La conceptualización de la ciencia propia de la visión tradicional, en la que se basa el empirismo lógico, la presenta como la única área del conocimiento pura y libre de sesgos políticos o ideológicos, moral y socialmente neutra.
La imagen estereotípica de los neopositivistas es la del científico que observa regularidades en el mundo de la experiencia, y mediante el método científico y el proceso de inducción (siempre y cuando este sea un proceso controlado), trata de formular hipótesis y deducir la formulación de leyes que expliquen esas regularidades observadas, a partir de las cuales deducir consecuencias observacionales (Prades Celma, 2014, pág. 17).
Pese a la notable influencia que ejerció David Hume sobre la concepción de la ciencia moderna, parte de la base de que la experiencia no justifica el método inductivo, y por lo tanto no es posible demostrar las consecuencias de una hipótesis a partir de la experiencia previa porque en la naturaleza las regularidades no son de tipo causal, es decir, que un hecho siga a otro de forma habitual no implica necesariamente que la misma cadena de hechos tenga que repetirse en el futuro. Podríamos decir que esta noción es de la que nace el escepticismo que da origen a la concepción posmoderna de la ciencia.
El falsacionismo, por su parte, ha tenido una importancia capital en el abandono de muchos de los supuestos de la concepción neopositivista de la ciencia en las últimas décadas. Para Karl Popper, el padre del falsacionismo, los motivos por los cuales se da el consenso entre la comunidad científica para aceptar una ley general no pueden estar basados en casos particulares que confirmen dicha ley (Prades Celma, 2014, págs. 25-27). Por eso Popper insiste en que la observación empírica es un proceso interesado y guiado por el marco teórico que el científico precisa confirmar. Por eso la clave del contenido de las hipótesis y leyes científicas no es el número de casos que la confirman, sino la posibilidad de ser refutadas, que es la vía a través de la cual entran en contacto con la experiencia. Es decir: la característica fundamental de las hipótesis y leyes científicas es la falsabilidad. Solo mediante la resistencia a los intentos sistemáticos de falsación, una hipótesis puede ser aceptada provisionalmente por el consenso científico.
Bajo el prisma de los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) y la Sociología del Conocimiento Científico (SCC) desarrollados a partir de los años 60 del siglo pasado, podemos afirmar que la ciencia es indistinguible de la práctica científica y que la formulación de hipótesis y leyes requiere del consenso de la propia comunidad científica, que bajo el mismo paradigma asume un consenso científico sobre sobre un conjunto de supuestos y técnicas. La importancia que el empirismo lógico da a los enunciados observacionales, considerados datos propios de cualquier teoría científica aceptable, contrasta con los presupuestos del constructivismo social, que sostiene la idea de que la elección de la evidencia empírica depende del marco teórico (Aibar Puentes, 2010, pág. 16) y que el conocimiento científico está construido socialmente. Dicho de otro modo, y parafraseando a Thomas Kuhn, el contenido de los enunciados observacionales está impregnado de los supuestos teóricos, que son propios del paradigma dominante (Prades Celma, 2014, pág. 38).
Bibliografía
Aibar Puentes, E. (2010). El estudio social de la ciencia. Barcelona: UOC.
Guamán Chacha, K. A. (2020). El positivismo y el positivismo jurídico. Universidad y Sociedad, 12(4), 265-269.
Porta Fabregat, J. M. (2014). Ciencia, arte, verdad. Barcelona: UOC.
Prades Celma, J. L. (2014). Ciència i filosofia: la filosofia de la ciència al segle XX. Barcelona: UOC.