El Jaragate ha sido, si me permitís la frivolidad, el salseo del verano. Y digo si me permitís la frivolidad, porque ha habido mujeres que se han quedado muy jodidas con este caso, y porque creo además que va a tener repercusiones a medio y largo plazo.
Os cuento un poco por encima, aunque algunos detalles se me puedan escapar, porque lo cierto es que yo me enteré del percal apenas unos días antes de que todo explotara.
Jara y su novia se supone que eran una pareja de posición más que acomodada, con recursos económicos y una voluntad filantrópica que ríete tú del matrimonio Gates. Además eran feministas radicales y tenían la intención de dedicar esos recursos económicos de los que disponían para montar una asociación (un «proyecto» lo llamaban) que diera trabajo estable y bien pagado a mujeres feministas en situación de precariedad o de exclusión social. Mujeres con criaturas o personas dependientes a su cargo, sin pareja, jefas de su hogar, con trabajos temporales y mal pagados o directamente en paro, con situaciones económicas y personales muy jodidas.
A toro pasado todo es siempre muy fácil de ver, pero lo cierto es que las ofertas laborales para formar parte de la asociación (o del «proyecto») eran bastante sospechosas. Buscaban todo tipo de perfiles, desde teleoperadoras hasta psicólogas, pasando por informáticas, administrativas, fisioterapeutas… Y a todas les ofrecían trabajo estable, buen sueldo y unas condiciones y beneficios sociales por encima de la media. Que me podréis decir que si van a fundar una asociación feminista, qué menos que dar una estabilidad económica y laboral a las implicadas, y hasta ahí de acuerdo, pero es que se les fue la mano con los beneficios sociales. Me creo lo del transporte, me creo lo del comedor de empresa. Lo de la fruta en la oficina, pase. Lo del catering completo a cargo de la asociación y otro tipo de beneficios sociales ya empezaba a resultar sospechoso. Y de ahí, para arriba.
El resultado fue el esperable. A más de una les empezó a oler a cuerno quemado, todo esto parecía demasiado bonito para ser verdad, aparte de que «el proyecto» apestaba a beneficencia de niñas ricas y eso ya levantó sospechas… Y empezaron a tirar del hilo.
Águeda notó que una de las fotos que Jara había publicado en su perfil no era una foto original sino una captura de pantalla, y a partir de ahí comenzó a indagar. Y descubrió que la tal Eva Jara era en realidad un perfil falso que llevaba AÑOS robando las fotos de una instagramer ajena a toda la historia. Y no solo eso, sino que la novia de Eva Jara también era un perfil falso con el mismo patrón.
A partir de ahí, las explicaciones que se dieron durante los dos días siguientes fueron de lo más surrealistas. Entre ellas no me parece menor la implicación de un tercer perfil, el de Susana, mintiendo a todas diciendo conocer a Eva Jara y su novia pues, según decía, llevaban años pagándole el alquiler y ayudándola económicamente. Más fuerte aún fue buscar la implicación de otras mujeres para que MINTIERAN afirmando conocer personalmente a Eva Jara y/o a su novia, pues cuando todo el asunto saltó por los aires resultó que nadie conocía personalmente a las filántropas misteriosas.
Hasta que finalmente la persona que llevaba el perfil de Eva Jara y su novia confesó con ambos perfiles eran falsos y desapareció. Los motivos por los que Susana mintió para mantener la ficción en pie, y convenció a otras de que mintieran también, es algo que probablemente nunca sabremos.
Para entender completamente la dimensión del caso, conviene destacar que las mujeres en situación tan vulnerable participaron en un proceso de selección bastante irregular para los trabajos que ofrecía esta asociación. Y como en cualquier proceso de selección, enviaron curriculums con datos personales como nombre completo, email, dirección, teléfono móvil, fecha de nacimiento, en algunos casos incluso DNIs y quien sabe qué datos más. Lo que han hecho con esos datos, no lo sabemos; lo que sí sabemos es que quien los recogió fue una persona con un perfil falso (o varios) y una oferta falsa para una asociación inexistente.
La confianza en el seno del activismo feminista es un pilar básico para funcionar. Sin confianza, no hay posibilidad de construir redes de cuidado mutuo. El Jaragate este verano ha hecho saltar por los aires la confianza en el seno del feminismo radical y ha plantado una semilla venenosa que puede tener efectos devastadores a corto y a largo plazo. Por eso creo que este caso afectará al activismo feminista más allá de las personas directamente implicadas, que no es poco.
Quienes enfocamos nuestro activismo especialmente en el ámbito de la violencia de género, somos conscientes de que en ocasiones son necesarias intervenciones rápidas que exigen confianza. Es por desgracia bastante frecuente recurrir a redes de apoyo en busca de ayuda para mujeres que se han quedado en la calle de un día para otro literalmente con lo puesto, con criaturas, que han tenido que salir huyendo de una situación de maltrato y no tienen a dónde ir. Mujeres para quienes los servicios municipales de ayuda a las víctimas de violencia de género llegan tarde. Mujeres con bebés que han tenido que salir corriendo y no tienen recursos ni para comprar pañales o potitos. Mujeres que no tienen dónde quedarse a dormir ni a quien acudir. Y mientras los servicios públicos arrancan su lenta marcha, las redes de apoyo y cuidado mutuo están ahí para socorrer a estas mujeres y brindarles el apoyo que la administración no presta. Y para eso es necesario construir redes de confianza mutua, o es imposible.
Me gustaría terminar con algún tipo de consejos para evitar caer en presuntas estafas como estas, pero lamentablemente no tengo ninguno. Si yo no caí en esta es porque no soy target, porque por suerte tengo trabajo estable con un sueldo que me permite vivir desahogada, pocos gastos, una hipoteca que es aproximadamente el 10% de mi sueldo. Lo que ofrecían no representaba para mí ninguna mejora respecto a mi situación actual, y por eso ni me enteré de lo que se estaba cociendo, pero entiendo que para otras mujeres sí representara un respiro cuando estamos hablando de precariedad cronificada. Y seguirán habiendo personas desaprensivas que intentarán, de forma más o menos creativa, aprovecharse de esas situaciones desesperadas. ¿Cómo evitar caer? No lo sé, honestamente y me sabe muy mal acabar este artículo de una forma tan pesimista. Si tenéis alguna idea, me encantaría leerla en los comentarios, aunque ya os anticipo que el «no te fíes de cualquiera», en este caso no aplica por los motivos que he expuesto en el párrafo anterior.