Durante toda la crisis del coronavirus hemos oído un concepto repetido por instituciones, políticos, responsables sanitarios y medios de comunicación, a todas horas: DISTANCIA SOCIAL. Nos dicen que lo más seguro para protegernos del contagio es mantener una distancia de entre metro y medio y dos metros con las personas que nos rodean. Pero, ¿por qué no lo llaman “distancia física” en lugar de “distancia social”?
Erving Goffman fue un sociólogo cuya aportación sobre el interaccionismo simbólico se estudia aún hoy. A lo largo las décadas de los 50, 60 y 70, se especializó en el estudio de lo que él llamó “instituciones totales”: cárceles, campos de concentración, conventos, asilos o internados para enfermos mentales.
Una institución total es un lugar, un edificio, donde los individuos permanecen encerrados, unas veces voluntariamente como en los conventos, otras veces contra su voluntad como en las cárceles; son lugares donde los internos pasan un periodo considerable de sus vidas aislados del resto de la sociedad, tienen una rutina y unas normas gestionadas por una autoridad a las que son ajenos, y comparten en el mismo lugar acciones que para el resto de la gente transcurren en sitios distintos, como trabajar, comer, descansar o relacionarse con otras personas; y donde todas las actividades de la vida cotidiana están reguladas por un programa estricto que les viene impuesto jerárquicamente, de tal manera que cumpla con los objetivos propios de la institución.
Si bien es probablemente exagerado comparar las primeras etapas del confinamiento, en las que las salidas del domicilio solo podían hacerse bajo criterios estrictamente tasados y ante la amenaza constante de la vigilancia policial y vecinal, con las instituciones totales, no resulta del todo descabellado señalar algunas similitudes.
Para empezar, el hecho de no poder transitar por las vías públicas, no poder salir de casa si no es por motivos justificados que encajen en una lista previamente descrita por las autoridades. El hecho de que el trabajo (mediante el teletrabajo), la relación con la familia, los deberes de las criaturas y el estudio de los adultos, el ocio, la alimentación y descanso, todas estas actividades tuvieran lugar en el mismo sitio y bajo el mismo techo durante un periodo de tiempo indeterminado; las recomendaciones de coach, psicólogos y expertos de todo tipo de que mantengamos una rutina y unos horarios; la vigilancia constante del vecindario constituido como autoridad informal, y la presencia de los controles policiales como autoridad formal, como los medios de comunicación se encargaban de recordarnos; las nuevas normas impuestas por el mando único con el fin de lograr el objetivo de frenar la rapidísima expansión del virus, unas normas que hemos tenido que aprender rápidamente; y, finalmente, la nueva normalidad. Son aspectos que, salvando las distancias, podrían hacer hasta cierto punto equiparable la situación de confinamiento con las instituciones totales.
En su libro “Internados”, Goffman diferencia entre los internos de las instituciones totales, sujetos a unas normas pautadas; y quienes administran esas normas y se encargan de hacerlas cumplir, personas que se marchan a sus casas al finalizar su jornada laboral y que no están sometidas al régimen disciplinario de la institución total.
En ese mismo libro, publicado por primera vez en 1970, Erving Goffman hace referencia al concepto de distanciamiento social, necesario para quienes administran las normas en las instituciones totales que los internos deben cumplir. Es un concepto que hace referencia al necesario distanciamiento emocional que tienen que tener los guardianes de la institución con respecto a los internos, porque los guardianes de la institución tienen que ejercer la violencia en no pocas ocasiones, y si el personal llegara a desarrollar simpatía o incluso cariño hacia los internos, les dificultaría la labor de aplicar castigos duros ante el incumplimiento de alguna norma. Si tienen que infligir un trato duro a un interno indisciplinado, el personal compasivo sufrirá, y de ahí que se les recomiende mantener el distanciamiento social.
Por eso, a lo largo de esta crisis social derivada de la pandemia por coronavirus, hemos oído hablar de distanciamiento social, y no de mantener una distancia física. La distancia social se asocia con sociedades deshumanizadas, carentes de empatía. Y las sociedades donde falla la cohesión social, son sociedades mucho más fáciles de controlar.
Serie completa:
Una socióloga confinada. DÍA 3 (martes). Performance espontáneas
Una socióloga confinada. DÍA 4 (miércoles). Seguridad y sensación de control
Una socióloga confinada. DÍA 5 (jueves). Legitimidad democrática
Una socióloga confinada. DÍA 6 (viernes). Capital social y religión
Una socióloga confinada. DÍA 7 (sábado). Disciplina y otras áreas de análisis
Una socióloga confinada. DÍA 9 (lunes). Tolerancia social a la violencia
Una socióloga confinada. DÍA 10 (martes). La importancia de la comunidad
Una socióloga confinada. DÍA 12 (jueves). Recolección de datos sociológicos
Una socióloga confinada. DÍA 13 (viernes). Una sociedad sin ritos
Una socióloga confinada. DÍA 14 (sábado). La dimensión económica
Una socióloga confinada. DÍA 16 (lunes). Hipótesis de trabajo y marco teórico
Una socióloga confinada. DÍA 17 (martes). La importancia del frame
Una socióloga confinada. DÍA 18 (miércoles). Propuestas encaminadas a una renta básica universal
Una socióloga confinada. DÍA 19 (jueves). Coronavirus y clase social
Una socióloga confinada. DÍA 20 (viernes). El tratamiento a la tercera edad
Una socióloga confinada. DÍA 21 (sábado). El miedo como mecanismo de control social
Una socióloga confinada. DÍA 22 (domingo). Todos somos héroes
Una socióloga confinada. DÍA 24 (martes). La mascarilla como burka laico
Una socióloga confinada. DÍA 25 (miércoles). Sobre la estadística de prevalencia epidemiológica
Una socióloga confinada. DÍA 26 (jueves). Datos estandarizados
Una socióloga confinada. DÍA 37 (lunes). Cómo combatir los bulos
Una socióloga confinada. DÍA 41 (viernes). ¿Y si nos paramos a pensar antes de insultar?
Una socióloga confinada. DÍA 44 (lunes). Reflexión rápida sobre los niños en la calle