ausencia notoria en el discurso oficial.
En el proceso de construcción del sujeto, Foucault nos habla de la subjetivación como el proceso mediante el cual los individuos interiorizan los discursos, se los apropian y construyen mediante ellos su identidad. Una vía mediante la que opera esta subjetivación es mediante lo que define como las «tecnologías del yo», mediante las cuales nos cuidamos a nosotros mismos y cuidamos de nuestra imagen en nuestras relaciones con los demás, y se llevan a cabo mediante tres ejercicios:
- La escucha atenta y en silencio de los mensajes de otros. Así es como absorbemos conocimiento, internalizamos las reglas de comportamiento socialmente aceptadas y los discursos dominantes.
- La escritura personal. Se trata de sacar fuera los discursos que hemos interiorizado y contrastarlos en la interacción social.
- La reflexión sobre la interacción. De ese modo entran en juego los límites de los discursos y las reglas, así como las relaciones de poder inherentes.
Pues bien, si falla el primer punto, no hay proceso de subjetivación, el proceso de construcción del sujeto se queda a medio camino, no avanzamos como sociedad si no nos escuchamos unos a otros y nos dedicamos a atacar y a tratar de silenciar a quien dice algo que nos incomoda. Y a su vez, si en lugar de reflexionar sobre la interacción, nos ponemos en guardia, rechazamos los matices y atacamos a quien nos señala su disconformidad, tampoco vamos a ninguna parte.
Y sí, esto aplica también para los bulos. Sobre todo los que nos llegan y difundimos sin más porque encajan en nuestros prejuicios: sin reflexión sobre los mensajes que nos llegan, sin escritura personal y reflexión sobre la interacción generada, no hay producción de conocimiento ni construcción de la identidad: nos convertimos en bots de carne y hueso.
Serie completa:
Una socióloga confinada. DÍA 3 (martes). Performance espontáneas
Una socióloga confinada. DÍA 4 (miércoles). Seguridad y sensación de control
Una socióloga confinada. DÍA 5 (jueves). Legitimidad democrática
Una socióloga confinada. DÍA 6 (viernes). Capital social y religión
Una socióloga confinada. DÍA 7 (sábado). Disciplina y otras áreas de análisis
Una socióloga confinada. DÍA 9 (lunes). Tolerancia social a la violencia
Una socióloga confinada. DÍA 10 (martes). La importancia de la comunidad
Una socióloga confinada. DÍA 12 (jueves). Recolección de datos sociológicos
Una socióloga confinada. DÍA 13 (viernes). Una sociedad sin ritos
Una socióloga confinada. DÍA 14 (sábado). La dimensión económica
Una socióloga confinada. DÍA 16 (lunes). Hipótesis de trabajo y marco teórico
Una socióloga confinada. DÍA 17 (martes). La importancia del frame
Una socióloga confinada. DÍA 18 (miércoles). Propuestas encaminadas a una renta básica universal
Una socióloga confinada. DÍA 19 (jueves). Coronavirus y clase social
Una socióloga confinada. DÍA 20 (viernes). El tratamiento a la tercera edad
Una socióloga confinada. DÍA 21 (sábado). El miedo como mecanismo de control social
Una socióloga confinada. DÍA 22 (domingo). Todos somos héroes
Una socióloga confinada. DÍA 24 (martes). La mascarilla como burka laico
Una socióloga confinada. DÍA 25 (miércoles). Sobre la estadística de prevalencia epidemiológica
Una socióloga confinada. DÍA 26 (jueves). Datos estandarizados
Una socióloga confinada. DÍA 37 (lunes). Cómo combatir los bulos
Una socióloga confinada. DÍA 41 (viernes). ¿Y si nos paramos a pensar antes de insultar?
Una socióloga confinada. DÍA 44 (lunes). Reflexión rápida sobre los niños en la calle