Esta entrada es un ejercicio para la asignatura de Antropología social y cultural en el marco de la reflexión sobre los conceptos de diferencia y desigualdad social, y cómo el racismo es una construcción cultural que tiene unos orígenes y unas materializaciones determinadas con implicaciones sobre las vidas de las personas.

Las pandemias pasan, pero el racismo continúa

«Los ataques contra la comunidad asiática tienen similitudes con los que han sufrido los latinos, negros y nativos estadounidenses en Estados Unidos. Debemos seguir luchando para hacer realidad la promesa de la declaración de Independencia: todos somos iguales.» (Ramos, 2021)

Contextualización de los hechos

En un ejercicio de psicología social que hice hace un par de años, se nos pedía reflexionar sobre la construcción de la identidad de personas con madres o padres migrantes (Fillol, 2019) a partir de un artículo de El País (Carretero, 2016). En aquel ejercicio reflexionábamos sobre cómo la identidad no es algo innato, sino que es una situada, contextual, flexible, emergente, negociada, depende del contexto y depende también de con quien interactúas.

Chimamanda Adichie, en su charla «El peligro de una sola historia» (Adichie, 2009), nos habla de la reproducción social de las desigualdades, de cómo los discursos culturalmente hegemónicos son aprendidos e interiorizados durante nuestro proceso de socialización, a su vez son repetidos y de este modo perpetúan las categorías sociales que construyen la desigualdad.

Asimismo, Chimamanda relata a través de ejemplos de su historia de vida cómo se construyen las categorías sociales del “ellos” y el “nosotros”, y cómo se levanta un muro entre ambos que hace imposible la conexión entre iguales mediante una única historia, la que impregna el discurso hegemónico referida a cada pueblo o colectividad, y cómo su propia identidad “africana” se va fraguando a partir de la interacción con el “otros estadounidense”.

Estos días he tenido la oportunidad de leer el libro de Adrián Lardiez, “La seducción de la extrema derecha” (Lardiez, 2020), un libro que intenta dar respuesta a la pregunta que muchos/as nos hacemos: ¿cómo es posible que partidos con un discurso abiertamente racista, homófobo, machista, etc. hoy en día, en pleno siglo XXI, logren cosechar millones de votos? Y la respuesta que da es la construcción de la identidad a partir de una categorización social estereotípica que tiene efectos perversos en la estratificación social, y que nos sitúan en un “nosotros” frente a “ellos” atravesado por el miedo.

Un artículo de Kiko Llanera y otros sobre dónde se concentra el voto a VOX (Andrino, Grasso, & Llaneras, 2019) reveló que sus principales caladeros no eran los distritos con más inmigración, sino los barrios fronterizos, los más cercanos a aquellos donde se concentra la mayor tasa de inmigración. De nuevo, el miedo.

Jorge Ramos relata varios episodios de crímenes de odio racista en Estados Unidos, y aporta cifras sobre rápido el crecimiento de la población asiático-estadounidense, así como del aumento de la población latinoamericana durante las dos últimas décadas (Ramos, 2021). «En 2044, la población blanca dejará de ser mayoría, según las proyecciones de la oficina del censo», dice Ramos. Una pérdida de hegemonía que remueve los cimientos del hombre blanco de clase media-alta.

En este contexto, el sociólogo George Kimmel abunda en la teoría del miedo y nos habla del concepto de la deprivación relativa, es decir, el miedo no de quienes ya lo han perdido todo, sino de quienes temen llegar a perderlo todo (Kimmel, 2019).

Interpretación

Empecemos por señalar una obviedad: las explicaciones monocausales de fenómenos complejos siempre son incompletas por definición. No obstante, y teniendo en cuenta esta salvedad inicial, por razones de espacio y tiempo en este análisis nos centraremos en una posible variable explicativa como posible desencadenante de un fenómeno como el racismo en las sociedades occidentales contemporáneas.

