Esta entrada es un ejercicio para la asignatura de Teoría Política en el marco de la reflexión sobre la creciente complejidad de las sociedades postindustriales y la dificultad de conciliar la eficiencia en la gestión con el pluralismo político.

¿Es adecuado poner límites al pluralismo político en aras de la gobernabilidad? Si planteáramos esta cuestión en el marco de la ciencia política, la respuesta iría orientada hacia el diseño institucional, los efectos de aumentar el umbral para obtener representación parlamentaria en las convocatorias electorales, o la comparación sobre la estabilidad y duración de los gobiernos de coalición frente a gobiernos monocolor. Pero en el contexto de la teoría política, se hace necesario una aclaración conceptual previa sobre el significado de los términos “gobernabilidad” y “pluralismo”, del mismo modo que para dar respuesta a la cuestión se requiere un acuerdo previo acerca de los valores deseables: ¿damos más valor a la estabilidad política en aras de la gobernabilidad, o estimamos como más deseable la representatividad política de la complejidad de las sociedades actuales? Responder a estas cuestiones normativas no es tarea sencilla, y probablemente la ideología oriente las posibles respuestas. Como exponía de forma meridianamente clara la profesora Ruth Grant citando a Hobbes, «las opiniones son causas principales del comportamiento» (Grant, 2011, pág. 22). Así, es probable que autores de tendencia conservadora se inclinen hacia la estabilidad y la gobernabilidad como valores a privilegiar, mientras que autores de tendencia progresista se decanten por los valores de la representatividad y gestión del pluralismo político. La clásica tensión entre legitimidad y efectividad, o entre representación y gestión, o si se quiere, entre populismo y tecnocracia, es una cuestión no resuelta precisamente porque requiere de un consenso previo que alude a los valores en pugna.

El profesor Daniel Innerarity, que siempre va un paso más allá en sus reflexiones, cuestiona en un artículo publicado en la revista Soft Power desde una perspectiva sociohistórica sobre el estado de gobernabilidad, sobre qué significa gobernar, si ha sido el estado habitual de las sociedades es haber sido gobernadas o si, por el contrario, el estado más frecuente ha sido el acontecimiento desordenado de la historia sin un gobierno que las dirija (Innerarity, 2017). En ese sentido, reflexiona no solo sobre el pasado sino también sobre el presente y el futuro en sociedades cada vez más complejas.

No obstante, cuando hablamos de sistemas complejos, de la creciente diversidad en nuestras sociedades postindustriales, de la complejidad que añade la menor disposición actual de la ciudadanía a aceptar decisiones adoptadas de manera jerárquica o poco transparente por el Gobierno en el contexto de la sociedad de la información, cuando el análisis parte de la demanda de nuevas formas de participación y comunicación como es el que traza el profesor Innerarity en el artículo citado, la tendencia suele ser a omitir el componente de clase, o más concretamente a soslayar la estratificación social por cuanto obvia que el acceso al pluralismo político y la demanda de participación ciudadana en la toma de decisiones de manera transparente no son fenómenos ajenos a la posición socioeconómica.

El acceso a las nuevas formas de participación en el debate público en el proceso de toma de decisiones transparente, así como a nuevas formas de comunicación, requieren no únicamente voluntad y el hecho preexistente de formar parte de la sociedad del conocimiento, sino también el capital social suficiente para acceder a las posibles alternativas en liza de manera informada, así como tiempo para explorarlas, y que estas alternativas tengan por su parte espacio mediático para hacerse oír y poder ser tomadas en consideración. El sempiterno problema de las idealizadas asambleas ciudadanas consiste en la monopolización por parte de aquellos con más tiempo, recursos y motivación, lo que hace que estas decisiones tomadas en formatos presuntamente participativos no sean necesariamente las más representativas[1].

Otro ejemplo de legislación desarrollada por los actores implicados es el borrador del proyecto de ley para la igualdad plena y efectiva de las personas trans (P. Mohorte, 2021), redactado de común acuerdo con las diferentes asociaciones de personas trans con absoluta falta de transparencia a lo largo de todo el proceso, con ultimátum y amenaza de huelga de hambre incluida si el borrador no sale adelante tal y como se ha filtrado a los medios de comunicación (Agencia EFE, 2021) pese al fuerte rechazo que ha concitado en determinados círculos feministas, derivando lo que inicialmente era un proceso de participación ciudadana en la privatización del legislativo.

Si, tal y como recoge el profesor Daniel Innerarity citando a Bobbio, «la democracia es subversiva porque altera la estratificación tradicional del poder» (Innerarity, 2017, pág. 228), tendremos que convenir que limitar la expresión del pluralismo político en aras de la gobernabilidad es una postura conservadora que busca limitar la visibilidad de posturas minoritarias para simplificar la gestión de los conflictos y facilitar el acuerdo entre las partes con mayor poder de representación, invisibilizando posturas alternativas con menos poder de representación, y por tanto, con menor repercusión en el debate político. La creciente complejidad de las sociedades actuales en el marco de la posmodernidad no pueden ser una excusa para perpetuar el déficit democrático de representación de aquellos estratos sociales perpetuamente excluidos de participación en el debate público por su posición socioeconómica.

Bibliografía

Agencia EFE. (18 de febrero de 2021). Colectivos trans anuncian huelga de hambre si en un mes no se registra la ‘ley trans’ en el Congreso. Obtenido de La Vanguardia: https://www.lavanguardia.com/vida/20210218/6255784/colectivos-trans-anuncian-huelga-hambre-mes-registra-ley-trans-congreso.html

Fillol, J. (26 de noviembre de 2020). De Rousseau al 15-M. El lento declive del asamblearismo. Obtenido de jessicafillol.es: https://www.jessicafillol.es/2020/11/de-rousseau-al-15-m-el-lento-declive-del-asamblearismo/

Grant, R. (2011). Teoría política, ciencia política y política. Crítica Contemporánea. REvista de Teoría Política. Nº. 1 Nov., 10-27.

Innerarity, D. (2017). Gobernarnos a nosotros mismos. Soft Power. Volumen 5, número 1, enero junio, 225-242.

P. Mohorte, A. (3 de febrero de 2021). Qué dice el borrador de la Ley Trans (y por qué amenaza con llevarse al gobierno por delante). Obtenido de Magnet: https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/que-dice-borrador-ley-trans-que-amenaza-llevarse-al-gobierno-delante


[1] Sobre la problemática que representa para las asambleas en particular, y para los formatos de deliberación participativa en general, y sobre los costes que tiene la participación política en términos de tiempo y energía para estar convenientemente informados de los temas en la agenda política, y el hecho de que no todo el mundo tenga un interés específico en todas las materias, ni tiempo material para informarse para tomar una decisión, escribí el artículo “De Rousseau al 15-M. El lento declive del asamblearismo (Fillol, 2020)

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