A estas alturas seguramente ya habrás oído o leído algo referido al caso del youtuber ruso Stanislav Teshetnikov, conocido como ‘Reeflay’. En sus directos sus espectadores le proponían retos humillantes que tenía que cumplir a cambio de dinero, y en el último acabó matando a su pareja de hipotermia al echarla a la calle en ropa interior, en la nieve, con temperaturas de varios grados bajo cero. Ella estuvo aporreando la puerta para que la dejara entrar durante horas hasta que falleció de frío en plena calle, y todo retransmitido en directo para el disfrute de su audiencia.

No era la primera vez. Sus seguidores conocían este comportamiento y lo premiaban con visualizaciones y dinero. Según informa El País, Valentina Grigoríeva (la víctima) «tenía una lesión craneoencefálica cerrada, múltiples señales de golpes, un hematoma subdural y algunas, lesiones antiguas, según el Comité de Investigación de la Dirección Regional de Moscú», la institución que está investigando la causa exacta de la muerte. En otros videos los retos a cambio de dinero incluían obligar a la chica a comer basura, tirarle del pelo o rociarle la cara con spray pimienta. Todo muy divertido y muy entretenido.

Dos meses de prisión preventiva han decretado para el tipo que no dejó de retransmitir en directo para sus seguidores ni siquiera cuando llegaron los sanitarios para intentar reanimarla hasta que certificaron su muerte, ni cuando la policía se presentó en su casa. Tuvieron que ser los agentes quienes le ordenaron que apagara la cámara. Dos meses de prisión preventiva. Teniendo en cuenta que en Rusia la violencia de género está despenalizada, y si es la primera denuncia y no hay lesiones «graves» la pena es una multa de 500 euros, podríamos llegar a concluir que se le ha impuesto una sanción bastante dura.

Sobre el caso, leo mucha indignación sobre el comportamiento del youtuber, y casi nada sobre quienes vieron el directo y le estuvieron animaron durante meses con retos misóginos y violentos contra su pareja. La motivación de este youtuber y la de todos, como la del proxeneta, es el dinero, pero hoy quiero poner el foco en todos los que lo estaban viendo, proponiendo retos humillantes para ella, y disfrutando con el show misógino, que fueron miles.

Igual que en la prostitución no podemos olvidarnos del putero que disfruta humillando a quien no le desea, en esta historia hay miles de usuarios contemplando el show, disfrutando con la humillación de una mujer y proponiendo retos cada vez más salvajes que acabaron en asesinato.

Y es que veo paralelismos con el bullying escolar. Quienes lo alientan («¡pelea, pelea!«), quienes se ríen, incluso quienes graban con el móvil… se van de rositas porque «ellos no han hecho nada». Cuando otro youtuber, Reset, fue denunciado por vejaciones cuando se grabó dándole de comer galletas Oreo con pasta de dientes a un hombre sin hogar, ocurrió algo parecido: el descerebrado que propuso el reto no tuvo reproche social. Y eso es parte del problema. No podemos enfocarlo como el caso particular de un youtuber pasado de rosca, sacando del análisis a la audiencia que promueve estos comportamientos y disfruta con ellos. Un disfrute vicario viendo cómo otro hace lo que ellos desearían hacer, pero sin mancharse las manos y sin exponerse a las consecuencias. Sin ese contexto social que disfruta con la humillación de las mujeres y de las personas vulnerables, no existirían este tipo de youtubers. Ni la violencia machista. Ni la prostitución. Ni la mayor parte de la industria del porno mainstream.

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