En palabras de H. Seton-Watson, «nacionalismo es una doctrina y un movimiento proyectado para promover y salvaguardar la existencia de una nación» (Llobera, 2021, pág. 7), la nación representa el endogrupo, el “nosotros”, mientras que el extranjero, y en particular el conjunto de inmigrantes en tanto que grupos étnicos que se han establecido fuera de su tierra nativa (Llobera, 2021, pág. 8), en un país extranjero, representan el exogrupo, el “ellos”. Cuanto más culturalmente alejado, más ajeno, menos comparte con “nosotros”. Si bien Llobera utiliza una conceptualización de racismo que se nos antoja bastante restrictiva por acotarlo al color (Llobera, 2021, pág. 76), en este artículo utilizaremos una definición de racismo más amplia que incluya origen étnico, patrones culturales y sentido de pertenencia nacional.

Asimismo, también recurriremos a la definición de etnia propuesta por Montserrat Ventura i Oller como «grupo de individuos que comparten un determinado número de rasgos en común (antropológicos, lingüísticos, político-históricos, etc.) la asociación de los cuales constituye una cultura» (Ventura i Oller, 199, pág. 120), por considerar que se ajusta al fenómeno que pretendemos explorar. Especialmente relevante, y por ello lo destacamos, el matiz de que le etnicidad es situacional y aparece en el marco de las relaciones interétnicas (Ventura i Oller, 199, pág. 130), es decir, emerge en la interacción, se constituye en el “ellos” frente al “nosotros”. De esta conceptualización parten análisis como qué significa ser una persona racializada en las sociedades occidentales contemporáneas:

«Racializado no es la forma políticamente correcta de decir ‘negro’, sino que es una manera desde la que describir la categoría racial. (…) Estrictamente una persona racializada es alguien que recibe un trato favorable o discriminatorio en base a la categoría racial que la sociedad le atribuye. Siendo directos: negros y blancos somos igualmente racializados, pero la diferencia es que a partir de ahí las consecuencias no son las mismas en la sociedad para unos y otros.

(…) en el mundo occidental podemos ver cómo se ha construido una sociedad en la cual todo los que no somos blancos hemos cargado con estereotipos con los que se han justificado discriminaciones de todo tipo. En Estados Unidos a este conjunto de las categorías raciales que sufren el racismo se le llama ‘People of Color’, y en ella están negros, latinos o asiáticos, pero no los blancos. Este es el ejemplo más claro que existe para entender a quienes se dirige el concepto de ‘personas racializadas’ tal y como se está usando mayoritariamente ahora.

(…) la categoría racial sigue siendo un factor decisivo en el devenir de una persona. El racismo no es un conjunto de anécdotas, sino que es un sistema que nos afecta social, política y económicamente»

 (Gerehou, Qué es ser racializado, 2020)

Pese al riesgo de autoplagio, empezaré esta interpretación por citarme a mí misma:

«No hay nada natural, espontáneo o ahistórico en la existencia de las naciones que actualmente existen en el mundo, sean en forma de Estado o no. El propio concepto de “nación” responde a una construcción social basada en una serie de características marcadas políticamente, tan flexibles como lo sea nuestro marco interpretativo.

Origen étnico, vínculos históricos, culturales, religiosos, y la propia conciencia de pertenecer a una misma comunidad no son rasgos exentos de polémica. Ni siquiera compartir el mismo idioma o el mismo territorio son características que puedan nombrarse de una manera inequívoca. La historia de Israel y el avance de sus fronteras que ha modificado el perfil del territorio palestino a lo largo de las últimas décadas (BBC Mundo, 2020), y el conflicto lingüístico recurrente entre las instituciones autonómicas valenciana y catalana a cuenta de la unidad del idioma (Baleková, 2011), son dos ejemplos de que ni siquiera aspectos tan aparentemente consensuados como la lengua o el territorio son ajenos al debate en el eje nacionalista.

El periplo del pueblo kurdo, que nunca ha llegado a tener un Estado propio (actualmente están repartidos entre cuatro países[1]), es actualmente la minoría étnica sin Estado propio más importante de Oriente Medio. No comparten ni territorio, ni idioma, ni religión, pero sí una fuerte conciencia de pertenecer a una misma comunidad nacional (Miró, 2008).»

