Clara Serra ha publicado hace unos días un artículo en El País que aboga por «un feminismo que haga de los malestares masculinos un asunto propio» como mecanismo para frenar a la ultraderecha, que sí atiende estos malestares masculinos. Esta proposición de Clara Serra equivale a legitimar por completo el argumentario sobre «feminazis hembristas odiahombres» propio de la extrema derecha que dice combatir.

¿En qué momento hemos pasado de «Manolo, hoy la cena te la haces solo«, a «pobre y triste Manolo, cansado y hambriento, abandonado por el feminismo, es incapaz de llamar a Telepizza y por eso vota a VOX»?

Esta propuesta de incorporar los malestares masculinos a la agenda feminista con la excusa de que viene el lobo vestido de verde, es un torpedo en la línea de flotación de un movimiento que apuesta por la emancipación de la mujer de la tutela masculina. No, no vamos a cambiar lavarles los calzoncillos a los señores para preocuparnos ahora de si tienen los calzoncillos sucios por mucho que nos amenacen con que viene la ultraderecha ni no aceptamos someternos «por voluntad propia». Ni de coña, ni en sueños, ni en un millón de años. No pienso validar la teoría de Clara Serra, porque si la dicotomía está entre tener una sociedad de hombres adultos funcionales, o que se echen en manos de la ultraderecha que les cante una nana, igual lo que necesita esta sociedad es que le peguemos fuego hasta los cimientos.

Serra cita al sociólogo Michael Kimmel y su libro Hombres (blancos) Cabreados, que parte de la teoría de que lo que moviliza al electorado afín al trumpismo (es un libro contextualizado en la sociedad norteamericana) es el miedo a perderlo todo. La idea de haber sido socializado para ser el hombre proveedor de su casa, padre de familia ejemplar, y que las sucesivas crisis económicas les hayan despojado de esa capacidad y vean, por lo tanto, cuestionada su identidad. Lo que yo me pregunto es: ¿en qué momento, desde una posición presuntamente feminista, lees a Kimmel y llegas a la conclusión de “maldito feminismo que les ha robado todo a los hombres”, y no ”maldito capitalismo desbocado que nos ha robado presente y futuro a la clase obrera”?

Pero es que además esa propuesta de incluir en el feminismo los malestares masculinos, no solo va en contra del proyecto emancipador para las mujeres del propio feminismo, es que además esconde una agenda oculta: la agenda del lobby proxeneta y la explotación reproductiva. Incorporar los malestares masculinos a la agenda feminista supone la legitimación de prácticas que van en contra de los derechos y de la autonomía de las mujeres, como la prostitución y los vientres de alquiler. Del argumento del «pobrecitos hombres con dificultades para las relaciones sociales que son incapaces de ligar y por eso necesitan recurrir a la prostitución» no hay ni un centímetro de distancia. Del «pobrecitos hombres incapaces de concebir criaturas de sus propios genes y por eso necesitan recurrir a mujeres pobres para que gesten por ellos porque la adopción es muy difícil», no hay ni 10 segundos de espera. No, ni un paso atrás, pie en pared. Clara Serra probablemente se audoidentifique como la pensadora feminista más lúcida de España, pero hay buenas razones para que su propuesta no obtenga respaldo en el feminismo actual.

Ya está bien de amenazar con que viene la ultraderecha para que desde la izquierda, y particularmente desde el feminismo, pasemos por el aro y traguemos con todo. Quizá para frenar a la ultraderecha, lo necesario no es que desde el feminismo se valide su discurso, sino que los hombres empiecen a mover el culo y ejercer también de dique de contención, en lugar de esperar a que se lo demos todo hecho. No sé, así como idea loca, por probar a ver qué tal.

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