Dado que la mayor parte de mis lectoras sois de España, supongo que no hace falta que me entretenga en demasiados detalles sobre lo que la derecha ha popularizado como «el bulo del culo». Hace unas semanas, en Malasaña, un chico gay denunció una brutal agresión: le contó a la policía que 8 encapuchados le metieron en un portal, le partieron el labio y le grabaron en el culo la palabra «maricón» con una navaja. Unos días después, se desdijo de esta primera declaración, y confesó habérselo inventado todo. Al parecer, las lesiones fueron producto de una sesión de sexo de pago que se le fue de las manos; se da la circunstancia, según explica algún medio de comunicación, que el joven se dedica a la prostitución y quiso ocultarse este hecho a su actual pareja. Los medios se han apresurado a calificar las lesiones de «consentidas» y a dar el asunto por zanjado. Todo va bien, aquí no ha pasado nada, dispérsense.

En un contexto de crecientes agresiones homófobas, la historia de los 8 encapuchados en un primero momento a nadie le hizo sospechar. Tanto medios de comunicación como sociedad civil dieron por válida la primera versión procedente de fuentes policiales, sin cuestionársela en absoluto, y un reguero de solidaridad corrió como la pólvora e inundó las redes sociales.

Podemos entrar en el eterno debate sobre si se producen más o se visibilizan más este tipo de agresiones debido a la mayor sensibilización social al respecto que conduce a que se denuncien más. Como todos los fenómenos que quedan relativamente ocultos a las estadísticas, es difícil de calibrar. No obstante, tenemos metodología suficiente como para apuntar a la hipótesis de la mayor sensibilización conlleva mayor número de denuncias. Si observamos el gráfico de las denuncias de violencia machista en Europa, observaremos que en Dinamarca, Suecia, o Países Bajos hay muchísimas más denuncias por violencia machista que en España, del orden de más del doble.

¿Eso significa que Dinamarca o Suecia sean más machistas o más violentos con las mujeres que en España? No. Significa que la mayor conciencia social sobre lo que es y lo que no es una agresión machista conlleva que se denuncien más. Con las agresiones homófobas intuyo que opera un fenómeno similar.

Sobre la presunta «denuncia falsa», la versión que ha trascendido a los medios de comunicación a mí me lleva a pensar en el caso de la feria de Málaga, pero no por lo que el discurso oficial pretende que lo haga. Cada vez que se produce un caso de estas características, muy mediático, y en el que posteriormente trasciende que la víctima se ha desdicho y ha confesado que era una denuncia falsa, yo me acuerdo de aquella chica de Málaga.

Han pasado más de 7 años, entiendo que haya a quien el caso de la violación múltiple de la feria de Málaga le parezca lejano o haya oído hablar tan solo de forma anecdótica. Yo lo recuerdo bien porque para mí el debate social que se produjo a raíz de aquello supuso una catarsis.

Os cuento lo que ocurrió de forma muy resumida. En el año 2014, durante la fiestas mayores de Málaga, una patrulla de policía encontró a una chica sola, de madrugada, sentada en la acera, dolorida y llorando. Le habían robado el bolso y el móvil. Contó a la policía que 5 hombres la habían violado en un coche durante la madrugada. La examinaron y el informe del médico forense determinó que padecía desgarros anales y vaginales. Cuando los denunciados fueron a declarar, una multitud les esperó a la salida para recibirles entre vítores y aplausos. Les faltó cortar las dos orejas y el rabo.

No solo eso, sino que en toda España se desató un tremendo debate social, porque al parecer a esta chica la habían visto bailando y coqueteando durante la feria con algunos de los acusados. El debate que hoy nos parece muy obvio, en aquel momento no era tan claro, y se llegó a plantear que cómo iba a ser violación si había coqueteado, si había bailado, si se había besado. Hoy tenemos claro que a partir del momento en que dices «NO», incluso con las bragas bajadas, no respetarlo implica agresión sexual, pero en 2014 aún nos preguntábamos que cómo iba a ser violación si unas horas antes la habían visto bailando con alguno de los que ahora acusaba. La jueza del caso vio un vídeo de dos minutos, y con esos dos minutos y llegó a la conclusión de que ahí se veía un ambiente de jolgorio y regocijo. Bueno, las palabras exactas no fueron esas, pero para el caso como si lo fueran. El caso es que con ver un vídeo dos minutos la jueza tuvo suficiente para llegar a la conclusión de que ahí no había habido violación, archivar el caso, y ya si eso lo de las lesiones te lo gestionas, zorra.

Por si esto fuera poco, en f0r0c0ch3$ filtraron su nombre, fotos y redes sociales. Se conoció que tenía novio, o que lo había dejado con el novio hacía poco y quería venganza, o que quería ponerle los cuernos al novio… no está del todo claro, pero el arquetipo de la zorra funciona a la perfección aunque los detalles de la versión oficial sean confusos. Toda España comentaba que era una golfa, que cómo podía joderles la vida a unos chavales solo porque no quería que se enterara el novio, que si zorreas y luego te arrepientes te mereces todo lo malo que te pase, etc. El parte médico que hablaba de desgarros vaginal y anal parecía haber perdido toda importancia. El robo del móvil y del bolso, también. Todo típico de relaciones sexuales consentidas y de lo más común, parece ser.