(Fillol, Nacionalismo y revolución. El papel de las élites locales en la construcción del Estado-Nación, 2021)

El miedo, por su parte, es una emoción universal y adaptativa, pero sus desencadenantes no lo son. Nos resulta imposible explicar el miedo si lo desvinculamos del contexto histórico-social en el que se produce. El catálogo de miedos disponibles no es el mismo en la sociedad japonesa que en la estadounidense, con unos índices de delincuencia, de muertes violentas y unas pautas culturales tan diferentes entre sí[2].

La tentación de atribuir el racismo a una actitud de superioridad cultural del grupo humano al que pertenecemos, en relación con el resto, que podríamos englobar bajo el paraguas del concepto etnocentrismo, es quizá una simplificación excesiva. Por más que el estudio de la genética demuestre que el concepto de raza sea una categoría vacía, la raza “social” culturalmente tiene el poder de definir la frontera entre el “nosotros” y el “ellos”. Es por este motivo que me centraré en el miedo como variable explicativa, como desencadenante que da lugar a un conjunto de actitudes institucionalizadas enfocadas a perpetuar el estado de discriminación y subalternidad de los miembros de determinados grupos raciales definidos como ajenos al corpus social que compone la nación, o el “nosotros”, y sin embargo incrustados en el mismo territorio compartido. En palabras de Josep R. Llobera, «el nacionalismo se construye sobre el etnocentrismo hacia el interior del grupo, y la xenofobia hacia el exterior del grupo» (Llobera, 2021, pág. 27).

En la gama de miedos socialmente disponibles, el miedo al extranjero es el miedo al “otro” por definición, pues el extranjero es situado en el exogrupo, en la categoría “otros”, a tenor de sus características culturales más evidentes: tiene otro idioma, otro acento, otro color de piel, otra forma de vestir, de hablar y de relacionarse, otras prácticas culturales, es muy posible que también practique otra religión o corriente religiosa, que tenga otras costumbres, otras tradiciones… Y todo ello nos es ajeno. Mientras con aquellos de nuestra misma nacionalidad podemos diferir en ideología, valores o forma de vida, compartimos un acervo común que sirve de nexo de unión comunitaria. Este nexo de unión, en el caso del extranjero, y en particular el inmigrante por lo que representa de cuerpo extraño permanente en el conjunto de nacionales, es mucho más débil.

La predisposición cultural de cerrarnos en “nosotros” frente al “ellos”, tal y como Henry Tajfel lo describió mediante la teoría de la categorización social (Tajfel H. , 1982), se materializa culturalmente mediante los peores estereotipos disponibles aplicables al otro, al extranjero, al inmigrante. Y estos estereotipos actúan como disparador del miedo (Tajfel & Turner, 1979).

Haciendo un paralelismo con el pasado colonialista, a nivel macro a menudo se justifican estas dinámicas discriminatorias institucionalizadas con el pretexto de la misión civilizatoria sobre las culturas inferiores. Las políticas uniformizadoras tienden a la asimilación hasta tal punto que apenas ocultan la intención de mantener los valores culturales del grupo social dominante, del “nosotros”, y se revisten de argumentos civilizatorios sobre un “ellos” culturalmente inferior. Un ejemplo es la reciente aprobación vía referéndum en Suiza de prohibir el burka y elementos que oculten el rostro en público (La Vanguardia, 2021), precisamente en un momento en que el avance de la pandemia por COVID-19 hace altamente recomendable, cuando no obligatorio, el uso de mascarillas que oculten el rostro en público. En Francia, el argumento utilizado para lograr exactamente lo mismo no es el de la seguridad, sino el de la laicidad, en un debate sobre libertad religiosa que viene de lejos (Naciones Unidas, 2018) y que reivindica la diferencia como respuesta al racismo. Un debate en el que los defensores de la diversidad han sido acusados con frecuencia de relativismo cultural, en una aceptación acrítica de todo lo que símbolos como el hiyab o el burka implican en el seno de sociedades democráticas[3].

