Esta entrada es un ejercicio para la asignatura de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) en el marco de la reflexión sobre la influencia de los factores sociales, políticos o ideológicos en el desarrollo tecnológico. Se nos pedía confrontar y analizar dos textos que defendían visiones similares aunque ligeramente contradictorias de la influencia de la sociedad en la tecnología. Y sí, me las he apañado para introducir una referencia al último disco de Rosarlía.

Resumen: Análisis de los textos entre Langdon Winner y Verónica Sanz en los que confrontan dos versiones de la perspectiva construccionista en los estudios de ciencia y tecnología: la versión moderada y la versión radical.

Palabras clave: sociología, tecnología, sociología del conocimiento, feminismo construccionista, programa SCOT, marco tecnológico

Introducción

Que el mundo está diseñado para diestros, es una evidencia que no requiere mayor desarrollo. «Es que los diestros son mayoría sobre los zurdos», es el argumento clásico para justificar un determinado orden social. De acuerdo. Pero si decimos que el mundo está diseñado para hombres, el argumento de la mayoría se tambalea. ¿Está diseñado el mundo para hombres? ¿Tiene género el progreso tecnológico? ¿Hasta qué punto la tecnología refuerza un determinado orden social?

Marco conceptual

Los textos de Langdon Winner y Verónica Sanz constituyen un diálogo entre las versiones moderada y radical de la perspectiva construccionista en los estudios de ciencia y tecnología. Mientras que el primero considera que lo importante es el contexto económico y social en el que los productos tecnológicos se encuentran insertos (Winner, 2008, págs. 36-37), la segunda se adhiere al feminismo construccionista radical que preconiza que la política y el género forman parte del mismo proceso de conceptualización, diseño, desarrollo y adopción de la tecnología (Sanz, 2016, pág. 93). Ambos defienden la relación bidireccional entre tecnología y sociedad, en la influencia que factores sociales, económicos y políticos, entre otros, tienen en los procesos de innovación tecnológica, pero difieren en el grado de poder o influencia que atribuyen a los mismos.

¿Tienen política los artefactos?

Winner cuestiona lo que denomina “ingenuo determinismo tecnológico” por atender únicamente al impacto social de la tecnología, y cómo esta moldea a la sociedad, mientras este modelo determinista obvia las circunstancias sociales que posibilitan su desarrollo, despliegue y utilización (Winner, 2008, pág. 37). Así, propone un modelo alternativo de influencia bidireccional en el que la tecnología indudablemente impacta en la sociedad, mientras a su vez también está moldeada por las fuerzas sociales y económicas, por los distintos grupos sociales relevantes (GSR) que le atribuyen a cada innovación tecnológica usos, funciones y significados. Es un planteamiento en el que coincide con Sanz, si bien ella hace hincapié en la transformación bidireccional que sufren tanto los artefactos como los propios GSR. Ambos coinciden en la teoría de la domesticación (aunque Winner no la mencione directamente), es decir, el proceso mediante el cual las tecnologías son apropiadas culturalmente. Sin embargo, Sanz incide en que no solo la sociedad (usuarios y no usuarios) se adapta e integra las innovaciones sociales, sino también los propios artefactos sufren transformaciones durante este proceso de adopción (Sanz, 2016, pág. 97).

La novedad en el caso de Winner es que aporta una teoría novedosa interrelacionada con la perspectiva construccionista, que denomina “Teoría de la política tecnológica”, y que promueve prestar atención a las características de los artefactos y al significado de esas características. En este sentido, identifica ciertas tecnologías como fenómenos políticos por derecho propio, aunque la diferencia con respecto a Sanz es que el primero las conceptualiza de esta forma en cuanto a sus efectos o resultados. De ese modo, diferencia dos modos en que los artefactos pueden tener propiedades políticas (Winner, 2008, pág. 38):

  1. Cuando la invención se convierte en una manera de resolver un tema en los asuntos de una comunidad en particular, tecnologías relativamente flexibles en cuanto a diseño y con efectos variables en sus resultados.
  2. Tecnologías inherentemente políticas, compatibles con tipos particulares de relaciones políticas: que o bien no pueden subsistir en otro ecosistema político diferente, o bien que, aunque no requiera de forma estricta un determinado modelo, sí es muy compatible con una relaciones sociales y políticas concretas.