La chica acabó confesando a los pocos días que se lo había inventado todo. Incluso aceptó una condena de conformidad a 10 meses de cárcel por denuncia falsa, pena que no cumplió porque no tenía antecedentes penales.

Lo que yo creo que ocurrió. No tengo pruebas pero tampoco dudas. La chica no aguantó la presión y dijo que se lo había inventado para que se terminara la tortura social a la que estaba siendo sometida. Revictimización en estado puro. Sí, bailó, coqueteó, probablemente también se besó con uno o con varios. Lo más probable es que sí quisiera montarse un trío. Se fue al coche con dos. Y se apuntaron tres amigos a los que nadie había invitado. Y a partir de ahí, en ese preciso instante, lo que estaba siendo una relación consentida se convirtió en violación. La agredieron, la dejaron dolorida, sola y llorando en la acera. La grabaron para humillarla, le robaron el móvil y el bolso para que no pudiera llamar a nadie ni pedir ayuda, hicieron correr el vídeo, todo el pueblo se volcó con los agresores. Y la jueza les dio la razón basándose en un video de dos minutos, y en testigos que dijeron que la habían visto coqueteando en la feria. Acabó diciendo que se lo había inventado todo y aceptando una condena de conformidad que no cumpliría, para que su calvario terminara de una vez, pasar página y tratar de olvidarlo todo, fingir que nada había pasado.

Pues con la víctima de la agresión de Malasaña (me niego a llamarlo «la denuncia falsa de Malasaña», porque la agresión existió), intuyo que ha ocurrido algo parecido. La bola se hizo demasiado grande y le superó. «Solo quería que me curaran y permanecer en el anonimato«. Del mismo modo que no podemos obviar el contexto de lo ocurrido en Málaga y el intenso debate social generado, la vorágine desatada que la puso en el centro de la diana para comprender por qué la víctima de la violación múltiple se acabó retractando, tampoco podemos obviar que el alcalde de Madrid hablaba de la instrumentalización de las agresiones homófobas por parte de la izquierda con fines políticos, o que VOX culpaba a la inmigración cuando todavía pensaban que habían sido 8 encapuchados.

La segunda declaración, en la que el joven de Malasaña confiesa que se inventó el relato, podría figurar en un folleto de la Consejería de Turismo de Madrid:

«No hay ninguna banda organizada en Madrid que se dedique a pegar palizas al colectivo LGTBI. Malasaña es un sitio seguro y siento el daño que he hecho a la reputación de mi barrio”.

¿Os parece creíble? Porque a mí ni un poquito. ¿En serio te preocupa el daño que puedas haber hecho a la reputación de tu barrio cuando no te puedes sentar porque tienes el culo marcado a navaja?

Yo los entiendo a ambos. Entiendo que no puedan más. Entiendo que lo que se les vino encima al denunciar se les hiciera un mundo y no fueran capaces de aguantar la presión. Entiendo que se rindieran, porque hay que tener unos ovarios de titanio para llegar hasta el final y que se te haga justicia, algo que el sistema no siempre te garantiza.

De hecho, estos dos casos lo que demuestran no es que haya muchas denuncias falsas: lo que demuestran es que el sistema está preparado para que, cuando detecta una denuncia falsa, la paralice y no llegue a ninguna parte. Todo el sistema está montado para desalentar a las víctimas a denunciar, a las falsas y a las auténticas también, y eso es lo más problemático de todo. Porque el sistema tiene mecanismos para cribar las denuncias falsas y desecharlas, pero en ese proceso se lleva por delante también muchas denuncias auténticas, abandonando a las víctimas auténticas en el desamparo institucional, cuando no también en la revictimización.

En el caso de la agresión de Malasaña se da también otro factor, y es que la víctima se dedicaba a la prostitución. Con 20 años, y además tenía pareja y quería ocultárselo porque le daba vergüenza. Esto lo que me trae a la mente es el concepto de «slut shaming». ¿En qué consiste? Por norma general, hablamos de slut shaming para referirnos a esa vergüenza que se infringe a las mujeres que tienen una sexualidad que no encaja en los cánones de la heterosexualidad obligatoria, en el comportamiento socialmente aceptado en sus relaciones con el sexo masculino. En otro artículo hablé sobre el miedo como mecanismo de control social y los métodos no coactivos de control de la sexualidad femenina. Cuando el miedo ya no funciona con alguna, entonces se pone en marcha el estigma, el señalamiento, la vergüenza. La división entre puntas y madres/santas. Las buenas y las malas mujeres. Las mujeres públicas y las mujeres privadas.

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