Es difícil no horrorizarse ante la retahíla de crímenes de odio que relata Jorge Ramos en su artículo “Las pandemias pasan, pero el racismo continúa” (Ramos, 2021). Sin embargo, cometemos con frecuencia el error de analizar todos los actos de violencia como consustancialmente disfuncionales al sistema y un atentado a la cohesión social, cuando no siempre es así. Determinados tipos de violencia resultan funcionales para el mantenimiento de los valores culturales dominantes. La violencia de la policía en un ejercicio de contención contra los manifestantes, la violencia de los hombres contra sus parejas mujeres para que no se salgan de los cánones que su género les impone en una sociedad patriarcal[4], y la violencia de los adultos perpetrada contra la infancia para educar en la docilidad[5], son algunos ejemplos de violencias funcionales al sistema. (Fillol, 2019)

«En 2044, la población blanca dejará de ser mayoría, según las proyecciones de la oficina del censo», dice Ramos. Una pérdida de hegemonía que remueve los cimientos del hombre blanco de clase media-alta. En este contexto, el sociólogo George Kimmel abunda en la teoría del miedo y nos habla del concepto de la deprivación relativa, es decir, el miedo no de quienes ya lo han perdido todo, sino de quienes temen llegar a perderlo todo (Kimmel, 2019). El caldo de cultivo perfecto para un discurso racista como el del presidente Donald Trump en el momento en el que una pandemia desconocida golpea al mundo entero, y con un epicentro geográficamente muy concreto.

Bajo ese marco, el etnocentrismo se constituye como mecanismo protector que afianza la cohesión del grupo, y el discurso del miedo etnocéntrico que desencadena la violencia racista es funcional al sistema para perpetuar los valores culturalmente dominantes, y por ese motivo es alentado desde el poder y los medios de comunicación en un contexto de inmigración creciente, crisis económica persistente, un progresivo desmantelamiento del Estado del Bienestar y de los servicios públicos, y una pandemia mundial con epicentro en el gigante asiático que planta cara en el terreno capitalista a las grandes potencias occidentales que sirve como excusa y catalizador.. Hasta tal punto ese discurso racista ha alcanzado relevancia social que actualmente un partido político que representa ese discurso es la tercera fuerza parlamentaria.

Bibliografía

Adichie, C. (Julio de 2009). El perill d’una sola història. Obtenido de TEDGlobal 2009: https://www.ted.com/talks/chimamanda_ngozi_adichie_the_danger_of_a_single_story?language=ca

Andrino, B., Grasso, D., & Llaneras, K. (16 de noviembre de 2019). Los graneros de Vox: el voto a la ultraderecha se concentra en los municipios con más inmigración. Obtenido de El País: https://elpais.com/politica/2019/11/14/actualidad/1573762994_948802.html

Baleková, H. (2011). Conflicto lingüístico en Cataluña y Valencia. Olomouc: Univerzita Palackého v Olomouci.

BBC Mundo. (16 de septiembre de 2020). Conflicto israelí-palestino: 6 mapas que muestran cómo ha cambiado el territorio palestino en las últimas décadas. Obtenido de BBC Mundo: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54162476

Carretero, N. (18 de septiembre de 2016). Yo también soy español. Obtenido de El País: https://elpais.com/politica/2016/09/13/actualidad/1473758176_296143.html

Fillol, J. (1 de diciembre de 2019). Poder y producción institucional del miedo. Obtenido de JessicaFillol.es: https://www.jessicafillol.es/2019/12/poder-y-produccion-institucional-del-miedo/

Fillol, J. (6 de abril de 2019). Yo soy… ¿español/a? Construcción de la identidad de las personas con padres/madres que han migrado a España. Obtenido de JessicaFillol.es: https://www.jessicafillol.es/2019/04/yo-soy-espanol-a-construccion-de-la-identidad-de-las-personas-con-padres-madres-que-han-migrado-a-espana/

Fillol, J. (27 de octubre de 2021). Nacionalismo y revolución. El papel de las élites locales en la construcción del Estado-Nación. Obtenido de JessicaFillol.es: https://www.jessicafillol.es/2021/10/nacionalismo-y-revolucion-el-papel-de-las-elites-locales-en-la-construccion-del-estado-nacion/

Gerehou, M. (17 de enero de 2020). Qué es ser racializado. Obtenido de Eldiario.es: https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/racializado_129_1074959.html

Hamido Yahia, M. (2021). No nos taparán. Madrid: Akal.