Un ejemplo del primer tipo es la que denominamos “arquitectura hostil”, que tiene mucha relación con el ejemplo de los puentes de Moses que Winner cita en su texto: elementos arquitectónicos concebidos para resultar hostiles a las personas sin hogar. Pinchos, piedras, barrotes, bancos individuales (Pelayo, 2020)… Todo un abanico de elementos puestos a disposición del urbanismo para expulsar a las personas sin hogar, o para hacer la ciudad un sitio más inhóspito del que solo es posible huir mediante el consumo, por ejemplo, reduciendo los bancos en las calles y aumentando los permisos para las terrazas de los bares.

Sin embargo, no siempre los sesgos son tan evidentemente intencionados o con una finalidad política como el ejemplo de Moses, o el de la arquitectura hostil. En la mayoría de ocasiones, se trata de conceptualizar el estándar de una manera determinada: en concreto, el hombre blanco, hetero, de clase media y entre 30 y 45 años. Todo lo que no encaje en el canon es sistemáticamente obviado. Es lo que María Zuil y Michael Mcloughlin denominan “el patrón macho” (Zuil & Mcloughlin, 2021). Solo así es posible explicar que en el año 2022 después de Cristo, las mujeres aún tengan un 47% más de posibilidades de sufrir lesiones graves y un 17% más de posibilidades de morir en un accidente de coche, porque los automóviles están diseñados para conductores hombres; de hecho, los propios dummies, los muñecos utilizados para testar los vehículos en caso de accidente, solo se empezaron a introducir con características anatómicas aproximadas a las femeninas (en cuanto a altura y complexión, poco más) a partir de 2011, y únicamente en el asiento del copiloto. Los supuestos sobre el contexto de uso por parte de los diseñadores, según el concepto de guion de género de Akrich que cita Sanz (2016, pág. 100), se materializan en el diseño del vehículo privilegiando una representación estereotípica: el señor que conduce, y la señora que acompaña.

Soy motera, y a diario me encuentro con muchas mujeres que quieren adentrarse en el mundo de la moto de alta cilindrada, pero tienen muchas dificultades porque no son vehículos diseñados para nosotras por peso y especialmente por altura. Muchas no llegan al suelo y se sienten inseguras al mover la moto en parado, porque están diseñadas para cuerpos de media más altos y más fuertes: están pensadas para hombres. Y no es casual, porque los mensajes que reciben los hombres durante su socialización están muy vinculados a los que se asocian al mundo de la moto: wild, power, free[1], mensajes que no son los que reciben las mujeres en un proceso que tiene una importante marca diferencial de género. Si hablamos de la influencia del consumo en la formación de identidades sociales, la identidad “motera” mediante el consumo de motocicletas se asocia a categorías como las mencionadas: salvaje, libre, poderoso. Atributos masculinos, asociados simbólicamente a la construcción social que hemos hecho de la masculinidad en nuestro contexto sociocultural, de tal modo que el significado que atribuimos a la moto adquiere connotaciones de género. Es por ello que este tipo de diseños no solo favorece ciertos intereses sociales una vez están construidos, refuerzan un orden social establecido y sirven de correa de transmisión a los valores culturalmente dominantes, en el que ellos son líderes, conductores activos y ellas pasajeras pasivas, en el que ellos proponen y ellas consienten. Es que el género se incorpora al propio diseño, el género en estos casos propuestos forma parte de la conceptualización de los aparatos desde sus primeras fases de creación que acaban materializándose en los artefactos resultantes, tal y como Sanz desarrolla (Sanz, 2016, pág. 97-100). El género se incorpora a la propia materialidad, en este caso de los vehículos. No es que haya menos mujeres interesadas en el mundo de la moto: es que, por un lado, a nivel simbólico los atributos socialmente aceptables que recibimos las mujeres resultan incompatibles, y por otro el modo en que se ha diseñado produce un uso desigual entre usuarios y usuarias. Por eso la “motomami” de Rosalía es un animal mitológico que rompe esquemas, «un tipo de energía femenina que se ha apoderado de las características hasta ahora masculinizadas de poderío y decisión» (Camprubí, 2022).