Kamata, F. (7 de marzo de 2019). Cómo hizo Japón para convertirse en uno de los países más seguros del mundo. Obtenido de BBC: https://www.bbc.com/mundo/noticias-47469612

Kimmel, M. (2019). Hombres Blancos Cabreados: la masculinidad al final de una era. Valencia: Barlin Libros.

La Vanguardia. (7 de marzo de 2021). Los suizos aprueban prohibir el burka y ocultar el rostro en público. Obtenido de La Vanguardia: https://www.lavanguardia.com/internacional/20210307/6265348/suiza-referendum-prohibicion-velo-mujeres.html

Lardiez, A. (2020). La seducción de la extrema derecha. Madrid: Libros.com.

Llobera, J. R. (2021). La política de identidad cultural. Barcelona: UOC.

Lorente Acosta, M. (2001). Mi marido me pega lo normal. Agresión a la mujer: realidades y mitos. Barcelona: Editorial Planeta.

Miró, O. (2008). La cuestión kurda. Barcelona: UB. Obtenido de http://www.solidaritat.ub.edu/observatori/esp/dossiers/kurdistan/kurdistan.htm#inici

Naciones Unidas. (23 de octubre de 2018). La prohibición de vestir el velo integral en Francia viola la libertad de religión. Obtenido de Naciones Unidas: https://news.un.org/es/story/2018/10/1444152

Ramos, J. (5 de marzo de 2021). Las pandemias pasan, pero el racismo continúa. Obtenido de New York Times: https://www.nytimes.com/es/2021/03/05/espanol/opinion/ataques-asiatico-americanos.html

Redacción El Confidencial. (14 de diciembre de 2018). Las muertes por armas de fuego en EEUU alcanzan su máximo histórico. Obtenido de El Confidencial: https://www.elconfidencial.com/mundo/2018-12-14/muertes-armas-fuego-estados-unidos-maximo_1706146/

Sanmartín Esplugues, J., Gutiérrez Lombardo, R., Martínez Contreras, J., & Vera Cortés, J. (2010). Reflexiones sobre la violencia. Buenos Aires (Argentina): Instituto Centro Reina Sofía.

Tajfel, H. (1982). Social Identity and Intergroup Relations. Cambridge University Press.

Tajfel, H., & Turner, J. C. (1979). An integrative theory of intergroup conflict. En A. W. G., & S. Worchel, The social psychology of intergroup relations (págs. 33-47). Monterrey, CA: Brooks/Cole.

Tajfel, H., & Turner, J. C. (1986). The social identity theory of intergroup behaviour. En S. Worchel, & A. William G., Psychology of intergroup relations (págs. 7-24). Chicago: Nelson-Hall.

Ventura i Oller, M. (199). Etnicitat i racisme. Revista d’etnologia de Catalunya, Núm. 5, 116-33.


Notas

[1] Turquía, Irán, Irak y Siria.

[2] Mientras Fátima Kamata nos explica en un artículo para BBC Mundo “Cómo hizo Japón para convertirse en uno de los países más seguros del mundo” (Kamata, 2019), podemos leer en otro artículo de El Confidencial cómo las muertes por armas de fuego en Estados Unidos alcanzan su máximo histórico (Redacción El Confidencial, 2018)

[3] A este respecto, véase el libro de Mimunt Hamido, “No nos taparán”, una reflexión sobre el velo y el patriarcado en el contexto de las sociedades occidentales donde florece el Islam más reaccionario al calor del relativismo cultural promovido por la izquierda atenta a la reivindicación de la diversidad. (Hamido Yahia, 2021)

[4] A este respecto, Miguel Lorente sostiene la teoría de que la violencia ejercida en el seno de la pareja es funciona al sistema patriarcal para mantener el estatus subordinado de la mujer al ámbito privado, restringir su presencia pública y perpetuar los mandatos de género (Lorente Acosta, 2001)

[5] En el ensayo sobre distintos modelos de violencia analizado por varios autores, una de las derivadas analizadas hace referencia al empleo de la violencia como herramienta para para educar en el sometimiento a los valores culturales dominantes, canalizar la rebeldía y educar a futuros adultos funcionales al sistema  (Sanmartín Esplugues, Gutiérrez Lombardo, Martínez Contreras, & Vera Cortés, 2010)

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