Sin embargo, pese a la flexibilidad interpretativa de los artefactos y de los efectos diferentes que un diseño distinto puede conllevar, hay otro tipo de tecnología que está íntimamente relacionado con el contexto político en el que se desarrolla. Pienso en la tecnología de reconocimiento facial e identificación utilizada por gobiernos autoritarios como el chino para poder identificar disidentes en manifestaciones y disolver organizaciones que luchan por el cambio social por la vía de desarticularlas mediante la represión (Mozur, 2019). Es un tipo de tecnología que podría funcionar también en otros contextos en el que los derechos civiles estuviesen garantizados, pero está notoriamente vinculada un contexto en el que el poder está centralizado y fuertemente jerarquizado. Mediante la flexibilidad interpretativa a la que aludíamos es posible pensar en la tecnología de identificación por reconocimiento facial aplicada por ejemplo a la empresa como control de acceso, pero debemos hacer notar que, salvando las distancias con el régimen chino, también estamos ante un sistema caracterizado por una jerarquía férrea y un control central de la información y de su uso, por lo que ambos usos se desarrollan bajo el mismo marco tecnológico y tienen significados similares, aunque sus efectos difieran notablemente.

Conclusiones

Decir que algunas tecnologías requieren de unos sistemas políticos determinados para funcionar, ¿puede ser una noción conservadora que tienda a eclipsar otras posibilidades y a ocultar la posible flexibilidad interpretativa de esa tecnología (Winner, 2008, pág. 53)? ¿O es una forma de corroborar que un determinado diseño privilegia unos usos por encima de otros, refuerzan las jerarquías preexistentes y las relaciones de poder desigual al exigir un esfuerzo extra de adaptación a determinados colectivos (Sanz, 2016, pág. 113)?

¿Podemos huir alegremente de la idea de que el orden social dominante tiene efectos en la conceptualización y desarrollo tecnológicos, y no solo una vez construidos?

Creemos que la flexibilidad interpretativa no puede omitir que, incluso en los casos en los que el diseño se considera neutral, este privilegia ciertas narrativas y enfoque, y resulta clave en los usos que se acaban imponiendo. Es por todo lo expuesto anteriormente que concluimos que los artefactos tienen política y tienen género: el género neutro por antonomasia, el género dominante en un contexto social patriarcal, del que nacen y al que contribuyen a reforzar: el género masculino.

Bibliografía

Camprubí, A. (19 de marzo de 2022). La ‘Motomami’ de Rosalía es un animal mitológico. Obtenido de Vogue: https://www.vogue.es/living/articulos/rosalia-motomami-analisis-musica

Mozur, P. (31 de julio de 2019). En las protestas en Hong Kong, los rostros son armas. Obtenido de The New York Times: https://www.nytimes.com/es/2019/07/31/espanol/reconocimiento-facial-hong-kong.html

Pelayo, F. (5 de febrero de 2020). Pinchos, barrotes, bancos individuales … la arquitectura urbana más hostil para las personas sin hogar. Obtenido de 20 Minutos: https://www.20minutos.es/noticia/4141919/0/pinchos-barrotes-bancos-individuales-la-arquitectura-urbana-mas-habitual-contra-las-personas-sin-hogar/

Sanz, V. (2016). Género en el ‘contenido’ de la tecnología: ejemplos en el diseño de software. Revista iberoamericana de ciencia, tecnología y sociedad, Vol. 11(31), 93-118.

Winner, L. (2008). Cap. 2 ¿Tienen política los artefactos? En L. Winner, La ballena y el reactor (págs. 35-56). Barcelona: Gedisa.

Zuil, M., & Mcloughlin, M. (8 de marzo de 2021). Patrón macho: así se ha diseñado el mundo sin tener en cuenta a las mujeres. Obtenido de El Confidencial: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2021-03-08/feminismo-diseno-patron-tecnologia_2980212/


[1] Salvaje, poderoso, libre

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